El Resultado de las últimas elecciones europeas (Reino Unido y Holanda) no es únicamente la victoria de las políticas de derecha, conservadoras y antiinmigracionistas que intentan traerse abajo el Estado de Bienestar —la joya principal de los ciudadanos europeos—, sino algo más insólito: el triunfo del sistema político-financiero que gobierna el mundo. En menos de dos años el mismo sistema que ha causado la mayor crisis económica en el primer mundo no solo sale indemne sino, —aparentemente—, más fortalecido.
Los electores europeos; digo, esos 5 de cada diez ciudadanos que acuden a votar cuando son convocados, merecen una atención especial; para poner un paralelo: como si de los camisas rojas o camisas amarillas tailandesas, se tratara. A los asiáticos o bien los convoca un billonario en desgracia, como Thaksin Shinawatra (camisas rojas) o la cúpula militar-monárquica de Tailandia, (camisas amarillas. Para el caso, da lo mismo, amarillos o rojos, ambos tienen la voluntad de inmolarse en aras de sus mentores.
La derecha europea quiere que sus electores sean unos “Camisas Blancas”, entusiastas y responsables ciudadanos capaces de comprender que es necesario “inmolarse” para salvar el sistema. El billonario tailandés Shinawatra pedía a sus camisas rojas que dejen su sangre en “la lucha”. Los políticos; digo los funcionarios de la plutocracia europea, no son tan sangrientos; solo piden a sus camisas blancas que dejen sus empleos y sus beneficios sociales; y a los menos afectados, que acepten la reducción de sus salarios. Claro que no todos son tan crudos. No lo dicen así. La retórica va por otro lado: “No hacemos esto porque nos guste; o porque estemos alentados por alguna cuestión ideológica. Lo hacemos, ¡porque hay que hacerlo!. Esto va a cambiar nuestro modo de ser e identidad, tal vez por décadas; pero al final veremos la luz!”, David Cameron, primer ministro de Inglaterra.
Pero algunos se pasan de crudos: “Todos hemos sido unos rateros, y al final, tenemos que pagar”, suelta bastante suelto de huesos —por la obesidad que lo agloba— el vicepresidente griego, Theodoros Pangalos http://www.publico.es/dinero/311399/diez/millones/griegos/robado . El presidente francés Sarkozy insiste en reducir el déficit fiscal a costa de aumentar la edad de jubilación y congelar el gasto público. Y junto con la canciller alemana Angela Merkel presiona al gobierno socialista español para que haga un “ajuste riguroso” en las finanzas públicas, “para que España no acabe como Grecia”. Zapatero obedece y Felipe Gonzales lo consuela: “Ahora eres un estadista y mereces mi apoyo”.
Como ya no hay euforia electoral, ahora la derecha europea ha echado a girar un carrusel paralelo al de la ruleta financiera donde sus mentores juegan los recursos que han expropiado a la sociedad. Un renovado carrusel de palabras: déficit fiscal, mercados, ahorro público eficiente, burocracia, falsos beneficiarios, gasto público, racionalidad administrativa, y ponga el lector aquellos de su propia cosecha.
Claro que si hubiera una lingüística forense aplicada a la política, encontraríamos una dimensión semántica distinta al carrusel de la plutocracia; déficit: deuda pública para pagar deuda privada (el rescate a la banca privada); mercados: élite de gente ociosa cuyo único “trabajo” es comprar deuda a precio huevo y venderla más cara cuando los políticos se comprometen “responsablemente a pagar”; ahorro en el gasto público: despidos y reducción de recursos para desfinanciar la vigencia de los derechos humanos en salud, protección social y educación; racionalidad administrativa: desarticular las empresas públicas para transferir sus beneficios no a la sociedad sino a la élite ociosa nombrada anteriormente. Y ponga aquí también el lector la lista de sus propias elucubraciones.
O sea, Europa se ha dado una vuelta en redondo en el tiempo y está más o menos en los 90s de América Latina, con sus Carlos Boloñas, Domingo Carvallos y sus Hurtado Miller; éste último, —vale la pena recordar—, puso como epílogo en su discurso del shock fujimorista: “Y que dios nos ilumine”, unos años después nos enteraríamos quien lo iluminaba/banqueaba realmente: Vladimiro Montesinos.
Ahora bien, cuán distinto será el destino que depare a los nuevos Chicago Boys europeos de hoy, con sus pares latinoamericanos de ayer está aún por verse. En Sudamérica, específicamente en Perú y Argentina, no hubo resistencia social (sindicatos y partidos de izquierda con sólida raigambre popular) que pudiera resistir el consenso de Washington y la música celestial del FMI. La dictadura militar argentina se encargó de arrasar a sangre y desapariciones cualquier asomo de resistencia social; y en el Perú, Abimael Guzmán y el ejército peruano hicieron el trabajo sucio y combinado contra la izquierda y el movimiento sindical. Ese fue el auténtico sendero luminoso que llevó al Perú a tener los gobiernos que actualmente tiene: services dedicadas al outsourcing y remate de los recursos del país.
Carlos Marx decía que la esencia del capitalismo se resumía en algo muy simple: la mercancía. Y puestos en que la ideología ya no está en las ideas sino en las cosas; igual puede decirse que la ideología del socialismo ya ni siquiera está en los libros de Marx, sino también y principalmente en las cosas/derechos que goza el ciudadano europeo. Una cosa es aplicar Shocks en países donde los pobres no aspiran a otra cosa que no ser más pobres de lo que ya son, y otra muy distinta aplicar los “ajustes rigurosos” donde los ciudadanos aspiran a ser más ciudadanos.
No hay camisas blancas en Europa, solo unos ricos que han olvidado por qué la gente “tiene” tantos derechos. La primera ola neoliberal que triunfó en Europa a mediados de los 80, ocurrió porque Margaret Thatcher ofreció a los electores convertirlos de simples usuarios a propietarios. Un cuarto de siglo después, quieren mandarlos de regreso al proletariado.
Las huelgas y la resistencia ya están anunciadas. Tiempo habrá para saber si el socialismo realmente sucumbió el día que cayó el muro de Berlín o si lo que realmente colapsó solo fue una pared vieja donde el cemento dejó de aglutinar a los ladrillos.
Publicado originalmente en LaRepública.pe