Guerra en Ucrania

Ucrania y el espejo de deformidades IV

Se cae la gran estafa de Occidente

 

Faros de oscuridad

Al muy ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha, a quien de tanto leer libros de caballerías, —donde se exaltaba la acción heroica de valerosos caballeros en lid violenta contra malvados canallas y horrendos gigantes—, se le secó la mollera. Y entonces, convirtió a sus lares y paisanos de las pampas de La Mancha, en escenarios y personajes afines a su afiebrada imaginación novelesca.

A los muy desingeniosos hidalgos de la conciencia colectiva occidental, de tanto ver, oír y leer noticias propaladas por sus fábricas de La Verdad; digo esos faros de oscuridad mediática que proyectan sus haces de sombras por donde quiera que apunten, también se les ha secado el entendimiento.

Y, en vez de que ellos, traben fiero combate contra el Maligno y sus maléficas huestes, dejan lugar a que sus vanguardias presas de su afiebrada imaginación e insaciable ambición dineraria arrollen al Demonio, bombardeándolo con oleadas de discursos; con fuego graneado de comentarios a pie de imágenes; apoyando el frente de batalla con caravanas cargando toneladas de armas y volquetadas de dinero fresco para los pobres combatientes.

Sus vanguardias, (políticos, influencers y contratistas afines al negocio de la guerra) consolaban a sus gentes, blandiendo este razonamiento: “Nosotros sólo estamos enviando dinero y armas; pero los pobres ucranianos —por nuestra Democracia, por nuestra libertad—: ¡Están dando la vida!”

La línea del tiempo

En 1991 colapsó la URSS. Un año después, un tal Fukuyama, en plena explosión neoliberal publicó un libro, “El fin de la Historia”, con un título inolvidable, pero cuyo contenido alcanzó lecturas astronómicamente inversas al número de ejemplares impresos.

Pero fue suficiente. Que la historia se había acabado estaba hasta en la sopa. Tres años después, en 1995 Internet empezó a masificarse por el mundo y Google se convirtió en la Nueva Biblioteca de Alejandría.

Estos tres eventos, según algunos expertos, han creado una generación de ciudadanos y, especialmente de políticos que no solo desprecian la historia; sino que, además, no tienen idea de qué es esa cosa ni para qué sirve.

Y como, para ellos, la historia ya no existe, lo único que ocurre, y cuanto ocurre, es lo que les conviene. Y si no ocurre; pues, se lo inventan.

Lo evidente es que la historia sigue existiendo y más bien, lo que ya no existe es Política y Políticos. En su lugar, la escena social está inundada de comunicadores, guionistas y publicistas; por eso es que cuando —cualquiera de los que fungen como “políticos”—, descubren que el mercado electoral no armoniza con ellos, dicen: “No se ha comunicado lo suficientemente bien”.

La anti historia

Entonces, para abreviar, si no existe la historia, menos habrá un antes ni un después; solo un ahora. Y este ahora se mide no en minutos y horas sino en términos de la duración del mandato que resulte de los procesos electorales; que no es otra cosa que el tiempo “lucrativo” para los políticos y sus redes clientelares.

Así aparecen los guionistas, que se encargan de escribir relatos, o sea, historias en minúsculas.

Y surge Ucrania, un idílico país, invadido por Putin, un personaje que, como sabe todo el mundo, tiene sometido a su pueblo y, como tiene una ambición imparable, se fue sobre Ucrania el 24 de febrero de este año.

Pero que, como no lo sabe todo el mundo; digo, que los EEUU haya financiado y propiciado operativamente un golpe de Estado en Ucrania, en febrero del 2014; y que una horda de corruptos funcionarios estadounidenses se hayan apropiado de los activos de este país, (energía, producción agrícola y mano de obra regalada), y estén encargados de hacer y deshacer en los asuntos de Ucrania, por supuesto, ha sido eliminado de cualquier relato o referencia noticiosa.

