Are we on the road to civilization collapse?

A mediados del 2017 la cadena británica BBC empezó a publicar una serie de ensayos sobre el futuro del planetaAllí Sophia Smith Galer advertía  de tres eventos que podrían traer el fin de la especie humana: O bien el impacto de un meteorito, o el invierno nuclear,— a consecuencia de una guerra atómica—; o, finalmente, la irrupción de  una pandemia letal. Ésta última hipótesis, no pudo haber sido más profética, tres años más tarde.

El mundo y el camino a la ruina

Por Luke Kemp (*)

“Las grandes civilizaciones no sucumben por mano ajena, se suicidan”.

A esta fatal conclusión llegó el historiador inglés Arnold Toynbee, en su monumental obra Estudio de la Historia. A lo largo de su obra magna, compuesta por 12 volúmenes, Toynbee  estudió la irrupción, auge y caída de 28 distintas civilizaciones.

Visto en retrospectiva, tuvo la razón en varios de los postulados planteados en su obra; en efecto, las civilizaciones son responsables de su propia decadencia. Aunque, no menos cierto es que su auto destrucción siempre cuenta con el concurso de otros protagonistas y factores.

El derrumbe del Imperio Romano, por ejemplo, se produjo bajo la conjunción de varios actores y circunstancias: expansión territorial desmesurada; cambio climático y su degradación ambiental consiguiente; liderazgo negligente; por si esto fuera poco, Roma sufrió la destrucción y saqueo de los visigodos en el año 410 y de los vándalos en el año 455.

El colapso, o la ruina que le sobreviene a un imperio, por lo general, es un fenómeno muy veloz. Y contrariamente a lo que se cree, el poderío, la grandeza y extensión imperial, no es garantía alguna de inmunidad frente a la destrucción que se avecina.

 En el año 390 de nuestra era, el imperio romano alcanzó a tener una extensión de 4.4 millones de kilómetros cuadrados. Cinco años después su territorio se redujo a la mitad; 81 años después, el Imperio Romano había desaparecido.

Autopsia a la historia

 A través de la investigación  realizada en Cambridge para el Centro de Estudios sobre Riesgos Existenciales, intento demostrar que el destino de las civilizaciones está marcado por la fatal recurrencia de una expansión a la que luego le sobreviene la extinción.

El examen forense de las distintas culturas pasadas, nos revela en su autopsia, las circunstancias que rigieron su colapso; su historia clínica nos muestra los escenarios, los protagonistas y los eventos que precipitaron su final.

Hoy en día, nos toca a nosotros descubrir, si a la vista de todos estos componentes del pasado, encontramos escenarios, actores y eventos paralelos en el presente, que nos estén anunciando ya el final de nuestra propia época.

Examen  de Longevidad

El primer elemento de estudio de las civilizaciones pasadas es relativo a su longevidad; y aquí tenemos el primer escollo: no hay una definición exacta de lo que es o cual fue una civilización; ni mucho menos registros civiles o notariales sobre su nacimiento y defunción.

No obstante, se ha logrado recopilar información de una variedad de fuentes que nos han permitido comparar los períodos de vida de las civilizaciones antiguas; dentro de una línea del tiempo que va desde el año 3,000 a.C.  hasta el año 600 d.C. la data registra estudios sobre la expansión y el ocaso de los imperios de la antigüedad

Definición de Civilización

Un segundo elemento de estudio hace referencia  a los aspectos que configuran una civilización; entendida ésta  como una sociedad con infraestructura agrícola, compuesta por grupos sociales organizados en varios centros rurales y urbanos; con dominancia y control militar sobre el territorio donde se asienta; y poseedora de una estructura política permanente.

Bajo esta definición, todos los imperios son civilizaciones; pero no necesariamente todas las civilizaciones adquieren el carácter de imperios.

Definición de Colapso

Una forma de definir el colapso es describiendo sus rasgos más notorios: Súbita y continua pérdida poblacional; pérdida de la identidad; perdida de la cohesión socio-económica; la quiebra y fracaso de los servicios públicos conducen al desorden social y así las élites pierden  legitimidad para ejercer el monopolio de la violencia.

En efecto, todas las civilizaciones pasadas han sufrido este destino fatal. Algunas lograron recuperarse, otras sufrieron transformaciones como la Egipcia y la  China; en otras el colapso fue irreversible, tal fue el caso de la civilización Isla de  Pascua.

Algunas veces, las ciudades que fueron el epicentro del colapso, sobreviven; tal como le sucedió a Roma; en otros casos, como se puede apreciar en las ruinas de la cultura Maya, terminan abandonadas como mausoleo testimonial para las generaciones futuras de turistas.

