La Tía María y sus malhadados sobrinos

Érase una vez en el Perú, —topónimo y entidad donde los atributos de haber nacido en el mismo territorio, o hablar la misma lengua se licencian del significado de nación; (lugar donde se comparte un origen común)—. Perú: un territorio donde se hace realidad el dicho Vivir sobre el país, (registrado por la RAE) que explica el modo utilizado por aquellos que medran gracias a haber renunciado a la rectitud moral: “Vivir a costa ajena, valiéndose de estafas y otros procedimientos similares”.

El párrafo de apertura corresponde a lo nombrado, el país; donde se monta el escenario en el que aparecen los miembros de la familia que se alude en este panfleto. El Érase que le precede no es casual, no solo porque dicen que al principio de todo siempre estuvo el verbo, sino porque allí está la clave de todo este relato, pues la parte adverbial que le sigue al verbo ser: “una vez en el Perú”, es un sintagma vacío, porque aunque morfológicamente exprese una ocurrencia única, (sucedió una vez), semánticamente queda modificado por la adición del sufijo se al verbo era; en este caso el se que se pega al verbo no es una partícula arcaica sino una maravilla semántica que apoyándose en el aspecto reflexivo del sufijo se, viene a significar que el presente no es otra cosa que el pasado que se repite constantemente.

Para el lector que haya sobrevivido esta digresión lingüística y que aún esté confundido, lo invito a contemplar el río de Heráclito, quien de no haber vivido en Grecia y haber fijado su residencia en el Perú y en Arequipa, jamás se le hubiera ocurrido decir: “Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”.

O sea, si Heráclito hubiese sido miembro de la casta peruana, arequipeña, o camaneja, hubiese dicho: “En este río me baño yo las veces que quiera porque yo soy el que fui y seré siempre; y nada ni nadie tiene por qué cambiar si a mí no me da la gana, porque el Perú, Arequipa o Cocachacra es mi chacra”.

Sí, pero en el Perú de verdad, Heráclito no existe; en su lugar aparece un filósofo inmaterial que careciendo de forma y de lengua trastoca la materia y mueve los ríos subterráneos de la tierra; a la parte telúrica y desconocida de su enojo la llaman Pacha Cámac y al río interno de entidades que la mueve Uku Pacha, contra ellos la sola invocación del “Estado de Derecho”, “El monopolio de la violencia”, “El principio de Autoridad”, convierte súbitamente a sus invocantes en enanos.

Para ser peruano y estar parado en el suelo de este país no basta tener propiedades y acciones en la bolsa, o ser dueño de los medios nacionales de desinformación, (como los pocos); no basta poseer títulos académicos, (como muchos), ni tener DNI, (como todos), sino tener edad acompañada de memoria, de historia y de la firme voluntad de destruir mitos; por ejemplo, el tongoniano “Sufre, peruano, sufre, si quieres progresar”, una pervertida, sórdida e interesada filosofía para negar que venimos sufriendo siglos para el único beneficio de una casta que nos dice qué pensar, qué sentir, cómo actuar y por quién votar.

Tener mucho más de medio siglo de vida reflexiva en el Perú no otorga un conocimiento cabal de cómo es y cómo se comporta este país; y fundamentalmente, cómo se comportan sus élites; pero dentro de la cuota de vida peruana del servidor que esto escribe, no me es difícil percibir que a este país lo sigue mandando una élite de raza blanca, peninsular, o la que fuere europea, hegemónica en todos los sentidos, cuyo gran logro es haber inoculado en la población mestiza la idea de que alcanzar algún grado en la jerarquía social, es haber alcanzado un ligero tono blanquecino en la piel que permite que los blancos criollos los traten casi como sus iguales.

Dicen los fatalistas que nada es casual y que todo obedece a un destino predeterminado; dicen los criollos blancos y sus mestizos adjuntos, que para ellos también todo ya está predeterminado; para ello cuentan con un Nobel y a los amigos de éste, (Dañino, primer ministro de Toledo), sentados en el directorio de las grandes corporaciones mineras; y que solo queda acatar sus designios.

