Venezuela: bien visto, un alivio

“Si ves que tu enemigo se va a meter en un berenjenal, ni se te ocurra impedirlo”.  Esto no lo dijo Sun Tzu en su clásico tratado El Arte de la Guerra; la recomendación sobre las berenjenas pertenece más bien al modesto manual del sentido común. En el fondo tiene una enorme aplicación práctica. Y podría tenerla aún más; pero, siendo el consejo muy modesto en su origen, los Grandes Señores de la Guerra Mundial nunca le hacen caso; y por eso el mundo está  jodido como está.

Los hay quienes creen que la historia de los grandes movimientos populares está condensada en las frases célebres: Patria Libre o Morir; Venceremos, No pasarán ; o en las que incitan a construir la historia: El deber de todo revolucionario, es hacer la revolución; o aquella otra cuando flaquea la moral y amenazan las dudas: Salvo el poder, todo es ilusión.

Lo que no dicen las frases hechas es qué hacer cuando la historia se tuerce y va a contramano de sí misma —como en el reciente proceso electoral venezolano que ha perdido la Revolución Bolivariana—, y salen los dueños del Panteón mediático a celebrar su triunfo; digo: el Nuevo Herald, (USA), los españoles ABC, El Mundo,  El País, (que mató a Hugo Chávez en exclusiva y en primera plana con 40 días de anticipación en el 2013), y todas sus unidades repetidoras en el continente sudamericano, machacando la caída del populismo, el fin de la dictadura; y el inminente advenimiento de la Libertad que trae en una mano el ansiado papel higiénico y en la otra el fin de la escasez y la carestía.

Caracas es una fiesta, las Guarimbas retiran el alambre de púas de las barricadas donde bloqueaban y resistían a la autocracia chavista. Ya no hay humo de basura quemada, mezclado con gas lacrimógeno; y en el aire se siente que ya vienen, ya se acercan, están a un pasito no má’, chico: ¡las inversiones!, ¡cónchale, vale!, que para eso nos hemos fajado en las calles.

Sobre la victoria, llega la hora de los lúcidos y los que explican los errores en que incurrió el chavismo, que pueden haber sido pocos o muchos; pero aún si no hubiera cometido error alguno, el resultado no habría sido muy diferente,  porque Venezuela tiene, tuvo y tendrá siempre un grave problema: el Petróleo.

Al país llanero le brota el Petróleo hasta por la nariz. Es por eso que en su propia fortuna está su desgracia. Como lo saben los habitantes de todos los países petroleros: Irak, Irán, Siria, Bahréin, Libia, incluso Arabia Saudita. Ha tenido suerte Venezuela de no estar en el medio oriente; ya que en vez de miles de bombas sólo le ha llovido el boicot económico, el acaparamiento y la demonización continua contra su gobierno; ningún país ni gobernantes latinoamericanos, en todo lo que va del presente siglo han sufrido acoso mediático mundial semejante; sin mencionar el golpe de Estado tripartito del 2002, (USA, España y la élite local), contra el presidente democráticamente electo Hugo Chávez.

El alboral Socialismo del siglo XXI ha sucumbido donde nació, en las urnas; pero no se crea que ha caído por falta de banderas; ni siquiera, como señala Maduro, merced a la guerra económica. El socialismo inspirado por Hugo Chávez se ha ido de bruces en el Stock Exchange de las commodities. El socialismo no es otra cosa que la re-distribución de la riqueza. Y estando el barril de petróleo a la mitad de precio que un frasco de perfume Chanel 4, lo que queda es una cosa que huele muy feo; y que de riqueza para repartir tiene muy poco.

De modo que ya no es momento para echar adelante frases camino al precipicio; hay que doblar —no romper— las banderas y tenerlas a buen recaudo. Y tener paciencia. Mucha. De repente ni siquiera va a ser necesaria la revolución para tumbarse al capitalismo; al paso que va, nos da la sorpresa y se muere de implosión.

