La Historia, a su aire

Carta a Bob

Querido Bob:

Aquí estoy de nuevo, enviándote algunos pensamientos que me vienen a la mente; reflexiones que quiero incluir en este intercambio anual que hacemos cada vez que nos acercamos a la Navidad y al final del año. 

Creo que fue hace una semana, estaba en la estación de London Bridge, esperando mi próximo tren, que debía llegar en unos 45 minutos, así que, en lugar de esperar sentado en una banca decidí dar una vuelta por las tiendas cercanas a la estación.

Entré a la antigua librería WHSmith; estaba buscando un rotulador; Encontré bebidas, sándwiches, patatas fritas, chocolates o cualquier avío que se compra al paso. Solo encontré una pequeña estantería con bolígrafos y otra pequeña con revistas y periódicos. 

Recuerdo que, en 1985, para mi asombro, esta librería en Inglaterra tenía al menos 3 pisos, enormes áreas de papelería y muchos libros. Por no hablar de que a la entrada de cualquier estación del tren; o del metro, a primera hora de la mañana, multitudes de personas se apresuraban a conseguir un ejemplar de su periódico favorito. 

Hoy en día, Parece que la vida, es tan trepidante que deja muy poco tiempo para dedicarse a lecturas largas y reflexivas. Observando a mi alrededor, caigo en cuenta de que la gente, —ya sea caminando por la calle o viajando en autobús o tren—, no puede dejar de mirar las pantallas de sus teléfonos celulares.

Me da la impresión de que la mayoría de la gente está leyendo, sí; pero está leyendo solo textos cortos, rodeados de videos, fotografías, siendo la carga informativa más alta en imágenes que en textos. 

Y ya en los escenarios interiores; es decir, en sus casas, mucha gente se dedica a seguir series de Netflix o similares. La mayoría de estas series y programas tienen diálogos extremadamente pobres; en los que no se puede distinguir al editor de vídeo del guionista. 

En parte, tal vez, es la expresión o explicación de por qué Occidente, ni a duras penas, pudo producir mascarillas en número suficiente, durante la pandemia; pero, por el contrario, cuenta con una industria colosal para el entretenimiento y distracción masiva, que supera incluso al fútbol, al alcohol, las drogas; el consumismo y una cosa, casi producida por la fusión de software con medios electro-mecánicos, que ahora se ha dado en llamar, música.

Así que aquí estamos, casi cuatro décadas después, inmersos en un mundo de texto sin contexto, estamos tan saturados de imágenes, que nos hemos vuelto ciegos ante el simple acto humano de observar la vida. 

Dicen los autores que las civilizaciones colapsan porque son incapaces de notar los grandes cambios que se producen bajo la superficie de su tejido social. Irónicamente, apuntan a que los cambios fundamentales, por desgracia, no son perceptibles en el día a día sino a través de décadas. 

Los acontecimientos recientes en la escena mundial me hacen pensar que nos estamos acercando a uno de estos momentos de colapso en la Historia.

Las llamadas democracias se han convertido en entidades completamente disfuncionales.

Las sociedades occidentales tienen una gran falta de liderazgo, en su lugar tenemos grupos de personajes mediáticos, de retórica incontinente, vacía y ausente de semántica.

Individuos dotados de un cinismo insuperable; es decir, juntos conforman una galería oprobiosa de mentirosos hasta el aburrimiento. Su charlatanería los Incapacita para realizar la actuación que supuestamente pretenden representar. 

Entonces, no hay líderes, solo élites, élites gobernantes de cleptócratas que actúan y se conducen en piloto automático: “Nosotros no podemos estar equivocados; ¡Somos nosotros! No solo somos especiales; nuestra nación es la esencial; y, por lo tanto, somos imprescindibles en cualquier lugar del mundo.”

Y si añadimos a estos sociópatas confesos, una pizca de religión; se dispara el síndrome que produce la esquizofrenia en pacientes que “oyen voces” que los místicos llaman revelación y los psiquiatras simplemente, locura.

No faltan entre ellos quienes afirman que Dios, les ha dicho directamente al oído: “¡Ataca a Iraq!”, (George Bush hijo, en 2003).

También los hay quienes escuchan cosas como “Somos la Nación Esencial; u otros, como la élite judía del estado de Israel, que afirma que a ellos Dios no solo los ha escogido, sino que además los ha dotado de propiedad en una, supuestamente divina, Tierra Prometida.

Sea como fuere que, de momento, ninguna Corte Terrenal puede dar por válidos y de pleno derecho los títulos emitidos en el Cielo, no queda otra cosa que conjeturar que los seguidores de tales religiones de dadivosos mensajes, o bien están padeciendo un trastorno mental de delirio colectivo y han empezado a “oír voces” de la nada; o bien su propio Dios se ha vuelto rematadamente loco.  

Cuando hace tres décadas se produjo el colapso de la Unión Soviética, autores como Fukuyama afirmaron que la Historia había llegado a su fin.

A raíz de esto, las Sociedades de Occidente dejaron de hacer Historia, y en su lugar se dedicaron a hacer historietas; o sea a fabricar “narrativas”; es decir, puro cuento, puro chamullo. Ahora bien, el divorcio entre la Historia tal cual y la historieta tendenciosa, es enorme. 

Sucede que la Historia es una escritora incontinente que, si se le deja sola, escribe solita por su propia cuenta y riesgo. Si no, veamos:

Tomando la tragedia del Titanic como analogía, las potencias occidentales se creían tan invencibles, como insumergible se creía el luctuoso transatlántico.

La navegación arrogante de occidente por el mundo hizo que impactaran contra un iceberg llamado Ucrania, pero al igual que en la tragedia, nadie prestó mucha atención cuando el majestuoso navío empezaba a hacer agua y que ésta ya se estaba expandiendo en los compartimientos inferiores del barco…

y luego han impactado contra otro iceberg llamado Israel … y ahora tenemos al insumergible occidente yéndose a pique de modo lento pero inexorable; y sus medios e intelectuales, al igual que la pequeña orquesta de cámara del Titanic siguen trinando la misma melodía de que todo va bien y que hay que permanecer calmos.

Los que anunciaron el fin de la Historia están diciendo ahora al compás de su música habitual: “Nadie conoce el futuro y no podemos predecirlo”.

Pero resulta que el futuro ya estaba aquí desde no hace mucho tiempo. Y no es auspicioso. 

En setiembre de 2022 la todopoderosa potencia imperial hizo estallar el gasoducto Nord Stream, que unía a Rusia con Alemania. Asegurándose de este modo que la energía barata no llegará a Europa. 

Hace unas semanas, un ejército harapiento de rebeldes hutíes en Yemen, más armados de coraje que de armamento sofisticado, se han dado cuenta de que su propio lugar geográfico en el mundo es un regalo de Dios. Estos rebeldes, en resuelto apoyo a la causa palestina, prácticamente han cerrado el Mar Rojo, una especie de oleoducto marítimo que suministra petróleo a Occidente. 

Occidente ha resucitado el viejo espíritu de la Cruzada, y una cruzada naval se dirige al Mar Rojo para luchar contra los malvados. 

Si el futuro ya estaba aquí, no debería sorprender que el insumergible Titanic se hunda esta vez en las costas de Yemen

Dejada a su aire, la historia también escribe en líneas torcidas, como se dicen que Dios, así también escribe. 

  

Mi querido profesor, me despido ahora con el afecto y gratitud de siempre,

Jano

Londres, diciembre 2023

 

Este post fue publicado el 29 de diciembre de 2023