La Gran Transformación de Sudáfrica

Empoderamiento es una palabra que se utiliza con cierta frecuencia, especialmente cuando se trata de evitar frases mayores como democracia económica y justicia social. Así, empoderamiento, es pues un sustantivo abstracto, tan abstracto que no salió de la calle sino de los gabinetes de sociólogos y de los corrillos burocráticos de oficinas relacionadas con la actividad pública y social. Forma parte de la jerga solapada para higienizar lo que está mal y ponerle cara y vocabulario presentable.

He dado un rodeo introductorio para explicar lo que significa Empoderamiento Económico Negro. (BEE, http://en.wikipedia.org/wiki/Black_Economic_Empowerment  son sus siglas en inglés). Con ese título, el gobierno post apartheid sudafricano lanzó un programa destinado a otorgar privilegios a grupos étnicos que fueron excluidos del reparto de la torta económica, durante el gobierno de la minoría blanca. La idea era que tengan acceso a la propiedad de sus recursos naturales para alcanzar su propio desarrollo económico y bienestar social.

Dieciocho años después hay suficiente evidencia como para afirmar que el tal empoderamiento fue un cuento, principalmente porque la mayoría racial negra no fue incluida en la torta, sino sus representantes políticos, agrupados  en el partido llamado Congreso Nacional Africano, que ya va para las dos décadas en el poder.

El 16 de agosto pasado, se hizo evidente el disloque trágico entre representantes y representados; por ejemplo, Frans Baleni, secretario general del  sindicato minero ganaba solo en salario, 13,000 dólares mensuales. Sus compañeros  no alcanzan los 500 dólares por mes. Pedían el triple y les dieron bala, sin asco y delante de todo el mundo (ver masacre de Marikana http://www.youtube.com/watch?v=12ZdBwkp2lw&feature=player_embedded&oref=http%3A%2F%2Fwww.youtube.com%2Fembed%2F12ZdBwkp2lw%3Fversion%3D3%26rel%3D1%26fs%3D1%26showsearch%3D0%26showinfo%3D1%26iv_load_policy%3D1%26wmode%3Dtransparent  )

No obstante la evidencia video-gráfica, “su gobierno” sacó del archivo una vieja ley del antiguo apartheid, encarceló a 280 mineros negros y los acusó formalmente del asesinato de sus 36 compañeros.

Desde entonces a la fecha, los mineros sudafricanos vienen luchando contra dos patronales; la de los dueños de las minas y la “patronal” de sus representantes; o sea, contra sus propias dirigencias sindicales. Resulta pues, que la minoría blanca que perdió el poder político hace casi dos décadas, gracias a la “transición negociada” nunca perdió el poder económico, porque realizó concesiones para “incluir” a una nueva minoría, —esta vez negra— como socia y operadora política de sus intereses.

Esa fórmula ya ha demostrado su ineficacia, y es bueno tenerla en cuenta para saber adónde finalmente conducen los famosos empoderamientos, que en nuestras latitudes tienen nombres más pintorescos como chorreo, disminución de la pobreza, e inclusión social.

Y hay material como para hacer paralelos. Sudáfrica es el segundo productor mundial de oro; Perú es el quinto. En la nefasta fórmula de ingreso anual por habitante; digo en la riqueza aritmética, los sudafricanos, —por habitante—, ganan mil dólares más que los peruanos. Tienen más del doble de PBI que el Perú. Sudáfrica, también es una marca, como marca Perú; fue anfitrión del último mundial de fútbol y cada nada hace sus roadshows en busca de mayor “inversión extranjera”. Y en cuanto al enriquecimiento de sus élites, no hay que esperar mucho para ver cuánto se van a parecer unos con otros.

Ya sabemos que Sudáfrica ya lleva 18 años forjando su “gran transformación”. Como eso no se ve mucho, mejor es revisar el retrato de sus grandes “transformados”: Jacobo Zuma, el actual presidente de Sudáfrica es un ex comunista de reconocida elocuencia retórica; y es muy moderno, digamos aunque africano, es casi un comunista chino. Explico: Cree en la redistribución de la riqueza —en ese afán se rodea de aliados comunistas y socialistas— y al mismo tiempo garantiza a los inversionistas extranjeros la protección de sus intereses. Y en eso tiene oficio porque en su larga carrera política (diez años preso junto al legendario Nelson Mandela http://es.wikipedia.org/wiki/Nelson_Mandela ) dobleteaba sus responsabilidades políticas con prácticas más afines al foro penal; digo, extorsión. Tanto así que hace sólo cinco años fue acusado por fraude, extorsión y lavado de dinero.

A puertas de su campaña para la presidencia en 2007, fue absuelto de esos cargos por un juez poco estricto. Fuera de sus ingresos habituales, goza de un presupuesto estatal anual de más de un millón de dólares para mantener a sus cuatro esposas. Este septuagenario se casó solo 6 veces y tiene solo 20 hijos. De ellos la prensa local no se ocupa mucho, porque todos los reflectores se los lleva su sobrino Khulubuse, famoso por gastón: le encantan los BMWs, iguales al que maneja el peruano ex primer servidor público aprista. El sobrino también tiene fama por quebrón: empresa a la que entra como ejecutivo, la quiebra. Solo compite en notoriedad con Zondwa Mandela, nieto del venerable Nelson Mandela. Al nieto no le gustan los BMW porque lo suyo son los Mercedez Benz y el rico champán.

Más de una razón llevan los mineros sudafricanos cuando dicen que antes eran oprimidos por los Bóers blancos y ahora son víctimas de los novísimos Bóers negros.

Publicado originalmente en LaRepública.pe

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