Lecciones de la historia

¿Qué nos dice, el estudio de la historia pasada, respecto al futuro de nuestra propia civilización?; ¿Qué lecciones podemos aprender de los antiguos imperios agrícolas, que sean aplicables ahora, en el periodo que va desde el inicio del capitalismo industrial en el siglo XVIII  hasta nuestros días de capitalismo globalizado?

La complejidad fatal

Yo sostengo que tanto las sociedades pasadas como la presente son sistemas muy complejos de tecnología que afecta, tarde o temprano, a la población. La teoría académica de “Accidentes Normales”, aplicada a la dinámica social, sugiere que los sistemas complejos de tecnología, —de modo cíclico—, dan lugar a graves fallas funcionales de tal manera que el colapso en sí mismo es inherente al fenómeno existencial de cualquier civilización.

Un fatalismo que no tiene reparos en cuanto a la importancia, extensión o etapa de desarrollo que haya alcanzado la sociedad.

Es cierto que ahora estamos mucho más avanzados tecnológicamente que cualquier otra civilización precedente. Pero este avance no nos hace necesariamente inmunes a la amenaza de destrucción que sufrieron las anteriores.  Muy por el contrario, las nuevas tecnologías traen consigo, tal vez, amenazas sin precedentes a la ya compleja situación actual.

Y aunque la escala de nuestro enfoque no sea del todo global, el colapso parece ocurrir indistintamente bien sean imperios de enorme extensión  territorial, o países emergentes de reducida influencia  geográfica.

No hay ninguna evidencia para creer que la grandeza en tamaño, expansión e influencia son escudo suficiente para protegerse de la desintegración social. Aún más, la densa complejidad del tejido del sistema económico globalizado es el escenario más propicio para la propagación de cualquier crisis a nivel global.

Los factores propiciatorios del colapso

El destino fatal de las civilizaciones previas bien puede ser  el mapa y hoja de ruta de nuestra propia desgracia. Un método  comparativo es estudiar las tendencias de los factores que precedieron aquellos colapsos en la historia, y verificar si esas tendencias están presentes hoy en día.

Aunque no existe una única teoría que sea aceptada unánimemente por la comunidad científica, Los historiadores, antropólogos y otros científicos han propuesto varios factores que explican el advenimiento del colapso, a saber:

El cambio climático

Cuando la estabilidad climática cambia, los resultados pueden ser desastrosos, que se traducen en la reducción del volumen de las cosechas, hambruna y desertificación consiguientes.

El colapso de la Civilización Anasazi; de la cultura Tiahuanaco; del Imperio Acadio, de la Civilización Maya y del propio Imperio Romano han coincidido con abruptos cambios climáticos, especialmente por sequías.

La degradación ambiental

El colapso ocurre cuando las culturas sobrepasan el umbral de tolerancia ambiental. Esta es la hipótesis del colapso ecológico, (que ha dado lugar a un sinnúmero de best Sellers). Esta teoría señala que la excesiva deforestación; la polución e las aguas; la degradación de la tierra; y la pérdida de la bio-diversidad,  son factores que aceleran el colapso.

La desigualdad y las oligarquías

La desigual distribución de la riqueza y la hegemonía política de las oligarquías son las causantes más poderosas de la desintegración social. Su  liderazgo negligente no solo genera la zozobra social sino que menoscaba la capacidad de respuesta de la sociedad para enfrentarse a los retos económicos, ambientales y políticos que plantea el futuro.

La cliodinámica, (ciencia que aplica los modelos matemáticos a los procesos históricos) predice que si se incrementa la población y a la vez se incrementa el índice de desigualdad económica, casi con rigor matemático sobreviene la  violencia social.

El análisis estadístico, aplicado a las civilizaciones anteriores sugiere que este fenómeno se da cíclicamente. Esta desigualdad menoscaba la solidaridad colectiva que es el preludio que antecede a la turbulencia política.

La complejidad sistémica

El historiador y experto en colapso, Joseph Tamter, afirma que las sociedades, —tal vez de modo inexorable—, sucumben víctimas de sobrepeso estructural en la cúspide.  este fallo sistémico es el precio que pagan las élites y sus burocracias, por su propia carga de complejidad y desequilibrio en la distribución de la riqueza.

Las sociedades existen para resolver problemas colectivos que crecen en complejidad. Cada problema resuelto debiera prepararlas para la resolución de los retos futuros; no obstante, las ganancias en complejidad del sistema alcanzan un punto límite, desde el cual cada avance en complejidad se traduce en pérdida de la capacidad para la resolución de problemas.