No olvidan, sino que probablemente nunca han sabido que, en la historia de Europa Oriental, Ucrania era territorio de la Rusia zarista, por lo menos 82 años antes de que Estados Unidos le arrebatara California a México. Probablemente no les importe que a lo largo de la historia, si Ucrania no estaba en manos rusas, estaba en manos polacas o lituanas y que en su largo trayecto histórico ha cambiado de bandos bélicos y jurisdicciones territoriales como pocos países europeos.

Han omitido también que, a raíz del golpe de estado de manufactura gringa, los golpistas prohibieron la lengua rusa; en un país mayoritariamente bilingüe; que sería equivalente a que los catalanes, vascos y gallegos prohibieran hablar el castellano, por considerarlo un idioma de la España imperial. O que, en Bolivia, Perú y Ecuador, los aimara y quechua hablantes prohibieran el habla y el uso del español, por idéntica razón imperialista.

Y tampoco refieren que este idílico país, desde el 2014 sostiene una guerra civil no declarada contra la región oriental del Dombás, como parte de la Solución Final, que plantea el nazismo ucraniano, para la eliminación no sólo de la lengua y cultura rusa, sino la eliminación física —vía incesantes bombardeos—, de los propios hablantes rusos.

Mucho menos se refiere que este idílico país, fundado para todo propósito práctico desde el golpe de estado del 2014, cuando recibió la promesa gringa de que sería torrencialmente inundado de prosperidad; de que iba a ser incorporado a la OTAN y, por supuesto a la Unión Europea, en realidad ni siquiera puede calificar para ingresar a la UE porque no cumple los estándares mínimos de cualquier supuesta “democracia” europea; es decir, respeto a los derechos humanos, libertad de prensa; separación de poderes y transparencia judicial y política.

Sun Tzu, mal leído

Lamentablemente las guerras sí ocurren en el tiempo y quedan registradas de algún modo en la Historia; otra cosa es que aquellos que las promueven como victimarios y los que terminen siendo víctimas de ellas, tengan relatos completamente opuestos.

“El Arte de la Guerra” es un clásico de la literatura sobre asuntos bélicos, escrito por el filósofo y estratega militar chino Sun Tsu, en el siglo V a.C.  quien en uno de sus pasajes afirma que el arte bélico, es el arte del engaño.

Y los estrategas occidentales que dirigen la actual guerra en Ucrania, se lo han tomado al pie de la letra: “Engaña y vencerás”.  Salvo un nimio pero muy importante detalle: según el autor chino, a quien había que engañar era al enemigo; no a tu propia gente; que es lo que está haciendo Occidente que ha montado una guerra de verdad que —sin fantasear mucho—, parece una coproducción entre la industria cinematográfica de Hollywood y la industria militar del Pentágono.

Mientras esta última pone las armas, Hollywood pone el guion. Entonces Occidente se entera que a Rusia se le multiplican los muertos y a Ucrania, …  muy pocos. Que Rusia empieza a retroceder… ¡Somos invencibles!,—se dicen los occidentales—… y los chicos ucranianos, —con nuestras armas, mismos Frídom Faiters— ¡son imbatibles!

Se suma a Hollywood el Servicio de Inteligencia británico: ¡Rusia huye de Ucrania, en estampida! España, Francia y Alemania: “¡Somos lo máximo!”; Polonia, Rumanía, Lituania, Estonia, Letonia: “Putin está hasta el queso: los propios rusos… huyen de Rusia!”…

Boris Johnson y Biden apuntan que los rusos le van a dar vuelta a Putin y felices prevén y alientan el mantra favorito contra sus enemigos: ¡Reyím Chéinsh!, (Cambio de Régimen); el Club de Caballeros y alguna Lady de la Unión Europea: A raíz de los bloqueos, y después de habernos apropiado a la mala, de miles de millones de dólares rusos; y las sanciones que hemos impuesto a la Rusia de Putin: “¡Rusia está de rodillas!”

