Las dos vacunas
Lo malo de Dios
El poeta peruano César Vallejo nos dejó escrito que había nacido un día en que Dios estuvo enfermo; muy grave. Atribuía él pues, que su malhadado destino no tenía otro responsable que la divinidad ambiental en mal estado. Vallejo, —testigo doloroso del sufrimiento infligido por el auge del fascismo en Europa—, lejos de caer en el fatalismo religioso se dio cuenta que era Dios el que se había creado a sí mismo a imagen y semejanza del hombre; y para romper este circulo vicioso de dioses enfermos, enfermando a la humanidad, condensó este criterio en su celebrado poema “España, aparta de mí este cáliz”.
La reserva fascista
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, vencidos Hitler y Mussolini, destruidas hasta sus cimientos Italia y Alemania, los vencedores del bando occidental, Estados Unidos e Inglaterra, decidieron no apartar ningún cáliz de España y más bien decidieron apartar a España y Franco del castigo de la victoria aliada, no fuese que detrás de ese castigo rebrotase un bolchevismo odioso a los yanquis y un republicanismo irritante a la corona inglesa. Al igual que en la conquista del oeste, cuando los colonizadores anglosajones, luego de diezmar a la población nativa piel roja, la confinaron en las reservas indígenas, así el fascismo ibérico fue puesto en latente reserva.
Hoy, peor que hace 80 años
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, vencidos Hitler y Mussolini, destruidas hasta sus cimientos Italia y Alemania, los vencedores del bando occidental, Estados Unidos e Inglaterra, decidieron no apartar ningún cáliz de España y más bien decidieron apartar a España y Franco del castigo de la victoria aliada, no fuese que detrás de ese castigo rebrotase un bolchevismo odioso a los yanquis y un republicanismo irritante a la corona inglesa. Al igual que en la conquista del oeste, cuando los colonizadores anglosajones, luego de diezmar a la población nativa piel roja, la confinaron en las reservas indígenas, así el fascismo ibérico fue puesto en latente reserva.
Hoy, peor que hace 80 años
Uno de los más grandes logros de la narrativa de la Segunda Guerra Mundial fue haber convertido una vulgar guerra entre imperios, por alcanzar la supremacía mundial y el control de las rutas y posesión del petróleo, en una idílica lucha entre la democracia libertaria contra la insania nazi-fascista.
Como si la primera no hubiera sido la madre de la segunda. Se ha pasado muy rápido y de puntillas, la primera decadencia de Occidente, en su apuesta por una quimérica libertad que vía las manos invisibles del mercado iba a ser portadora del progreso, paz y bienestar para la humanidad; un oasis que nunca llegó ya que las bellas palabras no dieron pan, techo ni cobijo a una mayoría de la población pauperizada por la I Guerra Mundial; sin auxilio médico frente a la pandemia de la Gripe española; sin colchón social para mitigar la miseria que trajo el Crack Financiero del 29; la inflación y el desempleo generalizado.
De esos polvos, salieron, en 1939 los barros que desataron la segunda gran guerra, de la mano muy visible (manu militari) de la violencia nazi-fascista contra los más débiles: judíos, gitanos, homosexuales, intelectuales, feministas y disminuidos físicos.
Finalmente, hoy en día, a finales de este 2020, no resulta gratuito que el fascismo parlamentario europeo reivindique que después de 80 años, todo vuelve como al final de la guerra Civil Española y el principio de la II Guerra Mundial.
Hoy, en 2020, estamos en medio de la segunda decadencia de occidente; en medio de una nueva pandemia; hace apenas una docena de años que se quebró la economía mundial, esfumando los estados de bienestar para costear un equilibrio contable que ha desequilibrado aún más la cohesión social del mundo.
Como si fuera poco, tenemos las guerras remotas promovidas por occidente en el hemisferio sur; que han sumado a las olas de refugiados que huyen de la pobreza y el cambio climático, las olas de los que huyen de las zonas de guerra.
Los renglones torcidos del hombre
Haber despertado del estado de latencia fascista induce a los nostálgicos a creer que la historia ha regresado a su sitio y que ahora es tiempo de culminar la trunca gesta. Y aunque unos y otros episodios de ayer y hoy son confusos al mismo tiempo que parecidos; y por mucho que nos hayan dicho que el que no conoce su historia está condenado a vivirla de nuevo, lo cierto es que la historia nunca se repite, y dado que no se conoce como viajar atrás en el tiempo, es palmario que no se puede volver al pasado.
Si la civilización, —entendida ésta como la aldea global— avanza en estos días acuciantes hacia un parteaguas, ni los historiadores o economistas nos pueden dar pistas del futuro; habida cuenta que ambos predicen con gran exactitud el pasado.
