Guerra en Ucrania

Ucrania y el espejo de deformidades I

Boris Johnson y Pedro Sánchez, atizadores

Tal vez en la guerra ocurra lo mismo que en el fútbol. Basta escuchar una tertulia de expertos peloteros y uno está a punto de creer que el fútbol es una ciencia y sus practicantes unos semidioses con habilidades motoras y con inteligencia geo-espacial surgida de una dimensión hasta hoy desconocida. Cuando, bien en el fondo son solo 20 pelotudos corriendo detrás de una pelota.

Con la guerra en Ucrania ocurre lo mismo; los todólogos, (expertos en todos los asuntos), iluminan a la audiencia occidental (que solo es el 13% de la población mundial), asegurando que, por fortuna, los occidentales están en el lado bueno de la historia; y también en el bando correcto de esta guerra; y aunque el mundo entero podría sufrir un cataclismo nuclear, no importa, porque lo cierto es que la maldad está en el otro bando encabezado por un loco endemoniado llamado Putin, quien no podrá salirse con la suya, porque los valientes y soberanos ucranianos, con la suficiente ayuda militar y moral de occidente, vencerán al final.

Y, a continuación, como si los todólogos mismos hubieran salido de las academias militares nos hablan sobre la doctrina de la guerra, de estrategia, táctica y de la inevitabilidad de tal o cual cosa, porque en tal tiempo y en tal lugar ocurrió tal hecho y no tal otro; y justifican los gastos, penurias y sacrificios que está causando el conflicto bélico en la población occidental, como si la guerra fuera no solo inevitable sino un arte supremo; o sea, un asunto exclusivo para  profesionales y estadistas. Negando de plano, lo que en el fondo es: seres humanos empujados hasta el delirio cainita para que una vez desquiciados terminen matándose unos a otros; alcanzando así el rango de meras víctimas propiciatorias para satisfacer los apetitos personales y dinerarios de terceros.

A la inversa de lo que ocurre en los parques de atracciones con esos espejos que distorsionan la imagen real, volviendo a las personas delgadas en rechonchas y a los de corta estatura en largos y espigados, causando con este efecto  hilaridad, en la escena mundial contemporánea, los medios masivos y hegemónicos de comunicación distorsionan lo obscenamente falso y lo convierten en un paisaje de gloriosa épica, invisibilizando así el verdadero  propósito final que no es otro que el saqueo de los recursos petroleros, gasísticos y alimentarios de un país extranjero,(Ucrania),  para repartirse los beneficios de este botín a dentelladas entre la burocracia corrupta de los gobiernos y los propios mandatarios  occidentales.

Mejor un sitio en el directorio que en la historia.

Antes de incursionar en esta enésima epopeya occidental, en aras     —cuando no— de la Libertad, la Democracia y el estado de Derecho, no está demás revisar el reparto estelar de los adalides de estos tiempos.

Me refiero a quienes se han convertido en los principales animadores de esta guerra, a sabiendas que con el paso de los años no acabarán en las míticas páginas de la historia sino en un lugar más importante y mucho más rentable: un puesto en el Directorio de cualquier empresa energética.

Bien sea proveedora de Electricidad, Petróleo o Gas. Allí, estos adalides tendrán como único trabajo, —además de cobrar la suya—, seguir haciendo lo que hacían cuando estaban en funciones de mandatarios; es decir, no hacer nada que impida el continuo enriquecimiento de estas corporaciones, con las mayores facilidades legales y tributarias posibles.

Y así como, desde la I Guerra Mundial y todas las subsiguientes hasta hoy, no hay conflicto internacional que antes de oler a muerte y destrucción, no haya empezado oliendo a petróleo y gran corrupción: así también no hay corporación energética que no tenga como convidados de piedra a reputados exmandatarios y a un rosario de ex ministros de Economía, Justicia, Relaciones Exteriores e Interior. Notorios son los casos, por ejemplo, de los españoles   Felipe Gonzáles, (FENOSA) y José María Aznar, (ENDESA) cuyo único trabajo como miembros del directorio de esas empresas, en los últimos 20 años, ha sido hablar mal de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, precisamente porque esas empresas querían quedarse con la torta del petróleo venezolano.

Sin olvidar que en abril del 2002 el gobierno español de Aznar se apresuró en reconocer oficialmente como presidente legítimo de Venezuela a Pedro Carmona, quien encabezó el golpe cívico militar contra el gobierno elegido democráticamente de Hugo Chávez.