Vuelan el puente que une Crimea con Rusia, el día del cumpleaños de Putin; hacen una gigantografía de la foto, y los ucranianos finos se hacen Selfies con ella; días antes, misteriosamente, sin que nadie sepa quién, explotan bombas submarinas, inutilizando el gasoducto que transporta el gas ruso hacia Alemania…

A estas alturas el Servicio de Inteligencia Británico, MI5, parece estar dirigido por Míster Bean  y anuncia que Rusia está desesperada y se queda sin armas… y entre cada capítulo de victoria arrolladora, aparece como el perejil de todas las salsas, un tal Zelensky, un cuarentón ucraniano que ha dejado la corbata y anda para todo lado con su par de guardaespaldas de discoteca, siempre vestido con su fino polito verde y pantalón caqui fashion militar elegante, gesticulando quien sabe qué en Ucraniano, pero siempre traducido de lo lindo para la audiencia occidental.

 De tal modo que mientras los europeos ven una guerra tipo serie de Netflix, donde Occidente y la OTAN son rotundamente invencibles; y que, con su ayuda, Ucrania, (a pesar de sufrir algunas bajas y  horrendos crímenes perpetrados  por el enemigo), está dando una soberana  paliza a los rusos; que éstos, en breve van a salir espantados de allí; al tiempo que los mismos europeos ya corren el riesgo de tener un Netflix intermitente por los cortes de luz que se avecinan;  cada vez paguen precios astronómicos por electricidad y gas, y se les cierna el inminente fantasma de la escasez de combustible; y que la democracia se les ha convertido en inflación; y que la libertad ha terminado siendo una canasta de consumo, cada vez más precaria y más lejana de las manos populares.

Y que, —por su parte—, los pobres ucranianos, no es que necesiten armas, sino lo que piden, en verdad, es agua, luz y energía para no morir de frío.

Y lo que necesitan es una Paz ahora, antes de que sea demasiado tarde y que les permita preservar, no solo sus vidas, sino lo que les queda de nación.

Y que habría que propiciar que ellos mismos se encarguen de enfrentar a la élite de corruptos oligarcas que están llevando a su país camino seguro a la extinción.

Pero, más temprano que tarde, la realidad, al igual que el río que conoce y vuelve a su cauce, va a terminar por imponerse, dejando al descubierto que once meses después de la incursión rusa, los servicios públicos de Europa están desbordados por la ola migratoria ucraniana; 14 millones de ucranianos han abandonado su país, (uno de cada tres).

Que las sanciones contra Rusia han terminado afectando, —en rebote—; primero a los europeos, luego a los estadounidenses y después a todo el mundo.

A Occidente tanto la economía como la propia guerra, se les está yendo de las manos; y, al final, están descubriendo con horror que Rusia no es Venezuela, Irán, Cuba o Nicaragua; que Rusia no está inerme ni desesperada y más bien, pacientemente asentada en su historia, esperando a que su mayor estratega militar, El General Invierno, haga lo suyo.

Tan cierto es que lo que ocurre es lo contrario de lo que afirma el guion occidental, es que el General Vodka, siempre mal consejero, con sus efluvios alcohólicos y quién sabe que otros estupefacientes y lugartenientes dinerarios, ya ha tomado el control sobre Ucrania, Polonia, Rumanía, Lituania y Letonia; les ha inundado los sesos y —como saben por su cercanía a Ucrania— que el curso de la guerra está saliendo torcido, han montado un ataque ruso a Polonia de falsa bandera; con el fin de que,—de una buena y definitiva vez—, se obligue a EEUU a intervenir directamente contra Rusia, aunque se desate una guerra nuclear que traiga consigo el fin de la civilización. Total, Si vamos a ser derrotados, — piensan ellos—, qué importa que detrás de nosotros se venga el diluvio nuclear.

