Convertirse en asaltante de bancos, carterista o ilusionista no es cosa fácil que ocurre de la noche a la mañana. Los hay quienes saben esta verdad porque la aprendieron por la vía rápida de la mala experiencia; creían que el asunto era entrar al banco con una pistola y después de un rato, salir ricos. Y del banco o salieron muertos o se fueron a morir la vida a ratos en la cárcel. Destino ingrato también les espera a quienes con mano lerda intentan hacerse con la billetera ajena y acaban dando la cara o corriendo como alma que lleva el diablo para caer en manos de una civilizada Fuente Ovejuna que los amarra con alambre, los orina y termina prendiéndoles fuego.
Ni que decir del aprendiz de mago, de cuyo pañuelo no salen palomas ni dinero y que, —por esto—, solo consigue las pifias y burlas del respetable.
No. Cada cosa y oficio tiene lo suyo: preparación. Para los que asaltan un banco, entrar y salir es lo último. El trabajo implica muchas actividades, entre ellas pensar, y pensar bastante; luego observar lo pensado en el escenario de los hechos vía la imaginación; luego repensarlo todo, añadiendo diferentes alternativas para diferentes ocurrencias. Y luego estudiar el blanco, sus personajes, sus conductas. Y por si fuera poco, tienen que estar en forma, física y psicológicamente. Evaluar el equipo humano, los fierros y los riesgos que implica el golpe.
El carterista, por su parte no es un despachado cualquiera; su arte está en las manos; no solo en la capacidad de mover los dedos más rápido que la vista sino —y principalmente— en el don de manipular cuerpo y vestimenta sin que el manipulado advierta que lo están tocando; y este arte no se adquiere así no más porque sí; implica largas horas de práctica, gimnasia articular del codo, muñeca y falanges; pruebas en vacío frente al espejo, con maniquí y hasta con modelos de carne y hueso con mucha sensibilidad para revelar los defectos de la técnica. O sea, los del oficio tienen que estar “en dedos”, tanto como un guitarrista de flamenco.
Y ya en el arte mayor de la prestidigitación; la magia, digo, el asunto es mucho más complejo; baste decir que todo lo que parece imposible, resulta elementalmente posible si concurren varios factores al mismo tiempo: básicamente, la atención de la audiencia se distrae tanto, que en sus propios ojos se hace lo que pudiendo mirarse no se ve. Implica pues sólidos conocimientos sobre la percepción humana; diseño de elementos y un acabado manejo histriónico del escenario.
Por eso, teniendo los dos primeros (asaltantes de bancos y carteristas) tanta preparación y, realizando tanto esfuerzo para apropiarse del bien ajeno; y, por su parte, los magos teniendo tanta ventura en no prometer nada y, sin embargo, entregar tanto de la nada, no me explico cómo es que los gremios de estos tres colectivos no hayan puesto hace mucho tiempo, —en el Tribunal competente para estos casos—, una demanda a la clase política (ejecutivo y legislativo incluidos) por Competencia Desleal.
Los políticos adscritos a la ubre estatal, (salvo rarísimas excepciones), se apropian del bien ajeno/público con una facilidad pasmosa, sin llevar a cabo ningún esfuerzo y sin correr los riesgos que asumen los cacos cuando el trabajo les sale mal.
La argumentación sobre el aspecto desleal —fundamentado por los magos—, sería tan rotunda como evidente; mientras ellos, de la nada sacan maravillas que no ofrecen, los políticos ofrecen y prometen maravillas que nunca han alcanzado a entregar.
Complicada defensa la que tendrían que llevar adelante los de la cosa pública, pues tendrían que explicar que si bien persiguen los mismo objetivos, (apropiarse de lo que no es suyo) sí realizan un enorme trabajo y de la más alta importancia.
Como réplica a tal argumento, valdría simplemente presentar todas las cartas de navegación política de los últimos tres lustros: No hay variación alguna en el rumbo; todo se conduce en piloto automático; lo que en buena cuenta quiere decir que parlamentarios, presidentes y ministros, antes que conductores son felices pasajeros rentados del Crucero/Sistema que va caleteando por las islas del buen precio de los metales y los flujos que reporta ser el primer productor mundial de cocaína.
Hay que hacer votos entonces para animar a los ilusionistas y aquellos de las manos rápidas para que se decidan a llevar adelante el empeño judicial propuesto.
Pero, ¡ay, de la legión de injusvidiosos que en vez de aunarse a la demanda de cacos y magos, se afanan en echar basura y gritos en la puerta de los políticos; buscando en el griterío, votos futuros para que un día no muy lejano, —en el mismo congreso que critican— con una mano sobre la Biblia y con la otra bien “alzada”, juren a los cuatro vientos y suyos, que lo suyo es por Dios y por la Plata, también pe, qué caracho!
Publicado originalmente en ElBúho.pe