“Yo ya estoy cansado de gobernar; que yo recuerde, sólo debo haber tenido unos tres meses de vacaciones en 56 años de servicio ininterrumpido a mi chacra/pueblo; por mí me iría ahora mismo; pero no lo hago. Soy un hombre responsable. No soy un hombre cualquiera: nunca he derramado una lágrima; nunca he sido víctima de la desesperación; y jamás he caído en provocaciones. Yo no gobierno porque quiero. Yo mando aquí por la voluntad de Dios; Él me ha hecho gobernante; me ha salvado la vida innumerables veces, —por algo será—.
Yo soy el padre de Egipto y no me voy. Quiero seguir “sirviendo” a mi país un tiempito más, qué les cuesta, además, es por su bien, si yo me fuera, reinaría el caos…”, Hosni Mubarak, dictador de Egipto por 30 años, lunes, 29 de enero, 2011, El Cairo.
“¡Yo no creo en la democracia!, ¡eso es una tontería! A ver, a esos chicos que están haciendo bulla en la plaza Tahrir, ¡ya está bueno! ¡A ver, esos padres de familia, que llamen a sus hijos y les ordenen que vuelvan a casa, que las cosas se van a arreglar en orden. Si no, no hay diálogo” Omar Suleiman, Vicepresidente de Egipto, torturador oficial del régimen egipcio y entusiasta colaborador al servicio de los Estados Unidos en el programa de tortura internacional llamado Rendición Extraordinaria. http://es.wikipedia.org/wiki/Centros_clandestinos_de_detenci%C3%B3n_de_la_CIA
El 30 de enero por la noche, Mubarak, el padre de Egipto, cual Saturno redivivo, hambriento de hijos, ordena a la Tercera División Blindada de su ejército aplastar con sus tanques a sus hijos y aniquilar la revolución en la Plaza Tahrir; vuelan entonces rasantes los cazas F-16 sobre la plaza; pero su estruendo no tiene eco en tierra. Afortunadamente los militares al mando de los tanques no son chinos y Tahrir no es Tiananmen. Salen los oficiales de sus torretas, tiran los audífonos y gritan a los cuatro vientos: “¡Están locos, no vamos a acatar esa orden!”
Entonces comienza el diálogo; unos viejos interlocutores dialogan con unos viejos militares, salen escenas de estos diálogos en la televisión estatal egipcia. Los jóvenes en la Plaza Tahrir desacreditan el dialogo: “No necesitamos intermediarios, nuestras demandas están expuestas en las plazas y calles de Egipto y en la plaza global de Internet”.
Obama envía un mensajero a Egipto, Frank Wisner, un diplomático con gran “llegada” a Mubarak. El mensaje: “Dice el presidente de los Estados Unidos, que te tienes que ir”. Regresa el mensajero y suelta al viento: “Mubarak debe quedarse, su presencia es crucial en la región”. Con las horas se descubre lo crucial del asunto: Wisner, además de diplomático estadounidense, resulta ser un empleado del tirano egipcio; trabaja como abogado en una de las firmas norteamericanas que asesora los negocios de la familia Mubarak.
La Plaza no se rinde, pasan los días, ya se cansarán. Mañana, aumento de sueldo a todos los empleados públicos, 15%. La casta de instalados en Egipto, sigue su rutina, ajena al bullicio, jugando golf, tomando café y tertuliando: “Es gente ociosa, han esperado 30 años, que les cuesta esperar unos meses más, qué ingratos con nuestro padre, por él tenemos estabilidad”.
Los gobiernos europeos y Obama hacen malabares con la retórica, saludan a los jóvenes como quien entrega pan a los pobres; también saludan a los militares…, tranquilidad…, el gobierno de Israel tiene pesadillas del trapecio… y si se cae el equilibrista… El rey de Arabia Saudita suda dólares…, todos saben que ha hablado con Mubarak: “Dinero nunca te va a faltar, resiste”
Pero la Plaza no se rinde: los enamorados se casan en ella, los desocupados trabajan organizándose; los médicos curan y no cobran; los poetas echan sus versos y los oprimidos echan piedras al mal destino; las mujeres echan sus salgutas (chillidos tradicionales), los musulmanes echan sus rezos codo a codo con los cristianos y nadie persigue a los ateos. No hay líderes, nadie representa a nadie, todos son oradores y nadie se rinde.
Es jueves, 10 de Febrero. En USA, alto funcionario de la CIA asegura: “esta noche se va Mubarak, todo está arreglado”, Obama, respira tranquilo. En Egipto, la Plaza coge el rumor y adelanta la fiesta; llega la noche y aparece en televisión Mubarak con el pelo más negro que nunca: “No me voy ni de a vainas”, a los pocos minutos sale su vice, el torturador Suleiman, dando un mensaje igual dirigido a los alzados como a Obama: “Esto se acabó, cada uno a su casa y mañana a trabajar. Y lo principal: no vean la televisión extranjera.”
La Plaza no se rinde y se convierte en zapatería al viento: el peor insulto árabe, peor que defecar en los muertos del enemigo: mostrar los zapatos. (ver Mejor abogados que yihadistas y zapatasos ) http://larepublica.pe/blogs/jano_mundano/2009/01/04/mejor-abogados-que-yihadistas-y-zapatazos/
Viernes 11 de Febrero, Obama sabe que no puede contar con su consejo de seguridad: “pónganme Al Jazeera, por favor” y allí se entera: “Dadas las actuales dificultades, el presidente Mubarak deja el gobierno en manos de las fuerzas armadas”, declara cual si fuese un zombie, el torturador Suleiman.
“Si yo me fuera, reinaría el caos…” Y el caos se hizo.
Y qué bonito había sido el caos: iguales hombres y mujeres, jóvenes y viejos; los desconocidos se abrazan, caen al suelo en plegaria musulmanes y cristianos juntos; los hombres gritan como niños; la gente danza y canta; los viejos se vuelven jóvenes y la juventud madura en instantes; las plazas públicas han dejado de ser mentidores públicos y la moneda única de cambio es la verdad. No ha sido necesario que occidente desprenda desde el cielo su infierno, como en Bagdad (Irak, 2003) para derrocar a un tirano (Saddan Hussein), ni será necesario que recontra laureados escritores escriban apologías del crimen para justificar guerra alguna.
Otra revolución del Precariado ha triunfado. Tendrá sus retrocesos y traiciones como todas; asomarán sus Napoleones, Stalins, Maos y Ayatolas. Pero ha triunfado.
No soy egipcio, pero como si lo fuera. Qué alegría, brindo por esa plaza (Tahrir) y sus gentes que han hecho, quizá, la primera revolución sin vanguardia, donde han tenido tanto valor las piedras como los Twits y donde Facebook vale lo mismo que el libro de los rostros airados de la gente que sale en televisión y donde los periodistas han recuperado con dignidad la misión de reflejar al público, sus actos y la trascendencia de estos.
Publicado originalmente en LaRepública.pe