En su ceguera habían descuidado que EEUU monitorea en tiempo real, el origen y la trayectoria de cualquier misil intruso en la frontera defensiva de la OTAN; entonces se dio cuenta que venía de la propia Ucrania y no cayó en la provocación.

Biden, notoriamente incómodo, desmintió públicamente al tal Zelensky; pero éste, al insistir en su falsa versión, se ha echado encima las cruces: Una marioneta, en plena arena mundial, no puede contradecir al titiritero, sin esperar que, más temprano que tarde, el Emperador, le baje el pulgar, (Ver minuto 13:46  sobre el breve futuro que le queda a Zelensky).

Tremendo dilema para Occidente. Así como Lo que Natura no da, Salamanca no lo presta. Lo que no ocurre en la economía real de la sociedad y en el verdadero escenario de la guerra, Hollywood no lo puede prestar.

Tarea penosa que le espera a Occidente: Reconocer que su fatuo instinto de superioridad; su tara del gen imperial; y su banal arrogancia del supuesto destino manifiesto de su propia grandeza y predominio sobre el mundo, son precisamente, los mayores rasgos de su ocaso, hacia el cual caminan inexorablemente.

La corrupción

 No va a ser fácil para la conciencia colectiva de Occidente darse cuenta, que, sus élites, también son élites de la corrupción mundial. Contrariamente a lo que ocurre en el hemisferio sur, las democracias “avanzadas” están muy retrasadas; en este aprendizaje para percibir la podredumbre política.

 En ese sentido, el tercer mundo pues está muy avanzado. Por ejemplo, dando por cierto que el Perú es un país lastrado por la corrupción política, policial, judicial y administrativa del Estado; en suma, una corrupción que afecta tanto a la llamada sociedad civil y de igual manera a la sociedad institucional; es decir, una desgracia que nos ha dado a los peruanos un expertise especial para intuir con alto grado de certeza: Lo no manifestado administrativamente; lo no expresado públicamente; es decir, a ver entre brumas lo que se hace bajo la mesa; a leer entre líneas lo que se escribe; y a oír lo que no se escucha a puerta cerrada.

Con todos estos diplomas, —a los ojos del peruano que escribe este post—resulta fácil darse cuenta, que si Ucrania, antes de la incursión rusa, ya era el país más corrupto de toda Europa; tanto que en la lista de países más corruptos del mundo, Ucrania, (escalón 122), le lleva al Perú (escalón 105) 17 puestos en podredumbre.

No extraña entonces que, oh sorpresa, un documental de la cadena estadounidense CBS descubriera que el 70% de las armas que se envían a Ucrania no terminan en las manos de los combatientes ucranianos sino en el mercado negro. Y dados los antecedentes de corrupción es bastante probable que, de los miles de millones de dólares enviados a “Ucrania”, sólo una exigua cantidad termine en las arcas del estado ucraniano, y el resto, en las negras manos de los donantes extranjeros y sus cómplices locales.

Este hecho, de armas que no llegan a su destino, es clave para entender la naturaleza de esta guerra. EEUU es la primera potencia mundial, tiene 900 bases militares alrededor del mundo, participa de modo directo o indirecto en 69 guerras; tiene armas atómicas suficientes para destruir el planeta. Siendo todo esto, resulta inverosímil, (ahora que se pueden poner dispositivos de rastreo GPS en cualquier objeto) que desaparezcan recursos bélicos valorizados en miles de millones de dólares. Lo que no puede sino indicar que la corrupción imperial estadounidense ya está en grado de metástasis; o sea, a guerra revuelta, ganancia de medradores a todo lo largo de la cadena logística; desde la cúspide donde se toma la decisión política, hasta la mano operativa que entrega la remesa. La auténtica doctrina del “chorreo económico”, que popularizó en el Perú, nuestro extraditable y muy corrupto presidente Alejandro Toledo, aplicada a la guerra y la geopolítica.

