Erase una vez, una bruja muy malvada, muy dada a cocinar pociones malditas en su perol de cobre forjado en las remotas tierras de la Mesopotamia. No era un cobre cualquiera, llevaba en su aleación nada menos que arsénico, pero en dosis bajas; no para matar sino para afear lo bello, que es ya una perversa forma de envenenamiento.
Como la bruja no pudiera ir con su alquimia de ollas de un lado para otro, encontró la fórmula de concentrar los efectos de su poción en uno de los extremos de su varita mágica, de tal suerte que al conjuro de una frase maldita y tan solo tocando la cerviz del maldecido con la punta de su instrumento, aquél, de apuesto galán, tornábase en hediondo y horripilante ser.
Son estos los tiempos de una bruja muy buena que, al igual que su inversa del primer párrafo, es muy dada también a cocinar pociones; pero de otro tipo: benditas; y en un perol especial donde borbotean: dinero, armas, guerras y deudas. Dinero para comprar lo que quiere y al precio que quiere; armas para guerrear y hacerse de lo ajeno y; finalmente, deudas para financiar sus guerras y sus compras.
Al igual que la malvada, tiene también su varita mágica aunque sus efectos son, naturalmente, distintos: Se busca en los infiernos a los seres más abyectos, horrorosos y pestilentes, bástale una frase apropiada, un ligero contacto con su instrumento mágico y el horrible muda a hermoso y bienamado Adonis.
No hay que ser un extraviado estudiante de ciencias políticas y relaciones internacionales para creer que las fábulas tienen asiento en la realidad; que, en efecto, la varita mágica de la diplomacia de los Estados Unidos, obra milagros semejantes a las hadas de la fantasía: los feos se convierten en bonitos; los ladrones, en artífices de cómo apropiarse del bien ajeno; los asesinos, en luchadores por la libertad; y los tiranos, en grandes hombres con un gran entendimiento del realismo y la estabilidad.
Para muestra, un breve listado: Sadam Husein, (Irak); Osama Bin Laden, (saudí en Afganistán); Augusto Pinochet, (Chile); Ferdinand Marcos, (Filipinas); Suharto, (Indonesia) Manuel Antonio Noriega, (Panamá); digo unos feos en extremo, a los cuales, muy a pesar de los esfuerzos embellecedores de la diplomacia USA, la varita mágica de la realidad/justicia, más tarde que pronto devolvió a su estado natural.
En 1986, el actor Ronald Reagan (en ese entonces representando su mejor papel: Presidente de USA), ordenó que un bombardero estadounidense sobrevuele Trípoli, Libia, y deje caer su carga demoledora sobre la vivienda del —en ese entonces— horripilante monstruo antiimperialista Muamar el Gadafi: el fin era preciso: asesinar a Gadafi. La puntería fue estupenda, la bomba cayó en su objetivo. La suerte fue distinta: Gadafi no estaba allí y quien murió fue su hija. El Coronel libio, sin embargo adquirió una victoria y una derrota al mismo tiempo: se convirtió (de cara a los suyos, en inmortal, y de cara al mundo, en un apestoso).
En el 2003, días previos a la guerra contra Irak, Gadafi fue tocado, perfumado y “encantado” por la varita mágica de la diplomacia estadounidense: renunció a cosas que no tenía, pero amenazaba tener (armas nucleares), y aceptó llevar sus cuentas bancarias/petroleras a los bancos estadounidenses y occidentales. Dicen que fue obra de Dick Cheney, http://es.wikipedia.org/wiki/Dick_Cheney quien utilizó argumentos distintos a los empleados contra el coronel pakistaní Musharraf http://es.wikipedia.org/wiki/Musharraf : “O nos apoyas o tu país, Pakistán, regresa a la edad de piedra”. “Gadafi: Si pones tu plata en Wall Street, vivirás en el futuro”. Y el futuro fue feliz, celestial y amical en exceso.
Los presuntos relacionistas públicos de USA y también presuntos criminales de guerra Aznar y Blair, no paraban de abrazarse y besarse con Muamar, cuando los comediantes Berlusconi y Sarkozy les dejaban campito. El Feo Gadaffi, estaba guapísimo. Beso por aquí, abrazo por allá. Gracias, hombre, por los caballos; pero no era necesaria tanta largueza, degustar los corderos al palo, en el patio de hoteles de 10 estrellas ya es más que suficiente. (Claro que es noble sospechar, que los besos y abrazos para las fotos tienen otro sustento, no difícil de escudriñar en la copiosa red de holdings que administran y distribuyen premios y riquezas mal habidas en el cielo de los paraísos financieros.)
Y Gadafi envejecía en la gloria, dos años atrás hechó la casa por la ventana (ver Democracia de exportación http://larepublica.pe/blogs/jano_mundano/page/3/ ), adulado y engreído por Occidente. Abrumado por todo tipo de facilidades para él y su familia. Y como todo dictador tiene su Delfín, Gadafi tenía el suyo: un joven bien, llamado Saif al Islam, de quien nunca sabremos si el PH D otorgado a su nombre por el reputado London School of Economics, (mayor semillero mundial de neoliberales que los Chicago Boys,) se debe a méritos propios, o al aporte de más de dos millones de dólares a esa entidad en calidad de “donación caritativa”. Elija el lector el auténtico motivo: para el autor de este blog, la renuncia del director de tan renombrado ente educativo, luego de hacerse público este escándalo, es una confesión, en toda regla, de que poderoso caballero es Don Dinero.
Cuando, al calor de las revoluciones tunecina y egipcia, las masas libias tomaron por asalto las plazas y calles de Libia. Gadafi “informó” a “su pueblo”, que esa gente no era libia; primero dijo que eran miembros de Al Qaeda que se escaparon de Guantánamo, luego que eran unas ratas, jóvenes drogadictos. Hace dos semanas que se le acabó la fantasía: son puro gansters y terroristas.
Anoche, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, los mismos que lo besaban y abrazaban con fruición desde el 2003, y quienes hasta hace menos de dos meses le ofrecían en venta aviones de guerra, dejaron a un lado su varita mágica. Y le impusieron en la cerviz la espada de la justicia: Ningún avión suyo podrá navegar en cielo libio; ni él ni ningún miembro de su familia podrán vender petróleo libio.
No es, como dice Hugo Chávez, que occidente se quiere quedar con el petróleo libio, puesto que el petróleo libio nunca ha sido libio sino de la familia Gadafi y eso no es ni socialismo ni revolución en ninguna parte. Tampoco es cierto que occidente, léase USA, Francia, Inglaterra, Italia, España, se hayan vuelto justicieros de la noche a la mañana. La tenacidad de la calle que no se rinde en África del Norte, es la magia social que está ya forjando los cambios en la justicia global quitando a los horribles tiranos, el encanto de príncipes magnánimos que gozaban.