Guerra en Ucrania

Ucrania y el espejo de deformidades V

Occidente y la barandilla del Titanic

Un poco de vocabulario 

Occidente, no solo es un sinónimo del punto cardinal llamado oeste. Occidente, con mayúsculas, —salvo en algunos círculos académicos y militares— es un concepto muy poco utilizado por las gentes en Sudamérica y África.

Sin embargo, casi todas las cosas fundamentales de nuestras sociedades tienen que ver con Occidente; el por qué no hablamos en nuestras lenguas originarias; el por qué nuestro idioma materno es el castellano y el por qué preferimos como segundo idioma la lengua imperial inglesa. Todo eso, es por occidente.

Que, si Dios, al que se le nombra en el himno nacional del Perú, es el Dios de un tal Jacob, de un pueblo llamado Israel. Eso es por Occidente.

Que, si tenemos un gobierno como el que tenemos, con tres ramas: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; y corrupción a mansalva. Eso también es por Occidente.

Que, si tenemos la salud, la educación, vivienda y transportes públicos, en el estado en que están, es por Occidente; que si tenemos una cosa llamada democracia y que nos obligan a participar en un pérfido juego en el que nosotros hacemos de cuenta que elegimos a quien nos debe gobernar; y que los gobernantes hacen de cuenta que son nuestros empleados y que así, en esa calidad hacen de cuenta que obedecen nuestras órdenes, como buenos mandatarios que deben ser Eso es por occidente.

Que si tenemos un folleto llamado Constitución y que resulta más sagrado que la Santa Biblia; que si tenemos una Prensa Libre; una Defensoría del Pueblo y otra cosa llamada Sociedad Civil. Todo eso, es Occidente.

Que por qué hacemos de cuenta que podemos elegir a los gobernantes y congresistas, pero que no podemos elegir quien dirige el Banco Central de Reserva del Perú; por la misma razón, por Occidente.

Ni Chile ni Perú habían inventado un modelo económico; ni Brasil, Uruguay, Argentina, Ecuador, El Salvador, Colombia o el país que usted quiera, ninguno ha inventado institución o institucionalidad alguna en el continente. Todo eso nos ha sido impuesto por occidente.

Ese complejo de inferioridad, tan acendrado que tenemos al considerar que EEUU y Europa son “democracias avanzadas”; ósea, el champú cerebral con que lavamos nuestras cabezas desde hace décadas; eso es por Occidente.

Que hayamos naturalizado la paradoja democrática en la cual los políticos juren luchar contra la corrupción, cuando la democracia misma es la sede de la corrupción; y el primer vínculo corruptor es el salario congresal.

Todas las tribulaciones y lacras sociales que se padecen a lo largo y ancho del continente, no solo se deben a la impericia, brutalidad, mala fe, dolo y maldad de nosotros mismos; es mayormente, por occidente.

Si hay algo de lo que debiéramos estar arrepentidos, es que para lo único que practicamos la soberanía es para considerarnos una colonia nostálgica del Reino español y una colonia política, militar y económica de los EEUU; nosotros somos pues, su patio trasero y la vieja Europa su patio frontal.

Pero hay otra cosa, más importante aún, es que Occidente y todo lo que lleva consigo es un Titanic, un trasatlántico político, militar, económico y cultural que ha estado navegando impertérrito por la historia contemporánea.

Un navío cuyos timoneles se consideran a sí mismos, invencibles e indestructibles. Precisamente lo mismo que pensaba de sí misma y su navío la tripulación del majestuoso trasatlántico británico Titanic; todo un portento de la ingeniería naval de su época, calificado como “insumergible” pero que se hundió en su viaje inaugural en 1912.

Al igual que aquél, el Titanic Occidental ya ha impactado letalmente en Europa Oriental contra un témpano llamado Ucrania; y aunque ya  empieza a escorar, tanto la tripulación como los pasajeros de primera y segunda clase, amparados en la creencia que van sobre un “insumergible”, apenas notan el cambio en la horizontalidad de la cubierta y el paulatino silenciamiento de los motores, mientas tanto sigue la música; y sigue el dispendio de miles de millones de dólares en armas y coimas en continuo carrusel de la mano donante a la donada y viceversa y; a todo volumen, en foros mundiales y titulares mediáticos, la propaganda de su invencibilidad.

Zelensky, el Leonardo DiCaprio ucraniano

Occidente, con la capacidad cinematográfica que tiene para producir psicosociales y luego distribuirlos como verdades incuestionables por el mundo, ha fabricado de un comediante mediocre ruso-ucraniano, toda una celebridad mundial:

A Volodymyr Zelensky lo han retratado como el Churchill del siglo XXI; un heroico David que vence al pérfido Goliat ruso Putin; el Mesías Salvador de las libertades y de la democracia mundial.