Ucrania y el cripto carrusel

Este modesto blog ya había señalado en Biden y un hijo que se la trae lo fácil que sería para cualquier fiscal peruano, tipificar al partido demócrata de los EEUU como una organización criminal debido a que podía aplicarle  el mismo modus operandi que practican los partidos/mafias locales. Además, el caso del hijo del presidente estadounidense era tan flagrante que la simple deducción en base a las evidencias y un poquito de la doctrina de Corrupción Comparada que hemos aprendido los peruanos en las últimas décadas facilitaba la percepción de tal conducta punible.

Por supuesto que el control mediático estadounidense redujo el escándalo a sus mínimos; pero tres años después, con la pérdida del partido demócrata, —hace unos días—, de la Cámara de Representantes, el escándalo  ha vuelto a poner en el punto de mira al presidente Biden, y a su familia, ya no solo por sus negocios con la compañía energética ucraniana Burisma Holding, ahora también han salido a la luz, la participación de la familia en laboratorios biotecnológicos, de socios privados, pero instalados en Ucrania, para la investigación y fabricación de patógenos para ser utilizados en la guerra bacteriológica.

Aparte de vinculaciones con empresas rusas y chinas, la verdad es que no dejan de ser corruptelas de poca monta, un sencillo de milloncitos de dólares, que palidecen ante la magnitud del escándalo producido por la reciente quiebra de FTX; una bolsa de valores para transacciones internacionales entre las Criptomonedas  que para abreviar; digo, la criptomoneda, es una cosa, un palabro muy moderno; que he intentado abordar, que he preguntado a algunos usuarios y, la verdad, confieso que nunca he tenido la inteligencia para saber qué es en realidad. Digamos que era una moneda, como su mismo nombre lo indica (cripto), escondida, que circulaba libremente por el ciberespacio fuera del ojo tributario y fiscalizador de los Estados.

Para ser una moneda escondida, —que curioso— se cotizaba en dólares; pero, ahora viene lo bueno, a fines de octubre la quebrada bolsa FTX tenía en su cartera (ojo al desfile de ceros) 5 millones de usuarios en el mundo; se le suponía tener acciones valorizadas en tres trillones de dólares; ahora su contabilidad muestra solo 900 billones de dólares; o sea, hay un faltante de 2 trillones, con 100 mil billones, nada más.

Dice el texto bíblico: “En el Principio, estuvo el verbo”. Pero, en la quiebra de FTX, a mi juicio, al principio y al final está el sustantivo; o sea el nombre como clave para entender de qué trata el asunto. Es decir, por ejemplo, cripto, que viene del griego Kryptos, que significa tapado, escondido, oculto. Luego, a la pregunta de cómo se llama el mandamás de FTX: Sam (en este caso su origen y fuerza, puede venir directamente del Tío Sam, —como veremos luego—), apellidos: Bankman Freed; o sea, más claro no puede ser: banquero liberado.

Todo está en el nombre. El mandamás de esta compañía, un joven billonario, que detrás de Bill Gates y George Soros, era el tercer mayor donante individual a la campaña del partido demócrata.

 Sam Bankman Freed, con una mano entregaba millones de dólares para apoyar al partido y con la otra, a través de un hermano suyo, que había montado empresas para promover el medio ambiente y la lucha contra las epidemias, digo, recibía con la otra mano, miles de millones de dólares de fondos públicos para esas acciones.

Y, ahora viene lo peor: Biden y el partido demócrata promovieron en el Congreso estadounidense el envío de, por lo menos 100 mil millones de dólares en ayuda militar y ayuda humanitaria a Ucrania.

Sobre la ayuda militar —que llegó en parte y otra que “se perdió” ya me referí en el subtítulo anterior, (La Corrupción); pero mis conjeturas, sobre el destino de la ayuda económica, no han tardado en ser confirmadas por la realidad.

