Francia y la tenebrosa industria bélica

Que el mundo está en manos de unos fanáticos descerebrados, de unos psicópatas, de unos asesinos en serie, de unos terroristas; que estamos a merced de unos depredadores humanos; de unos desalmados, ignorantes, indolentes, falsarios  y soberbios de la peor calaña, nadie lo pone en duda. Más o menos todos sabemos lo que son y lo que hacen; la incertidumbre empieza a asomar cuando tenemos que decir quiénes son.

En primer lugar porque no todos podemos llamarlos por sus nombres, especialmente en estos tiempos en que los nombradores de las cosas no son las personas comunes y corrientes sino las instituciones que dicen representar a las personas; digo los parlamentos y los grandes medios de comunicación.

Por ejemplo, para un servidor, —y quizá para cientos de miles o millones de personas en el mundo— el señor José María Aznar, (ex presidente español), es un presunto criminal de guerra por su participación en la Invasión de Irak en el año 2003; pero para el Congreso peruano, es un excelentísimo señor depositario de la más alta y honrosa condecoración de la Orden del Sol con grado de Gran Cruz por su “contribución mundial en la lucha contra el terrorismo”.

Cabe aquí señalar que la guerra contra Irak —está comprobado hasta el exceso— fue una acción bélica sin sustento jurídico internacional; conducida bajo premisas falsas; y que ha causado más de un millón de muertos; dos millones de desplazados; y que es ahora el principal motivo para la multiplicación de extremismos religiosos y actos terroristas de todo tipo.

Precisamente, hace pocas semanas, otro de los presuntos criminales de guerra involucrados en esa invasión, Tony Blair, (ex primer ministro británico), pidió perdón por el “error” de información que condujo a esa guerra y reconoció que “probablemente” mucho del caos regional y mundial que se vive hoy en día tiene su origen en aquél “error”.

Hasta el día de hoy el Congreso peruano no ha explicado cómo el asesinato de más de un millón de personas —que sus propios autores consideran un “error”—  ha contribuido a la “lucha mundial contra el terrorismo”; ni mucho menos sabemos que algún congresista haya  presentado moción alguna para retirar aquella condecoración tan graciosa e irresponsablemente concedida.

De todos es sabido que la exaltación y justificación de la violencia es una postura censurable y que en mucha legislación penal del mundo es considerada delito; no obstante, según quienes sean los “exaltados”, la cosa puede tener muy diverso cariz; si lo que se exalta son los crímenes del Imperio y sus aliados, como en el caso del apologeta peruano Mario Vargas Llosa, (con su fatuo opúsculo Diario de Irak ), la cosa es distinta, incluso se hace merecedor del espaldarazo mundial y mercantil  que brinda un premio Nobel.

 La misma dignidad, (Nobel de “la Paz”),  que se ofrece a un graduado en leyes, como Barak Obama, (presidente de Estados Unidos), quien firma miles de sentencias de muerte regularmente, sin que los sentenciados sepan incluso estar incursos en algún proceso penal.

Dejando sentada, en el primer párrafo de este post,  la terrible existencia de desaprensivos con irrefrenable impulso para quitar la vida al prójimo, toca revisar los tristes sucesos del pasado viernes 13 en París: Ocho enajenados se cobran la vida de más de 130 personas y dejan gravemente heridos a más de dos centenares.

¿Aterrador?, sí. ¿Tristísimo y lastimoso?, sí. ¿Qué nos deja a todos respirando el tenebroso y fatal aire de vulnerabilidad?, si. ¿Inexplicable? No.

Imagino que muchos de los que hemos trabajado en prensa internacional, sabíamos que después de la tempestad de odio del   11 de setiembre del 2001 en Nueva York,  lo que se venía era un toma y daca. Así supimos —por intuición periodística— en Lima y mucho antes que los diarios madrileños El País, el ABC o el Mundo, que el atentado de Atocha del 11de marzo del 2004 no era obra de ETA sino de revanchistas musulmanes. (Hasta ahora la prensa de derecha española insiste en negarlo). Y que  los atentados en Londres el 7de julio del 2005 no era otra cosa que juntar cuatro topónimos: Washington, Bagdad, Madrid y Londres, con dos sustantivos: guerra y venganza.

De igual modo no había que ser adivino para intuir que el avión ruso siniestrado el 31 de octubre pasado, (apenas había alzado vuelo sobre el desierto del Sinaí en Egipto), no era otra cosa que una de las primeras facturas que los insurgentes sirio-iraquíes le cobraban a  Putin por su aparatoso despliegue militar ruso vía el bombardeo aéreo de territorio sirio; el costo: 224 ciudadanos rusos fallecidos.

