Hace poco, en la edición virtual y cotidiana de El Búho, se consignaba con un aire entre aliviado y patético la siguiente noticia: “Anciano se salva de morir”. Los detalles de la nota periodística informaban que un anciano de 59 años fue literalmente aplastado por un tráiler de carga pesada que al invadir el carril contrario trituró al pequeño Tico en que iba el longevo conductor. Por fortuna y a pesar de que su vehículo quedó completamente destrozado, el casi sexagenario resultó ileso.
A tenor del retablo electoral contemporáneo, está visto que los ancianos en Arequipa, de lo que no se salvan, es de llegar muy lejos en política, bien sean como alcaldes o presidentes regionales. Mientras al común de las gentes —cuando pasan a la jubilación—, lo que les espera son atenciones especiales en los hospitales o actividades de recreación para la tercera edad en el Seguro Social, a los ancianos que me refiero les espera más bien el portal de la Historia.
Al menos, ésto es lo que dicen los especialistas que se dedican a analizar el fenómeno. Dicen que a tal o cual anciano, lo que le falta es una obra que lo ayude a pasar a la posteridad.
Un servidor se toma con pinzas este tipo de análisis; primero porque es de muy mal gusto mirar a los potenciales candidatos como si ya estuvieran oliendo a inquilinos de un mausoleo, (siendo tan jóvenes además); y segundo, porque se omiten dos factores muy importantes: la enciclopedia “Venciendo” y el papel de los “Constructores”.
Sobre el primer factor, se olvida que la modesta enciclopedia, muy popular en los 60s fue el alma mater de la clase política contemporánea actual. Lo que saben de historia, lo aprendieron allí, en “Venciendo”; allí aprendimos a recitar las dinastías del imperio incaico: Manco-Capac-Sinchi-Roca-Lloque-Yupanqui… hasta Huáscar-y-Atahualpa; allí conocimos a los Virreyes y los mandamases locales: Ramón-Castilla-Prado-Piérola-Cáceres-Leguía-Belaúnde-Velasco-Morales-Bermúdez… vuelta Belaúnde y los que siguen en la lista.
Y al lado de la foto de cada cual, —en lo que da un telegrama—: su obra. Por eso era buena la “Venciendo”, no daba para florituras, todo lo que fue Castilla se resumía en la oración obra/telegrama “Dio libertad a los negros”; Velasco: “Hizo la reforma agraria”.
De modo que sin querer queriendo nuestra cultura educativa nos enseñó la primera ecuación del álgebra social peruana: la igualdad de autoridad, igual a obra. Después la cosa se fue complicando —por eso de la factorización— y apareció el binomio Perú Revolucionario igual a Pueblo más Fuerza Armada; luego la matemática local, sin base intelectual para subir al cálculo diferencial e integral se dio de bruces con la aritmética juliaqueña de ese gran anciano Cáceres que devolvió la honestidad al latrocinio en base a un giro algebraico genial: sustituir la igualdad por la conjunción adversativa; digo, más claro: Roba pero hace obra.
Esta digresión sobre el patriarca electoral Cáceres no es casual, más bien sirve para explicar el segundo factor de la posteridad; me refiero a los “Constructores”, cuyo cariz, aunque aparentemente más benigno que sus inversos del hampa “los Destructores”, resulta, —irónicamente—, más nefasto para la política contemporánea peruana. Los “Constructores” de nuestros días han superado al venerable caco Cáceres, han despejado sin asco la conjunción adversativa pero y han alcanzado la pureza algebraica de la ecuación obra igual a robo.
Dejo al lector la tarea de elucubrar el grado de “constructor” que tiene cada candidato; de que si es un político pánfilo y detrás están los “constructores” tentándolo con obras apoteósicas para pasar a la posteridad y “forrarse” ellos; o si éste es un constructor redomado y de político solo tiene la careta.
En todo caso, Arequipa, la de la tradición y el futuro, puede estar tranquila, tiene en el pasado su casta jurídica y en el presente histórico su casta doctoral de filósofos; digo el doctor Abimael Guzmán, cuarta espada del marxismo-leninismo-maoísmo y al doctor Juan Manuel, cuarta chaveta del oportunismo de parientes, chulis y cargadores. Par filosofal de doctores que gracias a sus diálogos íntimos con otro ilustre e histórico doctor arequipeño, Vladimiro Montesinos, no podrán emular a Fidel Castro con su alegato “La historia me absolverá”.
Al más afortunado de los doctores, (al que está libre) le queda el consuelo de pasar a la historia vía una carilla regional de “Venciendo”; ahora bien, con cuanto de “Ganando” pasará a la posteridad, la verdadera historia lo dirá.
Publicado originalmente en ElBuho.pe