En África del norte está ocurriendo lo mismo que sucedió en Orán, una ciudad de la costa argelina, donde un mal día, sus habitantes empezaron a descubrir ratas muertas en los umbrales de sus casas; más allá, en los bordes de las aceras, otras ratas se retorcían hasta expirar con la panza arriba, expuesta inclementemente hacia el sol.
Lo que empezó como sucesos individuales, primero en las casas ubicadas en los extremos de la ciudad, al poco tiempo, terminó por afectar a la ciudad entera. Luego, ya no fueron solo las ratas, también los humanos empezaron a sucumbir: se retorcían de dolor; presas de la fiebre, alucinaban; enloquecidos se subían a los promontorios y amenazaban suicidarse. La Peste había llegado a la ciudad.
En realidad, la peste con la muerte premonitoria de ratas en Orán, nunca ocurrió, salvo en los dominios de la ficción de Albert Camus, en su renombrada obra: “La Peste”. En cambio, (si en la locura todo lo fantástico se torna cierto); es cierto que no muy lejos de las costas de Argel, está ocurriendo una auténtica “Peste”, similar a la de Orán. Y como en aquella, todo comenzó también con ratas.
Ratas de una cepa muy común, con dos fenotipos asociados: juventud y pobreza. Estos seres asquerosos siempre habían estado allí; pero nunca habían manifestado virulencia alguna, hasta que llegaron los “Perros”: un ejército infame de teléfonos celulares con cámaras, mordiendo e inoculando información engañosa con satélites y laptops; desquiciando a las ratas, jóvenes miserables que salieron de sus escondrijos, tomaron las “tabletas” que desperdigaron a diestra y siniestra los Perros de la Prensa y empezaron a invadir las “Casas” de los Ancianos Venerados, al grito de: “La Patria, no tiene Padres”.
Y como en la narrativa de Camus, los ancianos también enloquecen, (Gadafi, Mubarak, Ben Ali), suben a los promontorios/sets de televisión y anuncian su suicidio, no sin antes amenazar que exterminarán a las ratas, “casa por casa” y que están más allá de cualquier circunstancia, porque ellos son: “La Gloria”.
A estas alturas del post, —si no he agobiado al lector—, habrá éste colegido que me estoy refiriendo a la cadena de revoluciones que se ha desatado en África del norte: primero Túnez, luego Egipto, ahora Libia; mañana, —están en fila: Yemen, Bahréin, Jordania, Argelia, Arabia Saudita. Si el viento crece, también sacudirá la democracia de exportación impuesta en Irak; y, si la revolución toma el curso trotskista de que revolución que se para no es revolución, la onda expansiva puede terminar también con graves sacudidas en la propia República Islámica de Irán.
Cómo estará de malo el mundo/sistema, que la democracia sin especialistas/congresistas se ha convertido en una enfermedad, contagiosa y, —todo indica— pandémica. Lo peor de esta enfermedad es que parece inofensiva; quienes la van a padecer, la escamotean: la tocan, la nombran, se visten con ella, la hablan y la ablan. El partido del octogenario Mubarak, ¿no se llamaba acaso Partido Nacional “Democrático”?.
A partir de la profusa información televisiva que ha traído consigo la revolución tunecina y los subsecuentes alzamientos, los “especialistas” del negocio democrático, debieran poner los instrumentos en remojo; porque tiene que haber más de una explicación/interpretación a sacar entre las imágenes digitalizadas/descafeinadas que nos puede entregar, digamos la CNN, FOX, BBC y la televisión de los Ivcher locales, con las ráfagas de realismo tembloroso, vibrante y vital de los propios actores de la historia. Éstos se entrevistan a sí mismos, al prójimo y a la calle; los otros (las cadenas/poder) entrevistan a las autoridades/ancianos venerables/especialistas/analistas. Es posible, entonces encontrar un punto equidistante entre lo que nos dice el maestro Hugo Neira, (La sorpresa. La democracia árabe) http://www.larepublica.pe/24-02-2011/la-sorpresa-la-democracia-arabe : “Ver no es comprender. Reflexionar, es, pues, el papel de la prensa escrita”, (O sea, especialistas —el paréntesis es mío—) y lo que nos dice Robert Fisk, http://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Fisk Can Mayor de la Prensa Internacional: “No hay que hacer caso a los analistas”.
Nunca como hoy, (la belleza de las revoluciones) la dicotomía entre verdad y mentira se hace más evidente: Los perros de la prensa, y los perros falderos del poder.
Lo cierto es que los sucesos más importantes en lo que va del siglo XXI, (incluso más importantes que el ataque a las torres gemelas en Nueva York, el 11 de setiembre del 2001), ya están en curso, dejando a los especialistas, con el discurso perdido y los esquemas, totalmente, descolocados: “Ellos, (los árabes), lo único que quieren, es vivir como nosotros, (los occidentales), tener elecciones y elegir “libremente” quien los “mande”.
Hay que advertir, urgentemente a los compañeros árabes, para que su dios, Alá, El Misericordioso, los libre de tener una democracia, por ejemplo, como la estadounidense, donde los congresistas tienen que casarse con El diablo/lobby para tergiversar las legitimas aspiraciones de su pueblo.
O que los libre de democracias de baja intensidad, como la peruana —por poner un ejemplo— donde los aspirantes, antes de presentarse al pueblo, corren a la embajada de los Estados Unidos para presentar su certificado de buena conducta con el Imperio, (el certificado de “aprovechamiento” vendrá después), y donde lo único que se ha democratizado es la corrupción: “La plata llega sola, —osmosis financiera/política natural—, a la presidencia nacional, regional y hasta el bolsillo del último alcalde distrital, y donde el chorreo de la inversión extranjera se reparte entre los padres de la patria, los tíos de los gobiernos regionales y los hermanos de los concejos locales.
No es solo petróleo y libertad lo que está en juego, en estos días, en África del Norte y el Medio Oriente; detrás del petróleo está la democracia y detrás de la libertad está la prensa, ni una ni otra, pueden estar en manos de especialistas. Las únicas manos posibles y simbólicas son las que pueden darse (me voy a poner elegíaco con los gringos) entre las manos del viejo demócrata Thomas Jefferson http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Jefferson y las del viejo periodista John Reed http://es.wikipedia.org/wiki/John_Reed.