Además, en Venezuela,  el “triunfo” de la Mesa de Unidad Democrática, (los opositores)  ha comenzado con una derrota gigantesca: el supuesto fraude estructural del sistema electoral chavista no existe. Y puesto en plan perverso, Maduro, podría maquiavélicamente, vía decreto o indulto, liberar a todos los políticos que están presos (que es distinto a presos políticos), de tal suerte que la lucha “democrática” por el botín de petróleo entre las distintas facciones opositoras va a ser a dentellada limpia; exactamente igual a las facciones que hoy en día se matan a balazo limpio por los desperdicios que dejan las compañías petroleras occidentales en Libia.

No es momento pues de aferrarse al poder; el poder en sí mismo es una ilusión. Es hora de entregar a la oposición la retórica y que hagan ahora la propaganda del bienestar y la libertad en los hechos y sin excusas. Dentro de poco tiempo, los anaqueles de los supermercados estarán nuevamente llenos de productos, habrá medicinas en las clínicas privadas, el dólar flotará libremente.

Y más temprano que tarde también, sólo la minoría consumirá a rabiar y a la gran mayoría le faltará plata para hacer un shopping decente;  y la criminalidad que ya es gravísima en Venezuela, —como es natural—  aumentará en sentido inverso al precio del barril de petróleo. (Está a 40 dólares el barril y todo indica que bajará hasta 20 dólares).

La mano invisible del mercado, pues,  le ha escrito un homenaje de justicia poética al comandante Hugo Chávez: “Los petrodólares con los que llevaste a cabo la solidaridad continental y mundial, —en manos de tus enemigos—, sólo servirán para que —como en Libia— se destruyan entre ellos mismos.

Cabe aquí recordar, por ejemplo, cómo la prensa española y continental sudamericana criticaba el dispendio de 500 millones de dólares que Hugo Chávez gastó en construir viviendas y entregar refrigeradoras y computadoras a gente necesitada en Venezuela: ¡Populismo puro!

La prensa peruana —toda— ¿se ha cuestionado acaso, cómo se hubiera podido aliviar el sufrimiento y limitaciones, en salud, por ejemplo, de millones de peruanos;  si los  2,150 millones de dólares que la élite de pendejos que manejan las AFPs peruanas han “perdido”, — jugando a ser grandes capitalistas— se hubieran “despilfarrado” en la salud de tanto menesteroso en el país?

En todo caso, la derrota electoral del chavismo en Venezuela crea un grave problema de identidad política en el continente. Por ejemplo, en el Perú. ¿Con qué baremo o referencia han de compararse los líderes políticos  para demostrar su calidad democrática si el chavismo está extinto? Demócratas libres de toda duda y sospecha, como Toledo, García y la manopla de fujimoristas, ¿en qué chivo expiatorio librarán su podredumbre? (El señor Acuña, como lee poco y está muy ocupado en sus negocios, es probable que no sepa quién es Chávez y confunda a Maduro, con una fruta o un palto).

Por otro lado, columnistas peruanos líderes de opinión que jamás osarán aplicar la prueba ácida a los bancos o a las AFPs y que jamás intentarán aplicar la prueba del algodón penal a los políticos del status quo y que sin embargo exigían como prueba de idoneidad democrática a cualquier aspirante a demócrata, vilipendiar a Chávez y Maduro para ingresar al selecto club de su democracia de papel certificado, ¿cómo certificarán, a partir de ahora, la buena conducta democrática?

Menudo problema, para ellos, compañero, Maduro, chofer de ómnibus. Dales pista en Venezuela para que sobrepasen y entren al berenjenal continental, que es lo suyo, por merecimiento propio, para que pongan el floro a la altura de los hechos, exponiendo al final la vacuidad de sus palabras.

Qué alivio no discutir con el vacío.

Publicado originalmente en LaRepública.pe

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