En diciembre pasado se publicaron los resultados de una evaluación educativa internacional donde, en asuntos de matemáticas, ciencias y comprensión de lectura, el Perú ocupa el primer lugar del fondo; lo bueno de esta posición es que ya no hay sitio para una ubicación más baja. Además, el país, teniendo un Nobel de literatura, puede darse cualquier lujo; por ejemplo, no entender ni jota de lo que lee.
En plan de generalizaciones, uno sospecha que esos resultados —por cuestiones de promedio—, sólo corresponden a los colegios públicos y rurales dominados por el sindicato magisterial y en ningún caso a los colegios privados, con rigurosos métodos de selección y descarte de pupilos que no encajen en el formato de la buena presencia y la alta aspiración espiritual y religiosa que cunde en las gentes de bien del país.
Ahora bien, en esto de la poca comprensión de lectura uno no está tan seguro de que esto sea un atributo único de los pobres pues parece que al igual que muchas enfermedades que igualan a ricos y pobres, la poca comprensión de las cosas tiene igual cariz entre los que carecen de todo y aquellos todo lo tienen. Digo esto, porque, revisando la prensa peruana últimamente, es obvio que las castas que controlan el contenido de los medios, o están leyendo un libro de geografía surrealista o tienen muy mal comprendido el asunto de la ubicación geográfica del país.
Por ejemplo, a uno le da la impresión (viendo los titulares de la prensa y la televisión) que el Perú limita al sur con La Haya, que en las actuales horas no se sabe bien si queda en Chile o en Holanda. Por la parte del aeropuerto internacional, (nos auguran con jolgorio), el Perú va a limitar a fin de año con el cielo; bueno, casi, con un DNI que valdrá un Perú, seremos casi vecinos con España, Francia, Alemania y todos los países Schengen. O sea que en pocos meses vamos a ser “país desarrollado”; veremos entonces a millones de peruanos desfilar por los aeropuertos del mundo, con una mano el DNI y en la otra su boleta de pago de sueldo mínimo made in Perú.
Pero como no hay dicha perfecta, resulta que el Perú limita con Venezuela por todos los demás puntos cardinales, de allí la enorme preocupación que embarga a un importante e influyente segmento de la población local que hace votos para que sus congéneres en la tierra llanera recuperen su status y se liberen finalmente del nada ilustrado chofer; digo ese patán mestizo, Maduro, que ha osado ceñirse la faja presidencial del hermano país.
La preocupación mediática peruana viene en forma de un collage de entrevistas a jóvenes “luchadores por la democracia venezolana”, cuyas declaraciones recuerdan aquellas que brindaban los refugiados cubanos que encontraron el reino de la libertad y del bienestar no en Miami sino en el Parque Túpac Amaru de San Luis, en Lima. “Oye, chico, ¿puedes imaginarte algo tan grave?, en Cuba, ¡los niños sólo toman leche hasta los diez años!”. Dicho esto, en la Lima de 1980, donde todavía no se había institucionalizado el Vaso de Leche, sonaba poco menos que mentar la soga en la casa del ahorcado.
“En Venezuela, los jóvenes tienen trabajo; pero lo más importante es que no tienen futuro”. “La dictadura es terrible, y la crisis económica nos cierra todas las salidas, me tendré que ir a España o a Estados Unidos”.
O sea, en Venezuela, los jóvenes no tienen ni idea de la situación social en USA ni en España; en este último país el desempleo juvenil alcanza nada menos que el 40% y su propio gobierno alienta a los jóvenes a emigrar a otros países donde puedan conseguir trabajo y eventualmente ayudar a sus familias desde el extranjero.
La orfandad de estas declaraciones tiene que tener un origen y no puede ser otro que a la juventud venezolana se les ha ocultado sistemáticamente que el sistema capitalista está en una crisis sin salida y que se sostiene solo gracias al fraude informativo promovido por los medios mundiales de comunicación. Alguna explicación importante puede ser que el 90% de la audiencia televisiva es manejado por televisoras privadas, opositoras al gobierno.
En todo caso resulta curioso que prensa continental y occidental está más unida en su cargamontón contra Maduro, que la propia “oposición” venezolana: Capriles jugando a resistir con paciencia democrática acumulando fuerzas para dar el salto electoral en las próximas elecciones presidenciales; Leopoldo López, el harvardiano que no tiene tiempo electoral ya y manda “fajarse” en las calles hasta la caída inmediata del chofer; y la confiep venezolana que sin mucho ruido ya está negociando con el ala pragmática del chavismo.
Para entender el despliegue mediático peruano contra el gobierno venezolano podría ser útil ilustrarse con un historiador que nos hable sobre el post colonialismo continental y la supremacía real y contemporánea de los blancos o de los que se han blanqueado con dinero; o sea, la casta de la gente “con razón” y los otros, todos los mestizos, que no tenemos “razón”. Claro que no va a ser tarea fácil encontrar un historiador que quiera comprarse el pleito desde un punto de vista “irracional”. Ante este imposible, sugiero al lector recurrir a la ficción y convocar una tertulia con la China Tudela de Rafo León y las Viejas Pitucas de la República de Alfredo (con el gran caricaturista antes de que se convirtiese en ahijado de las mismas viejas que retrataba). De este té de tías estoy seguro que saldría con claridad meridiana de que el poder mediático peruano solamente se está curando en salud, espantando la pesadilla de verse como sus hermanos de sangre (los santacruceños blancos de la media luna boliviana) o la juventud venezolana que teniendo presencia, linaje, estudios y haberse preparado para que la plata le llegue sola, al final tengan que compartir la riqueza con tantos indios, mulatos, negros y todos los descastados carentes de “razón”.
No está demás tomar ciertas cautelas como el zapping o aplicarse cera invisible a los oídos, cuando los actores de la democracia peruana (que hace rato ha abandonado el foro político para trasladarse casi por completo al foro penal) defienden la protesta venezolana con pasión democrática que les corre por la sangre; porque no vaya a ser que por sus venas más que ideas corran y a raudales, prejuicios raciales, tanto más graves cuanto inconscientes sean éstos.
Lo cierto es que por las venas abiertas de América Latina corren dos opciones de hacer política; una cuando los gobiernos electos, acatando el mandato electoral y ejerciendo soberanía intentan “gobernar” sus países y que por ello tienen que enfrentarse con los poderes fácticos que no quieren que gobiernen (tales son los casos de Allende, Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro) y los otros gobiernos, que una vez electos asumen una sofisticada función de auténticas O-eNe-Gés, (organizaciones que no gobiernan). Como cualquier ONG tienen sus sponsors: el imperio y los poderes fácticos; tienen acceso a un presupuesto: se pagan sueldazos, pueden hacer ciertas obras de construcción y pueden contratar personal; y al final de su ejercicio pueden gozar de una serie de gollerías y bonus por debajo de la mesa. Lo único que no pueden hacer es gobernar el país. Una caricatura aproximada es decir que están en piloto automático, la contraparte de esta caricatura y que no se dice, es que hay una torre de control muy remota y un sistema de navegación que no se debe tocar. Cualquier alteración del rumbo y el sistema se encarga de bajarse al avión/gobierno.
Después de más de tres décadas de altibajos electorales, ya es tiempo que los ciudadanos peruanos, por lo menos, empiecen a sospechar que al Perú no lo gobierna ni Nadine ni su marido, ni ningún otro ladino, sino el genio/dueño de la maravillosa lámpara de la desinformación.