Estados Unidos está muy preocupado por lo que podría pasar si el arsenal nuclear paquistaní cae en manos talibanes. Para continuar con este aserto es preciso aceptar un breve artificio: dar por hecho que Estados Unidos es una persona juiciosa y poderosa y con un aspecto mucho más grave y temible que el simpático y ya obsoleto Tío Sam; y que las manos talibanes pertenecen a esos iracundos barbudos, con turbantes en la cabeza, de ojos negros profundos y que, armados hasta los dientes, gritan ininteligibles amenazas frente a las cámaras de televisión occidentales.
Estos hombres terribles que azotan a los pecadores y que amenazan la seguridad del mundo, han logrado ya desplazar, —en la galería de sustantivos tenebrosos para occidente—, nada menos que a Osama Bin Laden y Al Qaeda. Últimamente, los talibanes han logrado enfurecer al atómico ejército paquistaní que ha desatado una “guerra sin cuartel” contra ellos en el Valle del Swat, (una región del noroeste paquistaní). Por allí pasan ahora raudos, helicópteros artillados, aviones cazas y artillería pesada, descargando toda su furia contra los cerros y piedras del subdesarrollo. Un sobrio vocero del ejército paquistaní, confirma que la primera misión de los uniformados es minimizar los “daños colaterales”; es decir, la muerte de civiles. Afirma que, en lo que va de su misión han eliminado a 80 combatientes; pero estima en 500 los que lograron evadir el bombardeo; añade que la moral de la tropa está muy alta y que no cejarán en su empeño de liquidar la resistencia talibán.
Los medios pro- occidentales de Paquistán apoyan con entusiasmo la embestida: “¡Aplástenlos, de una vez!, resumen sus titulares. Pero siempre hay otros ojos que ven lo que el poder ciega. Kamal Hyder, nativo del área y ducho corresponsal de Al-Jazeera, (yendo a contracorriente de la mayoría mediática), tuvo la osadía de reportar que los voceros oficiales no tenían la menor idea de lo que estaba ocurriendo en la zona: un millón y medio de personas huían de los bombardeos; es decir, un movimiento migratorio convertido en catástrofe humanitaria jamás visto en Paquistán. La agencia noticiosa catarí no ha vuelto a transmitir un reporte suyo; en su lugar han puesto a un corresponsal occidental, hábil con el verbo telegráfico, muy puntual, tanto que ya nada informa.
Pero ya no es necesaria mayor información. Si para “eliminar” a 80 combatientes, es preciso desplazar de su hábitat a más de millón y medio de personas, no sé con qué parámetros puede valorarse el éxito de una misión militar de tal envergadura. Salvo que estemos hablando de valores cercanos a los 2 mil millones de dólares que Estados Unidos ha dado a Paquistán para que “cuide bien” las armas nucleares; sin contar unos 10 mil millones de dólares que ya recibió anteriormente el gobierno paquistaní, por el apoyo brindado en la llamada “Guerra contra el Terror” cuando estaba al mando el dictador militar Musharraf. De el destino de esta docena de miles de millones de dólares poco se sabe o poco se quiere saber; mejor dicho, se sabe que las manos que reciben estos fondos son corruptas. Lo que no se quiere saber es si las manos que entregan los fondos también son corruptas o cuanto de lo que de ellas sale, regresa a ellas mismas en alguna forma de retribución.
Por lo pronto, ha bastado que Hilary Clinton dé la alarma del crecimiento “alarmante” de la influencia talibán en Paquistán, para que el ejercito “muestre” que está comprometido con la preocupación de los Estados Unidos. O sea, donantes y donados, (escoja el lector quien es cuál) han hecho un leaflet sicosocial para justificar el dispendio de fondos. Sin embargo, para el establishment paquistaní, el millón y medio de gentes que se ha quedado sin casas, sin trabajos y sin otro propósito que el sobrevivir en condición de desgraciados, no es motivo de preocupación auténtica; claro, mientras no se hacinen cerca de la capital, Islamabad. La escusa es que había que combatir la influencia talibán, ya que incluso aplicaban su propia ley, la Sharia; lo cual es toda una media verdad: los paquistaníes, aplican la Sharia hasta en Inglaterra, (al interior de sus comunidades), estableciendo, por ejemplo, el interés cero en préstamos comerciales.
Lo que no se dice de Paquistán es que, sin necesidad de caer en manos talibanes, ya está en muy malas manos: más del 50% de su población es analfabeta; y, —algo que es muy común en nuestras latitudes—, la corrupción es malísima si la hace el prójimo; pero comprensible y natural si va por cuenta propia. La democracia, —también como en nuestras latitudes—, tiene mucho de representativa, pero nulo empoderamiento colectivo. Los partidos se acomodan detrás de las familias y sus clanes. A los hechos: Su actual señor presidente/autoridad, poco antes de serlo y requerido por un tribunal británico en una demanda de corrupción; para no presentarse arguyó sufrir brotes de demencia. Pero donde sí se presentó fue a una elección parlamentaria en su país, de donde —por esas cosas del destino—, el “loco” salió presidente. Por cierto, en el momento de su unción, todos recordaron su apelativo cuando fue ministro de Industria bajo el gobierno de su esposa, la difunta Benazir Bhuto: “Míster 10%”. No había obra ni autorización emanada de su cartera cuyo presupuesto no destinara ese diezmo para su arca personal.
Los Señores de la Guerra ya pueden estar satisfechos: tienen negocio para rato y como tienen flojera intelectual van copiando los capítulos de la guerra de Vietnam. En 1969 empezaron bombardeando secretamente a los vecinos Laos y Camboya, para luego expandir la guerra en esos países. Igual ahora, empezaron bombardeando con aviones a control remoto “focos” talibanes en la frontera afgano-paquistaní. Hoy en día el conflicto de Afganistán ya se chorreó a Paquistán. La guerra, digo la paz y la seguridad del mundo, precisan que Obama, igual que el Santo Moreno Fray Martín, ponga a comer en el mismo plato del negocio a perros, gatos y pericotes.