Palabras que matan

Dicen los místicos que el espíritu nunca muere; los menos dados a estas elucubraciones elevadas aseguran que más bien el espíritu sigue la ley lavoisiana: no permanece eterno en su forma sino que se transforma. Los materialistas puros no se andan con rodeos y concluyen que cesadas las funciones que dieron vida a la materia orgánica, ésta —y cualquiera emanación que tuviera— queda tan muerta como una piedra.

Bueno, todo es relativo: no faltará quien diga que la piedra, realmente no está muerta sino que tiene un grado diferente de actividad molecular y todo es cuestión de contar con los instrumentos apropiados para infundir, en esa piedra inerte, una nueva y colosal actividad, tan viva que es capaz, incluso de extinguir cualquier otra forma de vida.

Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991 se dio fin a la guerra que durante más de cuatro décadas sostuvieron los estadounidenses con los rusos. Fue una guerra fría, para ambos; pero ardiente y cruel para quienes pelearon la guerra por ellos; digo, vietnamitas, coreanos, afganos; y todos los militantes y simpatizantes de los movimientos de liberación del Tercer Mundo; añada también el lector el sufrimiento silencioso de polacos, húngaros, checoslovacos, rumanos, búlgaros y otros tantos pueblos que fueron tapados por el poco justo eufemismo de “cortina de hierro”.

La victoria del capitalismo sobre el comunismo fue recibida en “El Mundo Libre”, (léase los patios delanteros  y traseros del imperio), con una algarabía sin límites; las fronteras para el comercio se hicieron cada vez más porosas; florecieron los negocios; los estados se hicieron más pequeños, los gobiernos fueron reducidos a minúsculas caricaturas y el gobierno real del mundo fue entregado a un puñado de corporaciones que controlan el mundo, ya no detrás de una cortina de hierro sino esta vez tras una cortina invisible; unos la llaman a secas: “la mano del mercado”, otros: “los inversionistas”; busque el lector un símil intermedio como: “Sistema” y la descripción quedará casi perfecta.

Dos décadas después del fin de la Guerra Fría queda absolutamente claro que el socialismo, realmente ya no existe. Y aunque es probable encontrar viejos letreros y parroquianos con tales denominaciones, no dejan de ser meras reliquias. La política efectiva ha dejado en desuso tanto el vocablo como su siniestra ubicación: “¡izquierda!”. Ya nadie es de izquierda; nadie es socialista; pero, cosas de la vida, como si el destino le hubiera reservado al difunto un letal golpe de justicia poética, ya nadie es tampoco de derecha y nadie es capitalista. La vieja dicotomía burguesía/proletariado ha desaparecido; la lucha del proletariado contra la burguesía ha sido transformada en la pugna por el chorreo, el óbolo y la distribución del canon; a su vez, los capitalistas han mutado la persecución y exterminio de los agitadores por la lucha contra la pobreza.

Y así el mundo; digo, el Sistema, iba corriendo sobre ruedas, feliz e imparable como una flor de la canela, derramando dinero, que a su paso dejaba y ¡pum!, le estallaron los bancos en Wall Street el 2008 y el mundo/Sistema, —hay que decirlo—, no ha vuelto a ser el mismo. Baste un dato demoledor: En USA, (que tiene una población de 311 millones) un millón de personas perdieron sus casas por falta de pago, el año pasado. Proyecte el lector, según su imaginación, cuántos habitantes había por casa, cuántos habrán perdido el empleo; en fin, variables no van a faltar. En España el mercado inmobiliario es más discreto, se limita a informar que el porcentaje de embargos de casas ha aumentado dramáticamente, respecto a los primeros trimestres de años pasados. Con lo cual no dice nada; pero algo habrá cuando hay iniciativas legislativas presentadas por la minoría que aspiran a que los bancos, ya, se queden con las casas; pero que por favor no sigan persiguiendo a los prestatarios en quiebra, ya desposeídos de sus casas, pero a quienes los bancos les siguen aplicando intereses infinitos, cuyo pago bien podría cubrirse, digo yo en unas tres reencarnaciones.

Y hablando de reencarnaciones vuelvo al principio de este post. Sobre el espíritu que nunca muere. Bueno, muerto el comunismo; inexistente la derecha, qué hacer, a quién echar la culpa de todo el malestar social. No se puede culpar al sistema, porque éste es incuestionable. Y los políticos, —también hay que decirlo—, ya no son políticos sino unos aprovechados que se prenden del caño de donde sale el chorreo o la fuente desde donde la plata llega sola (escoja el lector la imagen más conveniente) y, cuando pierden acceso a esa fuente mágica de dinero, se arrebatan y arremeten contra el mamón de turno, (el gobernante en funciones)como sea, y como carecen de razón apelan al concho, al resabio de décadas de odio contra el prójimo que no era igual que ellos, cultivado en la guerra fría y lo aplican contra su misma clase.

España y USA, dos países que tienen marcada su historia por la guerra civil son un claro ejemplo del discurso donde se busca la aniquilación del oponente político, hoy en día. Para la oposición española no hay ser más vil y maléfico y culpable absoluto de la crisis en España, que el presidente Zapatero y su partido el PSOE (como si el problema de la crisis únicamente sea cosa de matices personales en management y como si los políticos de sus filas fueran totalmente distintos en moral, usos y mañas que los del partido gobernante). Peor panorama en los Estados Unidos, donde la oposición ha logrado instalar en la mente de muchos electores que ¡Obama es comunista! ¡y musulmán! Y que el partido de gobierno, los demócratas, quieren entregar USA a los chinos y a los árabes.

Obama, no se queda atrás, en la campaña electoral legislativa de noviembre pasado se dirigió  a sus seguidores  afirmando: “si ellos, (los otros) vienen con navajas, pues los recibimos con pistolas”. Y los otros, —ya avisados—, no llegaron con chavetas. En Tucson, Arizona, el sábado 8 de enero, un joven de 22 años, armado con una pistola irrumpió un acto político de la congresista demócrata Gabrielle Giffords; se acercó hacia ella, levantó el arma y le disparó a la cabeza; giró sobre sí mismo y disparó al público, dejando en su estela de odio seis muertos y 13 heridos.

  1. En mi último post, El vaivén del Wiki-Wiki, abrigaba la esperanza de que algún empleado honesto de la banca suiza tenga a bien difundir las cuentas secretas de tanto encumbrado que hay por el mundo. Afortunadamente esto ya ha ocurrido. Un banquero suizo hace una semana entrego a Julian Assange unos CDs con información de más de 2000 prominentes personajes de la política mundial que tienen sus fortunas a cubierto en las Islas Caymán. Assange ha prometido hacer públicas las cuentas en los próximos días.

 Publicado originalmente en LaRepública.pe

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