Los miles de millones de dólares de la ayuda humanitaria se recibían con una mano en el Banco de la Nación de Ucrania, y desde allí con la otra mano los fondos se ramificaban misteriosamente con la participación del Ministerio de Transformación Digital de Ucrania, (lo dicho, en este escándalo, todo está explicado en los nombres de gentes y cosas) que —a su vez— los “transformaba” en criptomonedas, para luego “invertirlos” en la bolsa, ahora quebrada, FTX.

11 meses después de la incursión rusa en Ucrania, los expertos más neutrales afirman con rotundidad que Ucrania es la Nación más corrupta del mundo (ver minuto 15:48).

Con todo esto, habría que estar muy diplomado en ingenuidad; o tener dotes de negligencia dolosa, para creer que todos los aliados del país más corrupto del mundo no estén contaminados también por la corrupción.

Saque el lector su cuenta; entre los 5 millones de clientes que tuvo esta Bolsa Rota, ¿no podrían estar incluidos los representantes que votaban a favor de la ayuda “humanitaria”? ¿algunas empresas vinculadas a ellos?

El escándalo va a dar material para varios libros, no un ensayito bloguero; pero sí esto no es el acabose de la mayor institución democrática del mundo occidental, entonces no sé cuál podría ser su epitafio final.

En la perversa baraja de la corrupción, no hay juego que se juegue en solitario; en todos sus juegos hay que coordinar voluntades, acordar qué cartas están tapadas y armonizar entre los jugadores su complicidad.

El caso de los fondos del contribuyente estadounidense, —que salieron como ayuda humanitaria hacia Ucrania y la forma en que se transformaron digitalmente para regresar casi a las mismas manos vía criptomonedas que invierten en FTX—, tiene todos los visos de ser un escándalo/bomba de tiempo, cuyo mecanismo de relojería, el temporizador, ya se ha echado a andar y cuyos efectos apuntan a desplegar una lenta implosión.

Pero no sólo EEUU ha enviado ayuda económica a Ucrania, la Unión Europea se ha comprometido a enviar hasta 18 mil millones de euros. ¿Saben los europeos, a la luz de la quiebra de FTX, adónde van a ir a parar esos fondos?

¿Por qué la prisa y el empecinamiento de la alemana Ursula Von der Leyen y del español Joseph Borrell para que, —como sea—, se apruebe el envío de estas remesas?

¿Por qué estos dos funcionarios de la Comisión Europea, (a los que nadie ha elegido) son tan beligerantes en su empeño?

¿Cuál es el empeño de los demás mandatarios europeos, de Reino Unido, Canadá, Nueva Zelandia y Australia?

¿Saben ellos que circuitos transitan los fondos donados por sus contribuyentes?

¿Tenían, —todos los nombrados—, acciones en criptomonedas producto de estos trapicheos?

 ¿Están ellos involucrados en la cutra del chorreo humanitario?

En las respuestas ausentes a estas preguntas podría explicarse la fanática e insólita defensa de la Libertad y la Democracia con que escudan sus acciones.

Claro, ganar suelditos de 30 mil euros al mes es una nimiedad cuando se puede cerra el año “laboral” con un indeterminado grueso de millones de euros bien tapados en criptomonedas.

Lamentablemente, en Europa no se ve el celo fiscalizador que ahora asoman los republicanos en EEUU.

Pero, ya sabemos por la historia de Lava Jato, que el efecto mariposa aplicado a la corrupción, salpica de un país a otro, y que —en este caso va a saltar el charco del Atlántico.

De modo que, visto en peruano, los distinguidos socios de Occidente, agrupados en el Club de Caballeros y alguna Lady de la Unión Europea, no son distintos a los integrantes de nuestro Club de la Construcción; es decir, un grupo de blanquetes, maestros en el chamullo; que no paran de hablar y donde cada cual… es más corrupto que el otro.

 

Continúa en el post siguiente.

Este post fue publicado el 21/11/2022

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