El señor U Po Kyim, magistrado de la Corte de Kyauktada, Burma, es un hombre corrupto a más no poder; no obstante, es un hombre muy justo. Como juez nunca recibió prebendas de alguna de las partes en litigio; No; él cobraba por igual a ambos litigantes. De allí provenía el origen justo de su ser. Al señor U Po Kyim, un conspirador redomado y gran manipulador de gentes y destinos, digamos que le ha ido bien en la vida. No es un mendigo, y su “trabajo” le ha permitido hacerse de un patrimonio respetable y ser un hombre fecundo en varias agraciadas señoras. En su caso, la abundancia no solo ha hecho derroche en el rubro patrimonial sino que también se ha alojado en su propia anatomía. U Po Kyim es tan obeso que difícilmente puede ponerse en pie por sí solo; pero aún así se siente hermoso; “Mi gordura es armoniosa y simétrica, como la voluptuosidad de la buena fruta”, suele decir a quienes le adulan.
Pero ante todo, el señor U Po Kyim es un creyente fervoroso. Budista hasta el tuétano, y por lo tanto consciente de que algún día todo se paga, —si no esta vida—, en las sucesivas reencarnaciones. Sabedor que ha hecho mal por doquier y que lo más probable es que se reencarne en rata, ha decidido evitar el castigo futuro aplicando indulgencias a su ya complicado Karma. En compensación a sus males se ha dedicado devotamente a construir Pagodas http://es.wikipedia.org/wiki/Pagoda , templos bellísimos que llena con deidades esculpidas en madera y que son veneración del pueblo de Kyauktada. Piensa así que el Altísimo no lo mandará tan bajísimo como para andar entre roedores y —a lo mejor— si se aplicaba bastante en las obras religiosas, tal vez U Po Kyim pueda, en la siguiente vida, reencarnarse en alguien parecido a U Po Kyim.
El señor García, dos veces servidor público en el puesto de presidente de la República del Perú, es un político redomado que ha alcanzado el grado máximo de desdoblamiento teatral: su persona: el señor García; y su personaje: El Señor Presidente de la República. Del primero dice que es mundano, que tiene calle, barrio y esquina; del segundo dice que es intocable porque representa a la Nación. Se desprende entonces que el primero podría ser pasible del virus humano de la corrupción; y del segundo que es un completo dechado de virtudes.
Al señor García, como al señor U Po Kyim, también le ha ido bien en la vida. No es un mendigo y “su trabajo” le ha permitido que “la plata le llegue sola.” No es tan obeso como el birmano, pero igual se siente hermoso: “Para ciertas personas, ejerzo una atracción metrosexual”, declara a la prensa. Y aunque es creyente, a él le preocupa más una reelección futura que una incierta reencarnación. Temeroso, tal vez, de haber hecho algún mal y perdido votos, busca compensación e indulgencias electorales dejando, (no como U Po Kyim, templos), sino un Cristo señero y colosal.
Nunca conocí al señor U Po Kyim, acaso nunca haya existido. Para este blog, lo he tomado prestado de George Orwell, (novela: Días de Birmania http://es.wikipedia.org/wiki/Los_d%C3%ADas_de_Birmania ). Al señor García lo he visto un par de veces. Una en 1984, en Tacna, Perú, cuando iniciaba su campaña para presidente. Entonces llegó al estrado, sin escoltas, caminando por la plaza de Armas, como si fuera un curioso que se acerca al proscenio mientras iba estrechando la mano de los desconocidos. Ya en las tablas, su discurso era un dialogo con la gente. Lo vi años después, en cualquier ciudad, su oratoria, entonces, entre rictus y ademanes tenía un solo destinatario: él mismo; hablaba para escucharse.
En La Muerte de Artemio Cruz http://es.wikipedia.org/wiki/La_muerte_de_artemio_cruz, el mexicano Carlos Fuentes, retrata en una persona, la biografía de todo un partido, el PRI. Orwell hace con U Po Kyim, un retrato de la burocracia colonial al servicio del imperio británico. Como que en el fondo, las personas no son lo que aparentan sino, más bien son vástagos de la sociedad que las engendra. Reparo en ésto para analogar los últimos días del segundo gobierno aprista. En las postrimerías del primer y catastrófico mandato, la maledicencia popular sentenciaba: “Se van los apristas y Caballo Loco”. En cambio ahora, solo dicen que se va García, como si el partido de gobierno no existiera. Y como si García solo fuese una persona extraordinaria y no el discípulo y el producto final y completo de una gran obra de arquitectura política: el partido de Haya de La Torre.
El Apra aspiraba a transformar la sociedad. Pero resultó transformado por ésta, con todas sus taras y defectos. Porque para acabar de Jalador de Inversionistas en el Gamarra mundial, mejor el partido se hubiera ahorrado de tanto martirologio, tanta mística y tanta disciplina. Un PhD gringo en Banca y Marketing hubiera sido suficiente, compañeros.
Los ímpetus juveniles del brioso corcel antiimperialista, con los años, se han asentado. Tal vez quede erguido el sueño de un Pegaso http://es.wikipedia.org/wiki/Pegaso , pero está anclado en la parsimonia nutricia y mercantil de una vaca sagrada y devota al capital.