Hasta hace muy poco, salía en todos los telenoticiarios, por lo menos dos veces al día. Se ha paseado por los parlamentos europeos, donde lo han aplaudido a rabiar.

En el ancianato, llamado Congreso de EEUU, los congresistas, a pesar de su avanzada edad, haciendo lo imposible se abrían paso a codazos y abalanzaban entre ellos, para, —por lo menos—, tocarle un brazo, le palmoteaban la espalda y contemplaban embelesados cualquier cosa que pudiese salir de su eslava boca.

Lo han puesto hasta en la sopa; en una reunión de la Oficina de Colonias Estadounidenses, llamada OEA; allí le han hecho leer un discurso  comparando su causa con la de Bolívar y San Martín.

Y para que no quede ningún sitio vacío que no pueda ser llenado con su mística presencia, casi lo ponen a echar un floro en la inauguración del último mundial de fútbol en Qatar, pero no tuvieron suerte y no pudieron colarlo allí, porque la ceremonia estaba muy apretada en el tiempo.

Todo Presidente, o Primer Ministro europeo ha hecho cola en la agenda de Zelensky, lo han visitado en el mismo Kiev, han estrechado para las cámaras su mano de santo y sin soltarle la mano, y mirando más a la cámara que a la propia celebridad, han jurado odio eterno a Putin y a su Rusia, al tiempo que le prometían lealtad y apoyo militar y económico hasta su inevitable victoria sobre El Maligno.

Han hecho las veces de Kate Winslet, (Rose), la coprotagonista de DiCaprio, (Jack), cuando deslumbrados por el horizonte marino alcanzaron la proa del Titanic, apoyados en la barandilla, sintiendo el calor del uno sobre la espalda de la otra, avizoraban extasiados el venturoso futuro que les tenía destinado su tumultuoso y súbito romance.

Pero las bodegas del Titanic Occidental ya están inundadas. En la última semana de febrero, il capo di capi Biden apareció en Kiev, Ucrania y de puertas para afuera le dijo a Zelensky que estarían con él, cueste lo que cueste, hasta que derrote a Rusia-

Pero se aseguró de que supiera el mundo, que detrás de bastidores le dijo: “Se acabó, prepárate para el fin… no vas a ganar”.

Dos semanas antes Zelensky fue invitado a una cena especial en París; aparte del anfitrión francés Macron, estuvieron con él, el canciller alemán Olaf Scholz y el primer ministro británico Rishi Sunak. Días antes se habían desvivido en confirmar que apoyarían a Ucrania, enviándole dinero, armas, tanques y hasta quizás aviones, porque “Rusia no podía ganar esta guerra”.

Creo que fue en Octubre del año pasado, apenas unas tres semanas que Rusia retirase sus tropas de Jarkov, en Ucrania, cuando Occidente creyó que el repliegue no era otra cosa que una huida; o sea, que Rusia ya había perdido la guerra, y estaba en desbandada.

Por ese tiempo Zelensky visitó París, fue recibido por un romántico Macrón, que lo cogió de ambas manos, se miraron intensamente, sin hablar y luego se estrecharon en un largo y apretado abrazo que nadie sabía cuándo se iban a despegar. Fue un momento cumbre, que la propaganda ucraniana aprovechó al máximo, ralentizaron aún más el video, y luego de un fundido emergió un corazón rojo, con el fondo musical de la legendaria canción erótica francesa Je t’aime y mientras se desvanecían los abrazados y el corazón rojo, aparecía el texto France loves Ukraine. Bien hubieran puesto, “Zelensky y Macrón”, los enamorados, y hubiera encajado muy bien también.

Resulta curioso que este mismo francés enamorado, Macrón, en la cena conjunta con el inglés y alemán, le dijera a boca de jarro: “Volodymyr, qué grande que eres. Has sido un héroe durante la guerra. Mira que en el pasado Alemania y Francia han estado en guerra, pero al final tuvieron que hacer la paz.

Te repito, —le dijo a Zelensky, con la anuencia del inglés y del alemán—, has sido un adalid admirable durante el combate. Pero ahora te toca ser un estadista. Y tomar decisiones difíciles.”

O sea, dicho en peruano: “Te toca comerte la mierda”.

Nunca antes, las vergüenzas de Occidente quedaron tan expuestas.

América Latina, África, India, Pakistán, en suma todo el Sur Global, (como se llama ahora al hemisferio sur), debiéramos tomar mucha atención a las lecciones que está dejando Occidente; con sus arrogantes regímenes de supuestas libertades y democracia, todos envilecidos por la corrupción institucionalizada hasta la médula.

 

Este post fue publicado el 06/03/2023

 

 

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