Si diéramos lugar a los lingüistas —tipo Chomsky— podríamos enterarnos de que más que determinismos, lo que hay es un discurso pertinaz que niega la dicotomía entre blancos criollos e indios: blancos y criollos son las autoridades de cualquier jerarquía en el Perú; blancos son los congresistas; blancos son los policías; blanco es el defensor del pueblo y blancos tienen que ser cualquier gente decente y de buenas familias; incluso son blancos los que no son blancos, (tipo el indígena magistrado Ticona) si llegan a un alto cargo en la escala judicial.

Claro que en el rato de la matanza, (morir a manos de peruanos y matar peruanos), a los blancos les da por matar de “opinión” y “órdenes”; pero para el otro menester disfrazan a los indios de policías y soldados y los echan contra la poblada para que así los indios se maten entre indios y que viva el Estado de derecho que les permita a los blancos ser lo que fueron, son y aspiran seguir siendo.

Y para estar instalados donde están, resulta patético que invoquen en quienes les resisten, apelativos como terroristas antimineros; la sola asociación de terrorismo a cualquier forma de resistencia contra su hegemonía de raza/clase es una falta de cortesía contra quienes los han hecho hegemónicos hoy en día.

Pues hoy en día la casta y sus operadores están donde están gracias a su principal operador en el pasado: Sendero Luminoso. De no haber sido por el doctor Abimael y sus huestes, que hicieron el trabajo sucio para que se instalara el neoliberalismo en el Perú, (destruyendo el movimiento democrático y popular que empezaba a gestar la izquierda peruana), hoy en día no existirían Humala, (con su presunta cuota de sangre en Madre Mía), ni el presunto mataor de periodistas Urresti en Lima, ni el general barra brava Blanco en Arequipa.

Solo gracias a la labor destructiva de Sendero Luminoso, —contra la izquierda peruana—, dinamitando cabezas como la de María Elena Moyano, es posible tener hoy en día como presidenta del Congreso, a una comerciante oportunista como Solórzano, o haber tenido durante unos años como modelo de mujer con sensibilidad social a una rabona como Nadine Heredia.

Solo gracias a la labor destructiva de Sendero Luminoso, —contra la izquierda peruana—, es posible que hoy en día, en Arequipa, jóvenes mujeres con emoción social como Nadia Torres, de Juventud Socialista, se hayan perdido en el tiempo y queden opacadas por el brillo de gigantografías de una pelmaza cucufata como Yamila Osorio.

Solo gracias a la labor destructiva de Sendero Luminoso, —contra la izquierda peruana—, es posible que oportunistas cuyo afán de figuración, instinto pecuniario y falsa vocación de servicio, hayan dado el salto a tribunos nacionales como EgurenZamudioRondón y el inefable fósforo jurídico Falconí, gozando de una tribuna social que apagan con su sola presencia.

Por si no ha quedado claro, en mi enumeración, (que por razones de espacio queda corta), he nombrado a la familia de la Tía María, vieja harpía que nos quita la alegría de vivir como hermanos; pero ante esos familiares de las tinieblas, saludo la resistencia de los puebleros de Islay, Arequipa, la Joya, Camaná; saludo la revitalizadora insurgencia de los estudiantes de la UNSA, saludo la tenacidad de líderes como Vladimiro Begazo y la solidaridad de los puebleros de todo el sur del Perú; hijos predilectos de la Pacha Mama y del Uku Pacha, porque este pueblo no se rinde y para que sepan que en estas tierras, por más diarios El Comercio,  Perú21s, por más canales nacionales de televisión basura, por más Cecilias Valenzuelas, Jaimes de Althauses, Fredys Rosas, RPPs,  Confieps, Mineras, Cámaras de Comercio y demás chulis asociados; cuando todo parece que ya está seguro en el bolsillo; cuando parece que todo lo tienen ya amarrado…

De un día para otro, ¡todo se puede ir al carajo!

¡Tía María no va!
¡Fuera Cerro Verde de Arequipa!
¡Fuera Southern del Perú!

 ¡Arequipa, revolución, siempre!

Publicado originalmente en ElBuho.pe

 

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