Para mi gasto, prefiero apelar a los artificios del escritor peruano Mario Vargas Llosa; no particularmente a sus escritos publicados regularmente en la prensa mundial, donde hace gala de su decadencia intelectual; sino en la estructura artificiosa y genial puesta de manifiesto en dos de sus más logradas novelas. Por ejemplo, en “Conversación en la Catedral”, el lector queda perplejo al descubrir cómo personajes muy del pasado de la trama, comparten la misma línea temporal con personajes de la urdimbre literaria del presente; (lo mismo que nos ocurre hoy al leer la coyuntura política internacional ). Y en “La tía Julia y el escribidor”, un escritor de radio novelas, escribía con gran maestría varias novelas a la vez, hasta que empieza a perder la razón y luego, con la libertad que da la locura, los personajes de una historia, incursionaban sin recato y con mucha vitalidad en las tramas de las otras, y viceversa. Abrumado el escritor radionovelero por el descontrol de los personajes, las tramas, los escenarios y los tiempos, minutos antes del último colapso mental hace un cierre abrupto de todas las radionovelas con una catástrofe colectiva: un terremoto lo destruye todo.
Vistos los eventos contemporáneos con la óptica vargasllosiana, los personajes y sucesos, aunque incoherentes, sí tienen sentido y lógica en la condición humana propia del extravío mental.
En nuestros días, el propagandista nazi Joseph Goebbels se ha multiplicado hasta el infinito con la torrencial autoría de las fake News. En la misma avenida del tiempo pueden compartir calle la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna, (ambas genetistas y ganadoras del Premio Nobel de Química), con Santiago Abascal y Mateo Salvini fascistas español e italiano respectivamente y promotores de la solución final contra los extranjeros inmigrantes: “A expulsar, a expulsar, hasta enterrarlos en el mar”. Hoy es posible encontrar en un mismo kiosco digital, la Encíclica Fratelli tutti (todos hermanos) del Papa Francisco y el Mein Kampf (Mi Lucha) de Adolf Hitler. En cualquier esquina mediática, se pueden cruzar la científica británica Sarah Gilbert, directora de la producción de la vacuna contra el Covid-19 de la Universidad de Oxford, con la vocinglera diputada fascista de Vox, Macarena Olona; y en un parque aledaño podemos encontrar a Donald Trump demandando a su audiencia no creer ni votar por aquellos que creen en científicos.
Y así vamos llegando al epílogo que puede traer este 2020, un mes antes de su final, en las puertas de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
El polvorín americano
Este martes 3 de noviembre, los electores estadounidenses, de alguna manera muy exagerada, son también delegados electorales de la aldea global, ya que la opción que elijan tendrá una consecuencia directa sobre el futuro del fascismo en resurrección; que con un triunfo del trumpismo, aspira a volver por sus fueros en todas partes del mundo.
Son dos opciones electorales/ vacunas las que están en competencia: una que no existe y ni falta que hace porque no es necesaria. Con esa estamos vacunados al nacer; en su código genético está el cainismo, las guerras, el egoísmo y la supervivencia del más fuerte; porque Dios lo quiere y el darwinismo social lo sentencia. Es el Lebensraum, (el derecho de apropiación territorial que se dieron a sí mismos los nazis) y la Doctrina del Destino Manifiesto, (la misma pretensión nazi, pero en versión estadounidense).
La otra opción electoral, es decir, la otra vacuna, todavía no existe, pero ya está en camino; y es fruto de la colaboración de científicos de todo el mundo. Ésta sí afecta el ADN del orden natural de las cosas que está llevando al mundo al colapso civilizatorio. Sólo la ciencia nos puede librar de las plagas bíblicas y hacer del mundo un hogar para todos.
Aunque, siendo los Estados Unidos un país tan cinematográfico, ningún final puede descartarse. A uno se le ocurre un final vargasllosiano, a lo Tía Julia, un gran terremoto político: el país termina con dos presidentes; uno salido de las urnas, el otro salido de la Corte Suprema. Trump proclama ser el Juan Guaidó estadounidense, y la Unión Europea viviendo un grave dilema, no sabiendo si reconocer a uno u otro. Mientras tanto, en las calles y en pleno ejercicio de su libertad, cientos sino miles de Freedom Fighters de uno y otro bando, se matan a balazos de verdad, peor que en las películas americanas.
Este post fue publicado el 31/10/2020
2 Comentarios
Es muy cierto, has tocado muchos temas vistos de diferentes puntos de vista, sea político como el ya vivido en el Pasado, decir que se repiten, diría yo el contrario, si que se repiten, sólo ha cambiado el lapso de tiempo y los personajes, mismo ahora hablando sólo de inmigrantes, como no se puede generalizar a todos, como personas que necesitan de ayuda y apoyo en todo sentido, estas los otros inmigrantes, camuflados e que son integrantes del terrorismo islámico, viendo los últimos atentados y personas que han sido salvadas en aguas italianas, te viene mucho coraje, todo es un comercio, todo es el por el interés de algunos….. Y de las vacunas ni que hablar, lo tengo por cierto que al final quieren cambiar la esencia del ser humano… El ADN, lo quieren hacer sutilmente, sin tanto esfuerzo y reacción de las personas, que seguramente lo harán, pensando ellos que lo están haciendo para salvarse, cuando es todo lo contrario… A la próxima mio Caro Jano.
Como siempre, un placer leer tus columnas, Jano.
Tu sabes que soy optimista. es indudable que la humanidad alcanzó niveles de libertad y calidad de vida inimaginables hasta no hace mucho. Se critica la desigualdad pero el problema a resolver es la pobreza.
En cuanto a las elecciones gringas, creo que son una expresión más de la crisis de la democracia formal. La institucionalidad hará lo suyo e impedirá excesos. Da casi lo mismo.