Ejercicio inútil resulta desmenuzar uno por uno todos los argumentos que sustentan el despliegue y acción bélica que realiza en estos días, un Estado del medio oriente, (que cuenta con reconocimiento y silla legal en el concierto de las Naciones Unidas). La primera vez que me referí a este Estado, (Ver bienvenidos a Gaza y Gaza y el cuento de la guerra asimétrica ), concluí que había que concederle la razón a raudales; el motivo: a los orates nunca hay que contradecir ya que en vez de concederles una lid retórica, lo que hay que hacer, por su propio bien, es conseguirles atención psiquiátrica.
Aquella primera vez fue en Enero del 2009, Estados Unidos vivía los últimos días del gobierno de George Bush y poca paz podía esperarse de quien había promovido las guerras invasoras de Afganistán e Irak en 2001 y 2003 respectivamente. De modo que a principios del 2009 la única esperanza de que alguien parase la masacre en Gaza residía en Obama, aquel hombre moreno, supuestamente heredero de Martin Luter King, aquel del “Sí se puede”. Pero resultó que el tal Obama no podía hacer nada, pues era tan purista que no podía romper el protocolo: era presidente electo sí; pero aun no había jurado y claro no estaba en funciones.
Un lustro después Barack Obama es un presidente jurado y rejurado y hasta premio Nobel de la Paz y lo único que sí puede hacer es decir que se le rompe el corazón al ver el sufrimiento de los palestinos. Y mientras las lágrimas brotan y el corazón se le parte en condolencia con la población gazatí , la billetera reparte al susodicho Estado tres mil millones de dólares anuales en ayuda militar.
La explicación del grave desequilibrio que existe entre los hechos y la retórica del personaje más representativo del Imperio no puede abordarse únicamente bajo el marco de la ideología y la geopolítica contemporánea; tampoco con el concurso de la historia ya que ésta ha sido infectada ad nauseam por la propaganda. Si hay un instrumento central y común para entender la política, la economía y la moral contemporánea, ese no es otro que la semántica, que es en último término el significado de las cosas. Y entender el funcionamiento global del sistema hoy en día significa saber que las cosas no son lo que dicen ser que son; en economía, en política y en el campo de la moral. Por ello no resulta una casualidad que una de las mentes analíticas contemporáneas más brillantes provenga de un lingüista: Noam Chomsky
Por ejemplo se nos dice que hay un susodicho Estado que está en guerra con los palestinos de Gaza; los actores de ese susodicho Estado creen que ellos son los poderosos; ellos son los que tienen la sartén por el mango y que ellos deciden cuando tienen que matar a sus “enemigos”. Los ciudadanos de ese susodicho Estado creen que su Estado es autónomo y soberano. Lo que no saben o no quieren saber es que su Estado es solo una base militar integral (incluye territorio y habitantes) del Imperio; y escrito está que todos los imperios, más temprano que tarde sucumben. Y cuando esto ocurre los primeros en caer son sus validos.
Otra cosa es que los Estados Unidos parezca que es el único Imperio de la historia controlado por otro Estado y probablemente lo sea hasta cierto punto y esta situación tendrá vigencia hasta que los propios estadounidenses recuperen su soberanía y se despercudan de dos entidades que los están llevando a pasos agigantados hacia su ocaso como Imperio: la élite de banqueros y el lobby de ese Estado. (El lector tiene albedrío para establecer las conexiones que precise entre una y otra entidad).
Cabe aquí resaltar que si hay algún hecho histórico que ayude a los estadounidenses a sospechar que su Estado no es del todo soberano, tienen ahora en la carnicería secuencial que realiza ese Estado de medio oriente sobre la población palestina una muestra convincente en grado máximo.
Otro cabe, ese Estado nos dice que los terroristas del Hamás utilizan a población civil como escudos humanos. Entendemos entonces que ese Estado no ha matado a miles de palestinos sino solamente ha destruido unos escudos de carne y hueso.
También cabe entender entonces que ese Estado asesino utiliza el padecimiento histórico del pueblo judío como escudo moral para las atrocidades del fanatismo sionista.
Habría que hacer algunas cosas con ese Estado, la primera mandarle a escribir miles de veces, que ya en el siglo XXI ninguna guerra es el conflicto entre un bando bueno y otro malo. Todas las guerras se dan entre malos. Y si se creen autónomos y originales en esto de matar al prójimo y por ello son moralmente superiores, dejo aquí algunos macabros antecedentes:
Guernica, España: 26 de abril de 1937, en un ataque aéreo conjunto de la aviación fascista italiana y la Luftwaffe alemana se destruyó Guernica siendo el blanco principal del bombardeo la población civil, el número de muertos se estima en 300.
Dresde, Alemania, Febrero 1945, cuando la Alemania de Hitler estaba prácticamente derrotada, la víspera del día de San Valentín, y por tres días consecutivos, 1,249 bombarderos aliados dejaron caer 3,900 toneladas de explosivos; aunque la historia oficial aliada asegura que Dresde era un objetivo militar e industrial, historiadores independientes aseguran que el único propósito fue devastar moralmente a la población civil alemana y mostrar a Stalin el poderío británico-estadounidense. Oficialmente los muertos pueden haber sido 25 mil como también cabe la posibilidad de cualquier otra cantidad exponencial de muertos sobre esa base.
Hiroshima y Nagasaki, Japón, 6 y 9 de Agosto de 1945. Mientras los delegados del emperador japonés intentaban negociar los términos de la rendición de Japón, Estados Unidos detonó en ambas ciudades dos bombas atómicas, el resultado: 220 mil muertos. Ambas ciudades no eran blancos militares, el objetivo más importante era demostrar al mundo lo despiadado que podía ser el poderío bélico estadounidense.
No voy a aburrir al lector, pero la lista puede continuar en Corea del norte, Vietnam y en otras tierras donde el Imperio ha dejado su huella. Aunque ahora, parece que ya no se dan mucho el trabajo de ir a matar directamente. Han estudiado mucho a Sun Tzu y por eso saben que la mejor guerra que se gana es aquella que no se pelea, para eso tienen Drones y gente de ese Estado que mata por ellos.
Mientras el mundo insista en denunciar y condenar al Estado colonial y agresor que mata palestinos en Gaza, nada va a cambiar. Hasta ahora todo ha servido para que el títere cobre vida y se crea dueño de sus actos. A quien hay que denunciar y condenar sin ambages es al gran titiritero, el Imperio, dueño de una moral macabra basada en la deshumanización del prójimo.