Uno no sabe si Vladimir Putin, el máximo jerarca ruso, es un fanático del cine costumbrista italiano y tiene, —al igual que el abuelo Stalin—, una sala de proyección personal, un Home Cinema, donde se apoltrona lejos de las cámaras, pone los pies sobre la butaca de enfrente; se embute popcorn con sorbos de Vodka; y ya, en la intimidad ordena a sus áulicos que le echen una película italiana traducida al ruso… sí, esa de Sordi, Alberto, creo; esa de la guerra y la esperanza… ¿Finché c’è guerra c’è speranza, Vladimir? —pregunta el más ilustrado de los asistentes. Da!, responde afirmativamente el último, más joven y más afortunado miembro de la ex KGB soviética.
Y mientras van corriendo los planos cinematográficos y las angustias del mercader de armas, personificado por el actor italiano Alberto Sordi, a Putin se le empiezan a traslapar los actores y las banderas… ¡más vodka!, —ordena; apura el trago y le sobreviene un vahído y luego un incontenible ataque de risa… acaba de ver a Hugo Chávez jugando poker con Álvaro Uribe; los dos miran con fruición sus cartas: Chávez tiene varios ases/pozos petrolíferos; Uribe, pocos: el mapa de Colombia y fichas de aeropuertos con green card americana…
A un costadito de Chávez, el compañero Evo, chiquito, pero apretado a Hugo mira la partida con sorpresa; detrás de Uribe y echándole una mano en la espalda, apapachándolo con full apoyo moral, el vetusto funcionario oficioso del imperio, Mario Vargas Llosa, alienta al colombiano en la vaharada del garito; a un costado de Vargas, un gigantesco bouncer/primer servidor de un estado sudamericano, oficia de guardaespaldas del colombiano. Putin ya no puede más… se desternilla de risa… ¡Sordi!, ¡Sordi!, ¡Bendito seas!, “Mientras haya guerra, hay esperanza”.
He compuesto una escena imposible forjada al calor irresponsable de la imaginación y la lectura sucesiva de noticias como el regocijo de Uribe al conseguir que bases militares estadounidenses se afinquen en su país; Putin declarando a la prensa rusa que Venezuela comprará armamento ruso por 5 mil millones de dólares; Mario Vargas Llosa declarando en Cartagena de Indias, Colombia, que “todo lo que se pueda hacer para frenar y contener a Chávez es positivo”; noticias como que la Guerra contra las Drogas, impulsada desde los tiempos de George Bush, padre, solamente en el año transcurrido ya tiene más de 22 mil muertos en México; que el más destacado hombre de letras peruano, MVLL —cual inspector industrial de la calidad total en política capitalista, emita un certificado/declaración condenando a Venezuela, Nicaragua y Ecuador al mismo tiempo que afirma: “es la primera vez, desde que tengo uso de razón, que digo que el Gobierno del Perú va bien. Alan García lo está haciendo bien, como lo está haciendo bien Felipe Calderón en México”.
Uno no sabe qué pensarán o sentirán los deudos de aquellos miles de muertos mexicanos, ni qué pensarán aquellos peruanos que aún conservan un mínimo de sentido ético y creen porfiadamente que la política peruana no debe ser una versión de cómo apropiarse del bien ajeno sin caer en la cárcel.
Uno no sabe cuántas escuelas, hospitales, trenes, bibliotecas; vacunas, piscinas, canchas de futbol, vóley, tableros de ajedrez, mesas de ping pong. Cuántas Guerras del fin del Mundo, o Fiestas del Chivo, o Tías Julias y escribidores, o Diarios del Ché, o Cien Años de Soledades, o Todas las Sangres, o Poemas Humanos, o Estravagarios, o La Flor de las Canelas, o Almas Llaneras, o Gardeles, o Shakiras, o Mercedes Sosas, o Gotas Frías, o memorias de Bolivar, Sandino, o poemas de Cardenal, o cuantos rocotos rellenos, cebollas, culantros, ceviches, jamones, salchichas, parrilladas, ajíes, chilies; ipods, laptops, guitarras, teclados, papas, camotes, condones, masajeadores, vibradores, chicha, cerveza pan, jamón y vino y demás painkillers caben en cinco mil millones de dólares; lo que valgan no importa; ya que todo eso puede cambiarse por aviones, tanques, misiles, pistolas, ametralladoras y botas, si con todo esto se asegura el camino y la permanencia de la revolución bolivariana.
No me apunto en esa revolución, que le provee a Putin todo lo que le quita a Sudamérica, y menos en aquella que la combate: “Todo lo que se haga para detener a Chavez, es poco”, Mario Vargas Llosa. Tampoco me apunto en el neo imperialismo de Obama que hace poco acaba de enviar a Perú, Colombia y Barbados y como gran novedad a Robert Gates, un hombre de edad, con un viejo discurso macartista, pero disfrazado de contemporaneidad y muy preocupado por “nuestra seguridad”; Gates preguntó a sus lacayos, (ministros sudacas) ¿qué necesidad tiene Venezuela de armarse con armamento ruso?
Eso, qué necesidad, repiten a coro prensa y áulicos/ministros. En política internacional igual pregunta podría hacerse a los paquistaníes: ¿Qué necesidad tienen de entrar en guerra con sus paisanos de toda la vida, los talibanes? Ninguna, salvo que, por esas maldiciones del destino, los talibanes, ayer “Freedom Fighters”, de Estados Unidos frente a los rusos, hoy son sus enemigos de turno.
En un arrebato de lucidez, Henry Kissinger alguna vez soltó: “ser enemigo de Estados Unidos es un problema; pero ser aliado, es una tragedia.”
Esta es la Pax Americana que nos ofrecen para América Latina, el colombiano Uribe, el Coquito de Perú, Mario Vargas Llosa y la oligarquía peruana.
Publicado originalmente en LaRepública.pe