Obama: Salud y pesetas

Con una asombrosa capacidad de síntesis,  la prensa occidental ha calificado sin reservas y como “Victoria Histórica” la reciente aprobación, en el Congreso estadounidense, de la llamada “Reforma de Salud” del presidente Obama. Poco se ha incidido en el apretadísimo carácter de la votación: 219 a favor, 212 en contra. Y menos aún sobre el contenido, especialmente  si éste se compara con la promesa electoral: cobertura de atención médica universal, (para todos) y el resultado final: más usuarios obligados a pagar/engancharse en una compañía privada de salud.

Yo no sé si será por flojera intelectual o una mezcla de prisa por preparar un informe noticioso con verborrea disfrazada de elocuencia, pero lo evidente es que la cobertura mediática occidental parece una copia del “informe de prensa” preparado por los publicistas de Obama. Sin embargo,  para cualquier persona curiosa que haya dedicado cierto tiempo a navegar por la noticia, le debe haber parecido sorprendente, entre otras cosas, el baile de los “millones” de beneficiados. Los más optimistas fijan a los agraciados con la ley en 32 millones; otros solo en 22 millones. Los más ecuánimes dicen: “Bueno, la ley no es perfecta; así es la democracia; es probable que entre 12 y 16 millones de personas queden sin protección médica; pero es un avance, claramente”.

Sin embargo,  los datos de partida no se han movido: 46 millones de estadounidenses no tienen ningún tipo de cobertura de salud  y 45 mil mueren anualmente por falta de atención médica; el equivalente a 15 “11s de setiembre” anuales. Y para honrar a estos muertos, que se sepa no hay ninguna guerra declarada en contra de tamaño enemigo. Además, en el horizonte, el futuro tampoco es muy prometedor: Physicians for a National Health Program (ver Progressives debate health “victory”  http://therealnews.com/t2/index.php?option=com_content&task=view&id=31&Itemid=74&jumival=4957), una entidad no lucrativa que agrupa a 17 mil médicos y profesionales de la salud estadounidenses, estima que, con la ley aprobada, por lo menos 23 millones quedarán sin cobertura médica hasta el año 2019.

La verdadera victoria de esta historia,  o la historia de cómo una derrota popular se tergiversa en triunfo es algo que se irá difuminando en millones de partículas; digo, pólizas de seguro médico que se remitirán a los “asegurados” estadounidenses con casi infinitas variantes de opciones pero con un único denominador común: a más opciones de cobertura, más alta la cuota a pagar.

Resumiendo, la atención de salud en los Estados Unidos no es, como debe ser,  un derecho humano asequible a todo ciudadano, sino una mercancía y no una cualquiera, sino que a partir de la ley se convierte en una mercancía de consumo obligatorio para todo aquel que pueda pagarla aunque no tenga necesidad de usarla. Y el que no tiene como pagarla ni quien se la pague o si es un inmigrante ilegal a los ojos de la legalidad vigente; bueno, es una pena, y ya se sabe, la democracia no es perfecta.

Cómo será de tendenciosa la información que hasta el propio presidente de Francia, Sarkozy, de paso por Estados Unidos, dándoselas de muy enterado, se mandó un discurso en la universidad de Columbia, felicitando a los norteamericanos por “haber ingresado al club de los países que gozan de la cobertura universal de salud… como en Europa, donde  a nadie se le pide su tarjeta de crédito para ser atendido”. Todo un lapsus, debió revisar no sólo los titulares sino las propias declaraciones de Obama, —dicho sea de paso, las más modestas y realistas en todo este asunto—: “Esto no es una revolución, ni siquiera una reforma, es solo un paso adelante en la dirección correcta”.

No encuentro mejor forma de explicar la naturaleza de esta “victoria” que comparar la reforma de salud de Obama con la eliminación de la renta básica del servicio telefónico en el Perú. Toda una exacción con visos de legalidad que regaló Fujimori a la transnacional española y que fue caballito de batalla electoral durante dos campañas presidenciales. El resultado: ya no existe la renta básica; es decir, un triunfo político. A ver, vea usted, levante este vasito invertido: “¿está acaso la bolita/renta básica?” No. No está. Entonces, deje su platita.  A ver, levante este otro vasito invertido; ¿está acaso aquí? No. Tampoco, siga dejando su platita; veamos en este último, tenga confianza, levante el vasito. No. ¿Ve que no está aquí la bolita/renta básica? Mientras usted piensa donde está la bolita/renta básica, vaya usted estudiando todas estas opciones: si llama, pero no lo llaman es tanto; pero, mire usted, si usted no llama, pero lo llaman, pues claro, es menos; pero mire usted y no deje de mirar… a ver dónde está la bolita…

Y la bolita, nunca está en los vasitos que se muestran sino que siempre está entre los dedos del prestidigitador/timador/partido político/corporación telefónica/compañía de seguros de salud, etc…  y los ojos, los suyos; digo, los nuestros, los del consumidor ex-ciudadano están siempre en otro lado buscando la bolita que no parece estar en ninguna parte. Y como cada uno no tiene su propio periódico o cadena televisiva nunca habrá forma de revertir la naturaleza del timo ni la veracidad del “titular histórico” fabricado por los políticos y la prensa.

 De modo que Obama puede brindar contento: ¡Salud y pesetas y que vivan las buenas tretas!, porque las cosas no han cambiado, como bien aprenden los recién llegados a USA: “Hay tres cosas que nunca  se deben hacer en el país de los sueños: casarse, enfermar o morirse”.

Publicado originalmente en LaRepública.pe

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