Miré la hora; eran las siete menos cuarto; ya me sentía cansado de esperar. Me puse la camisa; me puse el pantalón; metí el revólver en la caña de la bota. Prendí una vela a los pies de San Antonio, Santo Patrono de Los Fuera de la Ley. El golpe estaba más o menos bien planeado; dos de los nuestros apretando a los cajeros y yo en la calle en un auto de alquiler.
Pero ya saben cómo ocurren estas cosas, siempre hay detalles que se escapan del libreto; algún empleado que se apoya en una alarma; algún gatillo que se apura por hablar. El primer tiro me pegó en la mano izquierda, saqué el revólver de la bota y abrí fuego; la policía exigió que me rindiera: “Estás rodeado, no hay manera de escapar”
Hace diez años, —contesté—, que estoy “rodeado”; diez años largos que no encuentro ni un trabajo; de qué me sirve estar vivo si estoy muerto; no necesito ni ponerme el antifaz… en un instante comenzó la balacera y entonces sentí que la vida se me fue por el lado de la muerte…
Los párrafos anteriores corresponden al popular corrido “La Balacera” (Música de Jairo y letra del poeta argentino Daniel Salzano), cuyo epílogo, más que el triunfo de “las fuerzas del orden”, es por un lado una Piettá poética del hombre caído; y por otro, el firme alegato contra una sociedad incapaz de ofrecer a todos los ciudadanos, los medios necesarios para alcanzar el bienestar de una vida digna.
Dicen que es territorio peligroso eso de andar haciendo “apología” de la delincuencia; humanizar a aquellos infelices que según la socorrida frase: “hacen de las suyas”; lo cual no tendría nada de malo: uno puede hacer de lo suyo lo que le venga en gana; cuando más bien, lo que se pretende decir es que “se hacen de lo ajeno”; pero llegados a este punto y en plan de humanizar a todos; y tomando a las figuras públicas locales y nacionales, —sólo por razones de ilustración y analogía— ¿qué personaje contemporáneo está libre de la sospecha de haberse apropiado, —en algún momento o en varios—, del bien ajeno; especialmente, del bien público?
Pero ciertamente más peligroso va a resultar dejarse de “apologías” para apostar por la erradicación violenta y sin contemplaciones de la “delincuencia”; sin antes haber erradicado la causa que la genera.
Hasta ahora las propuestas planteadas por los expertos y los aspirantes a expertos en “seguridad ciudadana” parten de una conceptualización propia de cretinos con un avanzado grado de elaboración mental. En este complicado proceso de ingeniería social han dividido el país en dos bandos: los rateros y los no rateros; entonces para que el bien triunfe sobre el mal lo único que hay que hacer es que los no rateros, —en primera instancia— atrapen a todos los rateros y los tengan a buen recaudo; si esto no fuera suficiente, entonces —en última instancia— habría que matar no más a los rateros. Y así, muertos los perros, muerta estará la rabia de la delincuencia.
Por supuesto esto no cierra el paso a medidas intermedias de “prevención”; como por ejemplo: obligar a todos los potenciales rateros a llevar polos blancos; ir a misa todos los domingos; y declarar de lectura obligatoria en el syllabus escolar, títulos de luminarias jurídico-periodísticas como: “Ya vuelvo, Mami”, a los que se sumarían otra serie de libros morales como: “Pero, no sé a qué hora, Mami”; o reediciones de algún José Ingenieros local, como: “Ahora sí que te voy a leer, Tío”.
Y siendo Arequipa, cuna de grandes juristas; tálamo académico donde se multiplican los doctorados sin Honoris Causa y jardín aristotélico en cuyos liceos han florecido el Constructivismo Pedagógico, la Calidad Total en la Educación, y la Excelencia Académica, no hay duda que irán directamente a la pira del fuego purificador toda la abundante y maligna literatura comprendida en ensayos, tesis sobre investigaciones, artículos de divulgación científica y toda laya de documentos que sostengan que la inseguridad ciudadana, es consecuencia directa de la desigualdad económica y la injusticia social; que afirmen tendenciosa y maliciosamente que cualquier incremento en el ratio de la desigualdad va asociado a un incremento de la criminalidad. Ha de tenerse especial cuidado en quemar hasta dos veces, —si fuera necesario— el poco publicitado Informe del Banco Mundial (insospechable de vicios humanistas): “Desigualdad y Criminalidad”, especialmente la inoportuna conclusión (en estos momentos de desaceleración económica) que alerta que “caídas por debajo del 6% de crecimiento económico conducen a un agudo incremento en la criminalidad y el desorden social”.
Total, siempre será más fácil encerrar, torturar y matar infelices, socialmente vulnerables, que bajarse a la élite que controla un sistema social injusto y corrupto a más no poder.
Publicado originalmente en ElBuho.pe