Pero volviendo al fatídico viernes 13 en París, y a las pocas horas y cuando aún los parisinos no habían terminado de identificar a sus muertos, aparece su presidente  François Hollande ante la prensa mundial como si fuera un chavo del ocho sorprendido por las circunstancias y anuncia al mundo occidental el Pearl Harbor francés: “¡Esto es una guerra!, ¡Han atacado a Francia!” y a continuación amenaza: “¡Responderemos el ataque y seremos despiadados!”

Lo que no dijo el señor francés Hollande es que la grandeur bélica francesa una semana antes había bombardeado las instalaciones petroleras y gasíferas sirias de Deir ez-Zor en Siria; que el 8 de octubre Francia había bombardeado una zona considerada por ellos como “centro de entrenamiento del autodenominado califato islámico”. En resumen, que antes del Pearl Harbor parisino, Francia había atacado 1,300 veces a Irak;  que había realizado 271 bombardeos aéreos, destruyendo, según ellos, 450 “blancos terroristas”. (Ponga el lector a su discreción el número de fallecidos en cada ataque, ya que estos datos por alguna razón inexplicable, nunca se explican).  Estos datos no son invento de un servidor, los he tomado de The Guardian,  http://www.theguardian.com/world/2015/nov/14/france-active-policy-syria-assad-isis-paris-attacks-air-strikes  (insospechable de amarillismo pro terrorista) y, por supuesto, aquí no están incluidos los miles de asesinatos humanitarios en los que participó Francia, en medio de la Primavera Árabe, con los bombardeos a Libia, cuando se enteraron que su socio en desgracia, Gadaffi había decidido matar a su propia gente. No lo dejaron; ellos, franceses, ingleses, estadounidenses e italianos, lo hicieron mucho mejor que él; y además se quedaron con su plata que estaba escondida en la banca occidental.

De todos los actos bélicos mencionados en el párrafo anterior, la prensa occidental nunca ha reportado imágenes de los muertos, del sufrimiento de sus familias; de la destrucción de sus casas, escuelas, hospitales, plantas de energía, carreteras, puentes. Nunca sabremos si los “blancos”, en efecto, eran terroristas y aún si lo fueran, por qué no fueron merecedores de un proceso judicial en regla. Es una pena que El Comercio, La República, América TV y otros medios continentales como Clarín, La Tercera, etc. no tengan corresponsales en los “blancos” de la insania de occidente. De haberlos tenido y éstos de haber sobrevivido, nunca titularían sus portadas o noticieros  con inexactitudes como: “Francia responde ataque  con bombardeos al Estado Islámico”.

El 19 de Abril de 1995 un estadounidense mató con un coche bomba a 168 personas en Oklahoma . ¿Estados Unidos se bombardeó a sí mismo, en represalia a ese ataque terrorista? No.

El 22 de Julio del 2011, un fanático cristiano noruego mató en un atentado terrorista a 69 personas. ¿Pidió Noruega a la OTAN que bombardee Noruega, en represalia? No.

El 24 de marzo de este mismo año, un piloto suicida alemán estrelló su avión contra los Alpes, matando 150 personas. ¿Alemania y Francia se bombardearon mutuamente? No.

Al momento de cerrar este post Francia no sólo ha bombardeado supuestos “objetivos” del autodenominado Estado Islámico, sino que ha comprometido el apoyo de Rusia y Estados Unidos para el bombardeo masivo de esa zona de Siria.

Desconozco el poder destructivo de cada bomba lanzada por los estadounidenses, franceses y rusos en Siria, Irak, y Africa del Norte; seguro que matan gente como hormigas y que en tenebroso viaje al pasado en el tiempo, regresan a sus “blancos” a la edad de piedra. Pero estoy seguro que en los que sobreviven, dejan la semilla del odio y la venganza multiplicada exponencialmente.

 Encaja perfectamente aquí, juntar los versos de  John Donne https://es.wikipedia.org/wiki/John_Donne con un adagio del refranero español:

“La muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, no preguntes por quién doblan las campanas, pueden doblar por ti, París; porque de aquellos polvos en Irak y Siria, vienen estos lodos/muertos”

PD.

Las acciones de la industria bélica mundial pegan un gran salto en las cotizaciones del mercado bursátil. Mientras haya guerra habrá suculento negocio.

Publicado originalmente en LaRepública.pe

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