Este momento, (el punto donde se empieza a cumplir la ley de los rendimientos decrecientes), no es otro que la antesala del colapso.

Un indicador del grado de complejidad sistémica que va adquiriendo una sociedad es la llamada Tasa de Retorno Energético o EROEI, por sus siglas en inglés.

Este índice hace referencia al cociente entre la cantidad total de energía obtenida y la cantidad de energía empleada en producirla.  Al igual que la complejidad sistémica la TRE, parece llegar a un punto de rendimientos decrecientes. (*1).

En su libro The Upside of Down, (La punta de la pirámide invertida) el politólogo Thomas Homer Dixon señala cómo la degradación ambiental a lo largo de la existencia  del imperio romano condujo a una caída de  la TRE de sus mayores recursos energéticos: el trigo y la alfalfa.

El imperio se fue extinguiendo a medida que caía su tasa de retorno energético. Joseph Tamter, (citado párrafos arriba), concluye que la causa principal fue este fenómeno, cuyo resultado fue idéntico en el caso de la Civilización Maya.

Embestidas exteriores

Los Heraldos Negros del Colapso, son también los Cuatro Jinetes del Apocalipsis:  la Guerra, los Desastres Naturales, el Hambre, y las Plagas.

Por ejemplo, el Imperio Azteca llegó a su fin a manos de las huestes invasoras de Cortez. La mayoría de las civilizaciones agrarias tuvieron una existencia fugaz, truncada abruptamente por epidemias devastadoras.

De poco sirvieron los asentamientos amurallados, donde se concentraban conjuntamente animales de crianza con población humana; que con enormes carencias de higiene convirtieron los brotes epidémicos en catástrofes inevitables.

Algunas veces, los desastres llegaron combinados; tal como fue el caso de la propagación de la salmonella en el continente americano, diseminada por los conquistadores españoles.

Imprevisibilidad y mala suerte

El análisis estadístico de la historia de los imperios sugiere que el azar también juega un rol importante en el advenimiento del colapso. Y, además, es independiente de la época en que ocurre.

Indire Ziobante, biólogo evolucionista y experto en estadística histórica y su equipo de investigadores ha encontrado en los registros históricos de la evolución de las especies, un patrón similar en la ocurrencia de los colapsos.

Una explicación muy común sobre el papel del azar  se da en la Ley de la Extinción de las Especies; particularmente en  el principio evolutivo  llamado “El Efecto Reina Roja”, donde se afirma que las especies, en general, , tienen al colapso como una probabilidad constante para su extinción; que su habilidad para sobrevivir no mejora necesariamente durante la evolución; y que su destino, prácticamente, está en manos del azar; o dicho de otro modo, de la irrupción de factores de naturaleza imprevisible

Conclusiones previas

A pesar de la abundancia de textos y artículos publicados, no tenemos una respuesta concluyente que explique a cabalidad porqué se extinguen las civilizaciones.  Lo que sí sabemos es lo siguiente:

El colapso es perceptible. En los párrafos anteriores se han resaltado en negrita los factores propiciatorios del colapso. Éste es un fenómeno de punto de quiebre; cuando los factores propiciatorios se desbordan, la capacidad de resistencia y cohesión de la sociedad se anulan.

La evaluación y monitoreo de estos factores propiciatorios nos permite saber si la posibilidad de la ruina de la civilización se acrecienta o se aleja. Aquí tenemos cuatro potenciales indicadores, medidos a lo largo de las últimas décadas:

Temperatura: Es el más claro indicador del cambio climático.

El Producto Bruto Interno es un indicador intermediario entre El Impacto de la huella ecológica, que es a su vez el indicador de la degradación ambiental. Cada uno de estos indicadores, a lo largo del tiempo estudiado mantiene una sostenida tendencia creciente.

El cuarto indicador, el Índice Gini que se ha venido utilizando para medir  La desigualdad es más difícil de calcular, pues mide ligeros cambios relativos al nivel de ingresos.

Por ejemplo, si dos individuos ganan juntos cien mil dólares; pero por desglose uno, digamos que gana 99 mil dólares, mientras que el segundo individuo sólo gana únicamente un dólar; el algoritmo del índice Gini, no registra ninguna variación significativa en la desigualdad.

Como vemos, induce a error, tanto así que este indicador registra que la desigualdad ha disminuido ligeramente a nivel global, pero ha aumentado dramáticamente entre países; y ha crecido abismalmente al interior de cada país, (un paradójico caso de disminución en el todo y aumento generalizado en las partes).

