Ricardo Corazón de León fue un rey medieval, cuyo apelativo, (víscera felina), según se vea, describe con modestia su perfil de estadista. Aquellos que lo conocieron de cerca, preferían llamarlo: “El Demonio”. El rey Ricardo no precisaba de los consejos de Maquiavelo. Él solito se bastaba para ser malo; además era un monarca sin par; solía decir: “Salvo Dios, no reconozco a nadie con rango superior a mí”. Por eso estuvo en guerra siempre; tuvo como enemigos principales nada menos que a su padre y todo su linaje. Alternaba su deporte favorito: arrasar a sangre y fuego las propiedades y gentes de sus enemigos de turno, con la violación indistinta de hombres y mujeres; abuso sexual se entiende.
Los entendidos religiosos, sabedores de esta afición, le alertaron que algún día podría padecer el castigo de Sodoma. Quién sabe si su despiadada alma, merced a estas cautelas, era atormentada por la pesadilla de convertirse en vida y súbitamente, en una burda estatua de sal. Tal vez fue por eso y no por sacrosantos motivos religiosos que decidió embarcarse en la III Cruzada para recuperar Tierra Santa (Jerusalen). Digamos que para ganarse el perdón del Cielo y que el Único superior a Él, Dios, no lo deje recontrasalado.
Lo cierto es que en su Cruzada (abreviando) se enfrentó con todos: Tiros, Troyanos, Moros, Moriscos y finalmente “recuperó” Tierra Santa. Al poco tiempo de su victoria, se dio cuenta de dos cosas: primero que no podía quedarse con la tierra recuperada (básicamente porque solo se recupera lo propio, no lo ajeno) y segundo que la inversión bélica y el haberse extraviado tan lejos de sus dominios, ponían en grave riesgo la estabilidad de su propio reino. El camino de regreso estuvo signado por infinitos obstáculos y luego de un retorno angustioso, el despiadado Ricardo murió a manos de la flecha vengadora de un niño. Dirían los cronistas de la época: Un león que sucumbió ante una hormiga.
Estados Unidos, días después del 11 de Setiembre del 2001, (siglo XXI) invadió Afganistán. Un país que vive mayoritariamente en el siglo XIX, una minoría reside en el siglo XX y una élite, —inglés hablante—, (el actual presidente afgano y su camarilla), que graciosamente se ha instalado en el siglo actual. El nombre de la batalla fue uno de película: “Libertad Duradera” y el objetivo era uno muy claro: “Capturar vivo o muerto a Osama Bin Laden”. Pero como los electores y la prensa en el mundo tienen muy poca memoria, con el paso de los años, tanto el nombre como el objetivo ya se han olvidado y lo que ha quedado para el día a día es una cosa muy sencilla: “La Guerra en Afganistán”. Y ya se sabe que para los electores la libertad debe durar harto, pero la guerra poco y esta guerra ya está durando demasiado, entonces Obama, que no tiene corazón de león, sino de Premio Nobel de la Paz, en vez de apelar a la verdad y decir a sus electores que esa guerra nunca debió hacerse, que lo mejor era regresar y tomar conciencia de que el Imperio ya es caput y que lo mejor en estos casos es disimular las verdades negociando una retirada honrosa que dé pie a una paz duradera, decidió, —por motivos electorales—, seguir jugando a Cruzado. Una lástima porque los Cruzados de hoy ya no temen el castigo de Sodoma, sino el de no volver a salir reelectos, que ya se ve es peor sal que terminar como estatua sodomita.
La Jerusalen que tiene que recuperar Obama es salir reelecto presidente en el 2012 y para ello tiene que vender al electorado ya no las palabras bonitas que lo llevaron al poder en el 2009, sino cosas muy concretas, básicamente obsequiar la ilusión de que Estados Unidos continúa siendo la nación más poderosa del planeta y de que su hegemonía no está en duda. Para ello ha iniciado una política de confrontación mediática con China y una suerte de Blitzkrieg/final relámpago de la guerra en Afganistán.
Tratándose de un objetivo político electoral, se entiende que ambas cosas no van a ocurrir nunca en la realidad; pero eso no importa porque la prensa orwelliana contemporánea se encargará de que parezca real. Con este fin se ha montado en estos días, en la provincia afgana de Helmand, la operación militar “Moshtarak” (Todos juntos en el dialecto persa de la zona) donde participan 15, 000 soldados estadounidenses, británicos y afganos. Le han dicho a la prensa que dos distritos de esa provincia son bastiones talibanes. Le han dicho a la prensa que han encontrado “fiera resistencia”, pero no hay evidencia de tal cosa. De lo que sí hay evidencia es que unos gringos están jugando Play Station con aviones de verdad (drones) y que ya han matado, en lo que va de la operación a más de medio centenar de personas, que resultaron ser civiles inocentes.
Oops!, van a disculpar este error. “Nuestro objetivo es ganar el corazón y la mente de los afganos”. Así rezan las declaraciones del mensaje dirigido a la conciencia de los afganos, a través de la voz del Hermano estadounidense OTAN.