A principios del siglo XX, Don José Manuel de los Reyes Gonzáles de Prada y Álvarez de Ulloa, alias, “Don Manuel”, sentenció que la sociedad peruana estaba tan, pero tan podrida que donde se pusiera el dedo, brotaría la pus. Lo que no dejó dicho el anarquista de elevada alcurnia es que dependiendo de donde se pusiera el dedo brotaría también petróleo, caucho, guano de islas, cocaína, oro, cobre, plata; y, lo que también brotaba de modo abundante por todas partes del Perú eran indios para trabajar.
Desde entonces el Perú se ha dividido entre los que realizan enormes esfuerzos para que la pus en el país no se acabe nunca; los que se dedican a contemplar y asegurarse que junto con la pus también brote dinero para gastar, acumular y mantenerse donde están. Queda siempre una elegante, muy distinguida, pero absolutamente irrelevante minoría, amenazando apuntar con el dedo índice en tal o cual lugar, para descubrir atónitos, que allí: ¡brota pus!. Al resto de peruanos, en este reparto, le ha quedado, como siempre, trabajar como indios para que la querida patria siga siendo un venturoso país, lleno de pus y de todo lo demás.
A escasos tres años del bicentenario de la declaración de la independencia; y a raíz de una reyerta de mafias de alto vuelo que se disputan cupos del mercado judicial, político y mediático, con su reguero de cargos públicos y altas dignidades acribilladas en la esquina de la calle de la Honra Pública, con la avenida del Prestigio Social. Con tanto cadáver apestando a plena luz del día, el Perú de arriba se ha dado cuenta que el sistema está perdiendo profusamente el vital líquido purulento y es consciente que hay que estabilizar al país. Han llamado entonces a la camilla de emergencia de las Reformas y se ha comisionado a un grupo de enfermeros de alto nivel para que hagan —vía intravenosa jurídica— la transfusión de pus necesaria para que el enfermo país de arriba no muera.
Mientras tanto, el Perú de abajo asiste incrédulo ante tal operación de salvataje, fermentando impotencia y acumulando ira. Soterradamente ha engrosado la lista de potenciales candidatos para la pena de muerte; a los violadores de menores, secuestradores, asaltantes y sicarios, ha añadido un insólito nuevo cuarteto: jueces, fiscales, congresistas y políticos.
Lo malo de esta aspiración popular es que resulta siendo una justicia post mortem, cuando el daño y la maldad ya están hechos. Más valdría pues, aplicar una justicia preventiva. Atajar al mal antes de que se forme y viralice. Se sabe que la dureza de la calle, la ostentosa desigualdad económica y social; la falta de trabajo digno; la ausencia de una educación pública de calidad; y la carencia de servicios de salud para los desposeídos, son, en conjunto, el caldo de cultivo donde se fermenta el crímen organizado que amenaza la seguridad ciudadana. Aquí no hay mucho que investigar, reduciendo los ingredientes del caldo de cultivo, se habrá reducido el crimen de los de abajo.
En estos días en que la prensa parece tener un importante papel en la difusión de la hediondez pública, resulta pertinente preguntarse por qué la llamada prensa de investigación no ha investigado, ni encontrado hasta ahora, dónde queda la guarida del crimen altamente organizado; dónde se preparan y cómo es que aparecen en la escena nacional tan distinguida élite de ilustrados malhechores.
Este medio, El Búho, que ahora circula vía digital, tiene una larga, añosa y documentada experiencia respecto a las coordenadas sobre la ubicación de la madre del cordero de la corrupción nacional; que no es otro lugar que la universidad peruana, pública y privada. El viejo sueño académico de “Más libros, más libres”no ha funcionado en el Perú; por el contrario, cuanto más, certificados, títulos, post grados y maestrías, más avezados y peligrosos han resultado los rufianes.
De modo que no hay nada que inventar, no hacen falta Comisiones, comisionados ni enfermeros ni Reformas ni reformistas de ninguna clase. Una vez ubicada el alma mater de la corrupción nacional, —el antro de la universidad peruana—, que es la fábrica donde se forman, salen y se reproduce el ejército de mafiosos del crimen altamente organizado, sólo caben tres acciones: saltarse el pilar de la democracia representativa:¨El Querido Proceso”; retirar la exoneración del impuesto a la renta a la universidad privada; y, finalmente, en una redada nacional capturar a todos los integrantes de los consejos universitarios del país, para que, una vez rehabilitada la Colonia Penal del Sepa, puedan ser enviados allí los “académicos”, para ser reeducados como corresponde en una patria libre, soberana y solidaria.
A que ésto queda mejor que la aplicación drástica e indiscriminada de la pena de muerte; por esa vía, —la del fusilamiento—, el país, dada la magnitud y extensión de la corrupción, puede correr el riesgo de quedarse sin paisanos.
¡Feliz 28, compatriotas!