Por estas incongruencias es que prefiero usar  como referencia para medir la desigualdad a  la data producida por la riqueza global que detenta el 1% de la población.

Si en 1980 este 1% acaparaba el 25% de la riqueza global; 4 décadas después, acapara el 40% de la riqueza mundial; agravando aún más la desigualdad en el mundo. 

 La realidad es aún mucho más sombría en tanto que estas cifras no registran el volumen de riqueza e ingresos desviados a los paraísos fiscales.

Los ricos se están haciendo más ricos; esta desigualdad agravada, —en las civilizaciones pasadas— ha sido un factor conducente a la extinción estructural de las sociedades.

Por otra parte, los estudios sobre rentabilidad energética muestran  que la TRE para los combustibles fósiles ha venido cayendo de modo sostenido a lo largo del tiempo; dicho de otro modo, cada vez su explotación es menos rentable,  debido principalmente a que las reservas de fácil extracción están vacías.

Desafortunadamente la mayoría de fuentes de energía renovable que podrían sustituir a los combustibles fósiles, tienen todavía una peor rentabilidad, debido a su densidad energética y a que los metales raros, (neodimio, lantano, cobalto, galio, etc.)necesarios para producir esta energía, no son, curiosamente, “renovables” sino que además no son de fácil acceso y bajo costo para su producción. (*2)

Esta situación es la que nos está conduciendo al despeñadero energético.  Tanto que la rentabilidad energética, el TRE cae al punto donde los niveles actuales de la sociedad ya no se pueden mantener.

El despeñadero energético no necesariamente pone a nuestra civilización en un estado de agonía existencial. Siempre y cuando se mejoren  las energías renovables  y las medidas de eficiencia energética se implementen rápidamente.

Los factores preventivos

Resiliencia

Afortunadamente, frente a los factores propiciatorios del colapso, la humanidad tiene como factor preventivo social su relativa capacidad de adaptación a los cambios;  esta resiliencia,  bien podría sino prevenir, por lo menos demorar la ocurrencia del colapso.

Diversidad

Otro factor preventivo  puede ser  la diversidad económica global. Ésta es hoy en día mucho mayor de la que fue en las décadas de los 60s y 70s del siglo pasado, tal como se aprecia en el Índice de Complejidad Económica (ICE). En promedio las naciones son menos dependientes de la mono-exportación.  Cuanto mayor es la diversificación menor es la dependencia única de las exportaciones agrícolas; mejorándose así las condiciones para enfrentar los desafíos climáticos que genera la degradación ambiental; o la pérdida de socios comerciales.

El ICE mide también la intensidad del valor agregado en términos de conocimiento de las exportaciones. Una población tecnológicamente más avanzada estará en mejores condiciones para enfrentar las crisis cuando estas surjan.

Innovación

Éste es otro factor esperanzador, que se mide por el Índice de solicitudes de patente per cápitaque está creciendo en los últimos años. En teoría, una civilización es menos vulnerable al colapsó si las nuevas tecnologías pueden contribuir a mitigar los estragos y amenazas que  trae consigo, por ejemplo,  el cambio climático.

El colapso incruento, un suspiro de la historia

También es posible que el colapso ocurra sin que medie una violenta catástrofe. Como señaló Rachel Nuwer  quien escribió en BBC Future 2017: “En algunos casos, las civilizaciones, simplemente se desvanecen en un suspiro de la historia, en vez de una hecatombe referencial.

Conclusiones finales

No obstante, cuando examinamos los factores preventivos y los factores propiciatorios del colapso en conjunto, la lectura es de un claro mensaje de que no hay lugar para la complacencia.

Si bien es cierto que hay algunas razones que nos inducen al optimismo, gracias a nuestra habilidad para innovar  y diversificar Por otro lado la situación empeora en muchas otras áreas  que ya en el pasado han  contribuido en llevar al desastre a otras sociedades.

El clima está cambiando; la brecha entre pobres y ricos se está volviendo abismal; el mundo se está volviendo extremadamente complejo.

Y la avidez para la obtención de recursos, plantea exigencias ambientales superiores a la capacidad de tolerancia ecológica del planeta.

Lo más preocupante  es que el mundo ahora está profundamente interconectado e interdependiente. En el pasado, el colapso estaba delimitado a regiones. Las poblaciones sufrían un retroceso temporal en la escalera productiva, pero luego podían regresar a estilos anteriores  de vida  agraria; de caza y recolección, En muchos casos con mayor alivio al haberse liberados de la opresión de los estados derrumbados.

Incluso las armas que propiciaron el desorden social eran de naturaleza rudimentaria: arcos, flechas, lanzas, y muy raramente, armas de fuego.