Como se recuerda Moncada y sus socios hispano-estadounidenses, no se habían recuperado aún de la resaca de la embriaguez que les produjo haber depuesto a Chávez, cuando, tres días después, la tropa y la poblada de los barrios pobres de Caracas, restituyeron a Chávez al frente del gobierno venezolano.

Aznar añadiría más méritos en su camino hacia el directorio energético cuando en 2003 se unió al estadounidense George W. Bush; y, al británico Tony Blair en la nefasta Guerra de Iraq, bajo argumentos falsos de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva con las que iba a atacar a Occidente; cuando lo que querían era quedarse con las reservas petroleras iraquíes.

 Una guerra que no solo se ha cobrado la vida de más de un millón de personas; la destrucción de Iraq, y las secuelas de guerra fratricida; los millones de refugiados y la expansión del terrorismo yihadista.

Y ya en esta nueva oleada, (2022), tenemos a otro español caserito de las energéticas, Joseph Borrell, (la eléctrica ABENGOA), impulsando la guerra en Ucrania desde su cargo de Máximo Representante de la Diplomacia Europea.

Y puesta la escena ucraniana en el centro de la atención mundial, con Vladimir Putin ocupando el rol estelar de Super Maléfico Ogro, un nutrido tropel de actores secundarios, aprovechando la oportunidad, se han precipitado en la trama, haciéndose, a codazo limpio, un modesto sitio en el proscenio.

Un amplio reparto, desde un papel más benigno como el francés Emmanuel Macron, buscando, —aunque sea de palabra— la distensión; o abiertamente beligerantes como los paradigmáticos casos, víctimas de relapso del gen imperial, del británico Boris Johnson y el español Pedro Sánchez.

Este último, un socialista que, en campaña electoral, gusta mucho de cantar entusiastamente la Internacional Socialista, con la mano en puño y bien en alto; pero que una vez en el poder, le pesa mucho el brazo y la mano para levantarla siquiera un poco de la mesa del quietismo con el statu quo. Él mismo se ha constituido en Kiev, Ucrania y allí ha encontrado en Putin al culpable de todas las deficiencias del actual gobierno español, (el suyo). Y como socialista, en vez de apelar a la renuncia de la guerra como instrumento para la resolución de conflictos, ha hecho entrega de 200 toneladas de armas a Ucrania; además, —cosa curiosa— ha insistido que la Corte Penal Internacional tiene que juzgar lo más pronto posible a Rusia, por los crímenes de guerra que ha cometido allí.

 Y no se ha quedado corto; está enviando un equipo forense para recabar la evidencia necesaria para sentar a Putin en el banquillo de los acusados.

Digo cosa curiosa, porque su propio gobierno se ha negado a investigar en su propio país, los crímenes del franquismo; ocurridos hace más de 40 años. Fuera de ello, al próximo año se cumplirán ya dos décadas de la guerra de Iraq que cuenta con evidencias abrumadoras que sindican al ex primer ministro español Aznar como notorio criminal de guerra; y este señor en la actualidad se pasea orondo sin que haya sido citado por juez alguno; ni mucho menos investigado por su responsabilidad en aquella guerra por alguna comisión investigadora del parlamento español.

Y, por si fuera poco, cada nada ofrece conferencias sobre la libertad y la democracia; además de vaticinios fatales sobre quienes no siguen sus buenos consejos sobre el buen hacer y mejor gobierno, no solo de España sino de cualquier país del mundo.

De modo pues que Don Pedro, el español, quien también habla inglés, ya ha hecho méritos suficientes para acabar, (tan pronto se agote su futuro político), igual que sus antecesores, bien sentado en el directorio de cualquier energética.

Pero no vaya a creer el lector que exmandatarios y exministros occidentales, solo acaban cobrando su suerte en empresas occidentales. Ex ministros de Francia, Italia, Finlandia y Austria también estaban en planilla de energéticas o bancos rusos, (*1). Siendo el caso más notorio el del excanciller alemán, Gerhard Schroder, quien está a sueldo para la poderosa energética ruso GAZPROM (*2)

En el caso británico, dada la virulencia con la que el gobierno de Johnson se ha lanzado a confiscar los bienes de la oligarquía rusa en Londres, da margen para mucha conjetura y mal pensar sobre si eran muchos los aspirantes a sitios en directorios de corporaciones rusas y, fatalmente pocos puestos disponibles; o bien que los rusos considerasen que al haber fichado para una de las mayores  comercializadoras de petróleo del mundo, la rusa VITOL (*n2), nada menos que al ex ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Alan Duncan, un recalcitrante anti europeísta y anti refugiados, era una carta suficientemente valiosa  para apaciguar el apetito del conservadurismo británico.

