El Gran Ganador

Acaso no habrá conocido uno, gente que se pone cosas raras en la cabeza: sin ir muy lejos, mi padre, que se vestía de levita negra, y se enfundaba en la cabeza un tricornio de plumas negras para asistir a las ceremonias oficiales, junto al Obispo, al General, el Prefecto  y otras autoridades departamentales. En mi infancia conocí también a un orate que merodeaba el mercado, buscando entre la basura algo que llevarse a la boca y aunque siempre estaba muy andrajoso y sucio, llevaba como corona en la cabeza, y con mucha dignidad: un calzón de mujer.

De modo que llevar algo raro en la cabeza puede ser algo muy importante y no hay que caer en la simplificación de creer que es una ornamenta cualquiera,  una mera prenda de la vestidura para los rituales del protocolo entre  notables. No, la cosa tiene otras implicancias. En las últimas elecciones, un candidato que cabalgaba de subida en las encuestas, por rechazar el ponerse una prenda en la cabeza, terminó como jinete inmóvil en el cuarto lugar.

Llevar algo raro en la cabeza predispone a grandes cosas; por ejemplo, Don Quijote llevaba una bacenica; y hasta ahora, todo el mundo celebra sus hazañas. Pero la cosa tiene más enjundia si el portador  de la prenda es intermediario entre el cielo y la tierra. Tal fue el caso del Ayatolla Khomeini que en 1979 convocó un paro nacional en la industria petrolera iraní; el éxito se debió sin duda a que el del turbante en la cabeza, al final de la convocatoria sentenciaba: “No acatar el  paro, es pecado”. Y ya se sabe, desde ese entonces Irán es una república religiosa, donde mandan los del más allá, aunque cobren y muy mucho aquí en la tierra nomás.

Hace poco, la directora de El Búho se preguntaba en su columna quién había ganado en Arequipa, una interrogante muy precisa si lo que se busca es poner rostros en los peldaños de la gráfica electoral, aunque en estas cosas de la estadística nunca faltan los intérpretes que bien pueden explicar que lo que está abajo, realmente está arriba o viceversa. Por ello no hay que dejar que las explicaciones estadísticas oculten al artífice de todo lo ganado; no solamente en Arequipa sino a nivel nacional.

Estoy hablando del Ayatola local, del hombre con el cucurucho.

En un país donde abundan los curanderos y chamanes,  que bien hacen volver al tálamo de la pasión  a la persona amada, aunque ésta no quiera; que cambian los caprichos de la mala suerte atrayendo a la buena fortuna en los negocios;  y que sanan todas las enfermedades que no se pueden curar ni en las clínicas de lujo.

De un país así tenía que brotar un demiurgo para la plutocracia nacional. Solamente premunido de una mitra en la cabeza y blandiendo más a siniestra que diestra un agitado báculo, marcó la cancha electoral entre el cielo y el infierno; entre el pecado y la virtud. Y Santo Remedio. Se acabó la tendencia estadística. La Verónika se quedó en susto; y los ricos pasaron por el ojo de la aguja electoral, con la facilidad que los fluidos pasan felices por un tubo.

Pero como los designios de estas cosas son inescrutables y a los virtuosos les da por escribir torcido hete aquí que a los finalistas les ha dado por ponerse díscolos. Una acusa al otro de rico; el otro la acusa de ser una hija de mal padre. La parroquia desde el fondo grita: “Los dos son ricos”.

Menudo problema: dos ricos no pueden pasar juntos por el mismo ojo de la aguja/presidencia.

Llegan rumores de que la susodicha hija, que ya tiene un montón de sillas en el congreso, de ganar tendrá sus propias Asociaciones Civiles, con sus propios constructores y sus propios chulis, para así devolver favores con su gente y compartir la tortita de Obras por Impuestos.

Malas noticias en el reino del más acá. ¿Qué hacer?

De repente rezar no basta; si ya le funcionó al Ollanta, ¿por qué no podría resultar otra vez? Digo, una invocación en serio, urbi et orbi con fina atención a España. O sea, algo así como: “Señor Nobel Mario, usted —por agnóstico— no es digno de entrar en nuestra casa; pero un trascendental discurso suyo, en el momento crucial; digamos un mega mitin multimedia que sería re-propalado en todas nuestras universidades, colegios y parroquias…

¡Bastará para salvarnos!

Publicado originalmente en ElBuho.pe

Esta entrada ha sido publicada en Gárgola sin pedestal. Agregue este enlace permanente a sus marcadores.