Hoy en día, el colapso social tendría un carácter mucho más amenazante y peligroso.

 Hoy no solo los Estados sino algunas organizaciones no estatales, —en un potencial momento rupturista— poseen y podrían poseer armas mucho más letales que van desde armas bacteriológicas hasta armas nucleares.

Se están  desarrollando nuevos instrumentos de violencia tales como las armas de destrucción autónoma (robots asesinos) para ser utilizadas en un futuro cercano.

Cada vez más, la población está muy especializada en aspectos parciales de la producción, distribución y consumo de la sociedad; y prácticamente ha perdido la capacidad y destreza agraria  para la obtención de alimentos y productos básicos; y tal vez,  el cambio climático dañe de modo irreversible nuestra habilidad para regresar a las formas tradicionales de agricultura.

Caerse de una escalera sin peldaños

En estas condiciones es útil pensar que nuestra civilización es como una maltrecha escalera en la cual a medida que ascendemos un escalón, el peldaño anterior se desvanece.  En caso de querer bajar por la escalera, saltar hacia abajo unos cuantos peldaños no es cosa de gran peligro; pero si éstos ya no están, es como la clásica caricatura de un pintor de brocha gorda, al que le quitan el apoyo de la escalera y se queda “colgado de la brocha” .

En la vida real, la caída tiene un resultado fatal, tan cruento y letal como fue la  altura alcanzada.

De regreso a la edad de piedra

Con la proliferación de armas nucleares, ya bien podemos haber alcanzado este punto de velocidad terminal para nuestra civilización.

Cualquier colapso —o cualquier caída del peldaño previo— conlleva el riesgo de ser una pérdida permanente. La guerra nuclear en sí misma no solo es un riesgo existencial global, sino a la propia extinción de nuestra especie. Un salto histórico de regreso a la edad de piedra.

 Epílogo: Víctimas de la emboscada del progreso

Mientras nos hacemos económicamente más poderosos y con una mayor resiliencia y o capacidad de adaptación a los cambios, nuestra capacidad tecnológica nos sitúa ante un umbral de riesgos y fragilidades que nunca antes ninguna civilización había afrontado.

Por ejemplo el cambio climático que ahora enfrentamos es de diferente naturaleza a los que se trajeron abajo a la cultura Maya o la cultura Anazasi. El cambio hoy en día es global, de manufactura humana, muy veloz y mucho más grave.

Los grandes embates que causarán nuestra ruina no vendrán de vecinos hostiles sino de la mano de nuestro propio poder tecnológico.

El colapso, la ruina, en nuestro caso será una emboscada que nos ha ido tendiendo el progreso.

El colapso, o la ruina de nuestra civilización no es inevitable. Los indicios históricos nos dicen que es muy probable, sí; pero tenemos un instrumento excepcional: nosotros podemos ser capaces de aprender de la ruina de las sociedades anteriores.

Sabemos lo que se tiene que hacer:  las emisiones pueden ser reducidas; se puede nivelar la desigualdad Se puede revertir la degradación ambiental; se pueden quitar las ataduras que restringen la innovación ; y las economías pueden ser diversificadas.

La hoja de ruta y las acciones a llevar a cabo, ya están propuestas. Solo falta voluntad política. Incluso podemos hacer muy rentable la inversión  para la implementación de todas estas medidas de recuperación. Ya contamos con planes muy bien pensados y desarrollados para mejorar la producción de alimentos y tenemos el conocimiento de los sistemas necesarios para la prevención de la catástrofe.

Minimizar los factores que conducen a la ruina; evitando las tecnologías de extracción lesivas al medioambiente, que multiplican estos factores; es para nosotros, hoy en día, una necesidad crucial. Si hacemos todo esto, habremos contribuido para alejar la posibilidad de que la ruina sea irreversible.

Estaremos marchando hacia la ruina si y solo si andamos cegados por nuestra propia soberbia e irresponsabilidad.

Estamos condenados al colapso si y solo si hacemos oídos sordos a las lecciones del pasado.

(*) Luke Kemp  es un investigador del Centro de Estudios sobre Riesgos Existenciales  de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Este artículo fue publicado el 19 de febrero del 2019 bajo el título “Are we on the road to civilization collapse?”

(*1) Desde abril del presente año el precio del petróleo no supera los US $ 30.00 por barril. Con estos precios, el 75% de los proyectos de inversión, ya no son rentables. (ver aquí)

(*2) Con el precio referido líneas arriba, afortunadamente, las energías renovables ya son más rentables que la de los combustibles fósiles.

Esta traducción fue publicada el 4 de junio del 2020

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