Es evidente que Rusia no invirtió lo necesario en políticos británicos; lo prueba la visita que hizo Johnson a Kiev, su impulso a las sanciones económicas y —al igual que el español—, el envío de armas para la resistencia ucraniana.

Pero no está de más acercarse al perfil individual de este actor secundario para —por extrapolación y analogía— conocer el material humano común a los personajes que están enredando esta trama con la benevolencia del poder mediático mundial.

Johnson y el separatismo del Brexit.

Boris Johnson, aunque es un primer ministro muy británico, reúne en grado superlativo todos los rasgos universales que podemos encontrar en cualquier político contemporáneo, bien sea su origen español, estadounidense, hindú, sudafricano o peruano.

Es decir, para el futuro ofrecen lo que no hay ni habrá. Y para el presente tienen un discurso al servicio de la oportunidad. Han alcanzado maestría en el arte del cinismo; no solo son innovadores de la semántica, sino también de la historia. Han superado todas las contradicciones; no les importa afirmar una cosa, para, horas después, sostener lo contrario.

Difícilmente aceptarían pruebas diarias de niveles de alcoholemia o antidopaje. Les atrae por igual la erótica del poder como la erótica de la traición. O sea, en vez de estar sentados en la sala de espera de cualquier terapeuta de la conducta, terminan sentados en los sillones correspondientes a importantes mandatarios.

En 2016 los británicos fueron convocados a decidir en un referéndum su permanencia o separación de la Unión Europea.  Johnson al principio hizo campaña a favor de la permanencia; a medio camino de la campaña se cambió de bando, afirmando que, en caso de ganar el Brexit, (salirse de la UE), el Estado podría disponer de 456 millones de dólares semanales; un dineral que sería utilizado para repotenciar la salud pública. Además, que al abandonar Reino Unido la Unión Europea, se suspendería el libre tránsito de trabajadores, especialmente de aquellos antipáticos del antiguo bloque soviético: polacos, checos, lituanos, rumanos, húngaros, y otros que competían y quitaban los puestos de trabajo a la población local.

Concluido el referéndum y, mientras se contaban los votos, los propios responsables de la campaña del Brexit reconocieron que Johnson se había inventado esas cifras. Lo que no fue un invento fue el resultado: 52% de británicos votó en favor de abandonar Europa.

Johnson, quien se ha hecho famoso por hacer fiestas COVID de alto vuelo; luego negar que fueran fiestas para después pedir disculpas por ello. Aunque dijese que eran reuniones de trabajo; a pesar de que se sabe que en esas reuniones de la alta intelligentsia británica y a muy altas horas del trabajo, lo que se agotaba no era la materia gris de sus miembros sino el trago; esa espirituosa fuerza que burlaba los controles de seguridad, muy bien camuflada en los maletines de trabajo de los funcionarios ministeriales.

Este mismo primer ministro británico que no niega vacacionar en una lujosa y exclusiva villa de Marbella, España, (*3), (pagada por su propio ministro del medio ambiente; sobre el que pesan acusaciones de fraude fiscal en España), tampoco encuentra ninguna incompatibilidad en pedir a los “donantes” de su partido, le cubran los cuantiosos gastos para remodelar su propia vivienda, (*4)

Johnson, siete años después de ser un recalcitrante antieuropeísta, se ha convertido en un ferviente animador de la guerra en Ucrania, dando armas a la resistencia para que este país pueda integrarse a la Unión Europea; la misma vecindad de la cual Reino Unido, maliciosamente se separó.

Continúa en el post siguiente.

(*1) https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/02/25/companias/1645802016_195522.html

(*2) https://www.theguardian.com/business/2022/mar/20/ex-minister-alan-duncan-who-warned-on-sanctions-works-for-oil-trader-linked-to-russia

(*3) https://www.theguardian.com/politics/2021/nov/04/goldsmith-family-funded-boris-johnsons-marbella-holiday

(*4) https://www.bbc.co.uk/news/uk-politics-56878663

 

 

Este Post fue publicado el  26/05/2022

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